Capítulo XIII

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Flor se despertó y la cama se sintió demasiado grande sin la presencia de Jazmín. Encontró una nota en la mesita de luz que decía que tenía curso temprano y seguramente volvería a eso de los seis de la tarde. Flor bufó inconscientemente cuando lo leyó, la idea de estar lejos de Jaz no le gustaba. Estos últimos meses su presencia era casi imprescindible en su vida, y cuanto más tiempo pasaba con ella mejor era su día.

Ya era tarde para desayunar en el hotel, por lo que decidió ir al bar que habían visitado el día anterior y comer algo allí. Se dio cuenta que no tenía nada para ponerse y la ropa que había llevado puesta el día anterior solo le recordaba ese sentimiento de angustia y dolor que quería olvidar. Agarró su celular y buscó a Jazmín en los contactos.

Flor "Pichi" Estrella: Jaz, ¿cómo andás? Seguramente estés ocupada ahora pero te quería preguntar si puedo agarrar algo de ropa para salir a comer algo.

Flor aprovechó el tiempo en que esperaba la respuesta de Jazmín para peinarse y lavarse los dientes, hasta que escuchó el sonido de que había recibido un mensaje nuevo.

Jaz "Pichi" del Río: Obvio, Flopi. Agarrá lo que quieras. Nos vemos más tarde.

Flor apoyó el bolso de Jaz sobre la cama y lo abrió. Sacó un par de prendas y las miró, buscando algo que pueda ir con su estilo y que le quede bien de talle. Siguió buscando y encontró algo de ropa interior, dudó un segundo, pero la curiosidad le ganó y sacó una bombacha negra de encaje de una puntita. Inmediatamente se sintió mal por haber invadido la privacidad de Jazmín de esa manera y la volvió a guardar. Se puso un jean que le quedaba grande pero que si hacía un pequeño dobladillo podía ir bastante bien, luego agarró una remera blanca básica y se la puso. Había algo que le gustaba en ponerse la ropa de Jazmín, algo en el saber que esa misma tela le tocaba la piel.

Se miró por última vez en el espejo, dándose cuenta que no había nada más que podía cambiar, agarró la cartera y salió de la habitación. Caminó por la vereda del sol hacia el bar y se sentó en la mesa que daba a la ventana. Siempre le había gustado sentarse en esas mesas que dan a la calle, donde puede observar a la gente que pasa, algunos apurados, otros perdidos en sus pensamientos, los niños saltando de baldosa en baldosa. Le gustaba observar a las personas cuando no sabían que estaban siendo observadas, ver sus comportamientos, sus expresiones y, seguramente, en esos momentos en que ella lo hacía había alguien más mirándola a ella.

Flor se preguntó qué pensaría de ella un extraño cuando la veía por primera vez. Si alguien entraba en ese mismo momento al bar y la viese así, con ropa holgada, un par de talles más grandes, sentada sola, mirando por la ventana. Probablemente pensarían que estaba pasando por un momento difícil, de cambio, de indecisión. Estarían en lo correcto.

Deseaba tener a alguien para hablar de lo que sentía. Pensó en alguna de sus hermanas, pero no estaba lista para afrontarlas todavía, estaba muy sensible respecto al divorcio. Pensó en Jazmín, ella siempre tenía las palabras correctas para cada momento, pero también ella era, de alguna manera que Flor aún no estaba lista de admitir, parte de esa confusión. Desde su reencuentro que la cabeza de Flor está en constante lucha con sí misma, todos sus sentimientos, todos sus recuerdos, sus penas y alegrías se mezclan sin sentido y no la dejan en paz. Jaz había sido una parte muy importante de su vida sin lugar a dudas y, a pesar de todos los años y experiencias que habían pasado en el medio, lo seguía siendo.

Terminó de comer y buscó en la cartera su billetera. Se dio cuenta que se había olvidado las tarjetas de crédito y solo tenía efectivo, por suerte le alcanzó para pagar. Se fue y decidió caminar por la ciudad. Hacía mucho tiempo que no se daba un tiempo para relajarse y dejar que sus pies la guíen a algún lugar. Se dejó perder y llegó a una pequeña plaza. Se sentó en un banco de madera, bajo la sombra de un gran árbol, y cerró los ojos.

No hay manera de perdernosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora