Capítulo VIII

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Jazmín estaba en la cocina con su abuela Luisa, quien le estaba compartiendo su receta secreta para hacer una torta mil hojas riquísima. Jaz amaba pasar tiempo con su abuela y, a pesar de que no se veían tan seguido como les gustaría a ambas, ella siempre se acordaba de su cumpleaños y hasta le enviaba un regalo para el día del niño. También era quien la había adentrado en el mundo de la cocina y Jaz era la única a la que compartía sus recetas y los pequeños secretos que había aprendido a lo largo de su vida.

El timbre sonó. Jazmín se lavó las manos rápido y corrió a abrir la puerta.

—¡Flor! ¿Cómo va?

—Hola. Todo bien, ¿vos?

—Bien. Vení, pasá. Vamos a la cocina que tengo una sorpresa para vos.

Flor entró y caminó por el pasillo hasta la cocina, donde estaba la abuela de Jaz cocinando.

—Abu, ella es Flor.

La señora se dio la vuelta con una sonrisa y la saludó cálidamente.

—Flor, querida, Jaz me habló mucho de vos.

—¿Sí? Espero que sean cosas buenas.

—Por supuesto. Estamos por hacer una torta mil hojas, receta propia. ¿Querés ayudarnos?

—Bueno, pero no tengo mucha mano para estas cosas —dijo Flor dejando su bolso en una silla.

—No hay problema, todo se aprende. Además me contó Jaz que te la debe a cambio de que le expliques matemática.

Flor se rió con un poco de vergüenza, se sentía un poco extraño saber que Jaz hablaba de ella con otras personas. La señora le dio un delantal y Flor se lavó las manos para ponerse manos a la obra.

—Dejame que te ayude —le dijo Jaz mientras le ataba el delantal en la espalda.

—¿Te animás sola, Jaz? Si necesitás algo me decís y te ayudo.

—No va a ser necesario, Abu. Vas a ver —le dijo Jaz y luego le guiñó un ojo.

Jazmín buscó la receta que había anotado y preparó los ingredientes antes de empezar. Flor chequeaba que estén todos sobre la mesada mientras Jaz los dictaba de la lista. Su abuela se había preparada un té y las miraba desde donde estaba sentada a solo unos pasos.

—Bueno, está todo. ¿Empezamos?

—Sí, dale —dijo Flor y luego tomó aire para relajarse.

—Hay que empezar con el hojaldre, que es medio jodido, pero nos va a salir.

Jazmín tiró harina sobre la mesada con unos movimientos ágiles que se notaba había hecho miles de veces. Agarró el bowl con la harina y una jarra de agua.

—Vení, tirá un poco de agua acá mientras yo mezclo.

Flor hizo como su amiga le indicó y la miró mezclar todo con ganas.

—Ahora la manteca y harina en otro bowl.

Flor le pasó los ingredientes.

—Hay que mezclar esto bien, y ahora hacer la parte más difícil.

Jazmín estiró la masa que habían hecho anteriormente en la mesada y colocó la mezcla de manteca en el centro.

—¿Lo querés hacer vos?

—No, no, voy a arruinar todo.

—Dale, no seas boba. Vení, yo te enseño.

—Estirala un poco, pero que quede en el centro. Así —le dijo estirándola la mezcla pero dejándolo por la mitad para que su amiga lo termine.

No hay manera de perdernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora