Capítulo III

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Era el primer día que el hotel estaba en funcionamiento y era todo un éxito. Las habitaciones estaban todas reservadas y el número de seguidores en las redes subía exponencialmente minuto a minuto. Ya tenían reservado el deck para un par de eventos y todo estaba funcionando con fluidez.

Flor llegó al hotel temprano a pesar de que la noche anterior se había acostado muy tarde. Se había quedado festejando con sus hermanas la inauguración, habían tomado, bailado y charlado sin parar. Hacía bastante que no se relajaban las cinco juntas, y después de tantos preparativos y esfuerzos para poner el hotel en funcionamiento sentían que se lo merecían.

Cuando Flor llegó a su casa Dani ya se había dormido, y en pocas horas ya se tendría que levantar para ir al frigorífico. Flor fue al baño, se cepilló los dientes, se puso el pijama y se metió en la cama sin hacer ruido. Aun así Dani se despertó, rodeó su cintura con su brazo y le dejó en beso en la nuca.

—¿Cómo te fue con tus hermanas? —preguntó con voz de cansado.

—Bien, estuvo lindo.

—Me alegro.

Flor apagó la lámpara de la mesita de luz y acomodó la cabeza en la almohada. A pesar del día estresante que había tenido no se pudo dormir en seguida, su cabeza daba vueltas y vueltas, pensando en todo lo que vivió en tan solo veinticuatro horas. Después de un largo rato logró conciliar el sueño y soñó con sonrisas y pelo rojo.

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—Buen día, Leo. ¿Cómo va?

—¡Flor! —dijo Leo con mucha intensidad para la hora que era—. Acá estamos, trabajando como loco.

—Bueno, mejor así, ¿no?

—Sí, aunque mi espalda no piensa lo mismo. Esto de subir y bajar las valijas me está matando.

—Me imagino —dijo Flor sin mucho interés en lo que le decía el chico—. Bueno, nos vemos después.

Flor se dirigió a la oficina donde estaban Virginia y Carla hablando sobre los contratos de los empleados y discutiendo el tema de las autorizaciones. Flor las saludo con un beso y se sirvió una taza de café.

—Llegaste temprano —dijo Vir.

—Sí, Dani se despertó para ir a trabajar y no me pude volver a dormir.

—Ah, bueno, somos tres entonces. Miranda y Lucía parece que ya van como por el cuarto sueño.

—¿Hay más medialunas? —preguntó Carla mientras terminaba de comer la que tenía en la mano.

—¡Ay cierto! —exclamó Vir acordándose de lo que tenía que hablar con su hermana—. No me dijiste que Jazmín estaba trabajando acá, qué loco. Ayer no la vi porque con todo el tema legal estuve en Tribunales todo el día, pero hoy entro a la cocina y la veo ahí, con los mismos rodetitos que se hacía cuando era chica.

—Sí, fue una sorpresa para mí también. Muchos años pasaron desde la última vez que nos vimos.

—Espera, ¿se conocen? ¿De dónde? —preguntó Carla con cara de confusión.

—Sí, éramos amigas del colegio, después se mudó a Córdoba y no tuvimos más contacto.

—Wow, qué coincidencia.

—Sí, es tremendo.

—¿Charlaron? —preguntó Vir después de tragar un sorbo de café.

—Sí, ayer fui a la cocina y charlé un poquito. Ahora pensaba ir a saludarla, ver cómo va todo por ahí, cómo la están tratando... —dijo Flor y clavó los ojos en Carla.

No hay manera de perdernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora