Capítulo 1.

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¿Existía algo más maravilloso que un sábado por la mañana? El pequeño Se Hun realmente lo dudaba. Era cierto que, con sólo diez años, aún le faltaba aprender muchas cosas acerca de la vida. Sin embargo, para un niño usualmente no había nada mejor que despertar y darse cuenta de que era un día sin clases y sin tareas escolares. No era necesario que se pusiera su uniforme, no tenía prisa al desayunar, podía jugar a lo que quisiera todo el día... En fin, era el paraíso.

El niño de lacio cabello negro salió de su habitación y bajó las escaleras a toda velocidad, haciendo escándalo sólo por el día que era.

—Se Hun, no grites, por favor —pidió su madre a la vez que colocaba algunos platos encima de la mesa del comedor.

—Mamá, ¿puedo salir a jugar? ¡Quiero ir al parque!

—Puedes ir, pero debes comer algo primero.

—¡Está bien! —Respondió con una sonrisa, acercándose a tomar asiento.

—Ah, también debes bañarte, peinarte, tender tu cama y recoger los juguetes que hayas dejado tirados en tu habitación. Podrás ir al parque después de hacer todo eso.

—¿Eh? ¿Debo hacer tantas cosas? —Cuestionó antes de hacer un adorable puchero—. No es justo, mamá.

—Vamos, Se Hun. Sé un niño bueno.

La señora Oh sonrió a su hijo y le sirvió una buena porción de arroz, cortes de pescado a la parrilla y verduras al vapor. El menor agradeció y comenzó a comer.

—Buenos días —se escuchó la voz del señor Oh entrando al comedor.

—Buenos días, cariño —dijo su mujer dulcemente.

—¡Papá! —Exclamó Se Hun con alegría al verlo.

—¡Qué sorpresa! Ya estás aquí —soltó una risa suave—. Es casi imposible hacer que te levantes cuando tienes que ir a la escuela, travieso —bromeó.

—¡El sábado es el mejor día de la semana! —Aseguró el pequeño—. Pero... —Se calmó de repente y suspiró—. Debo hacer muchas cosas antes de salir a jugar...

—No te desanimes, hijo —su padre le revolvió un poco el cabello—. Todo habrá valido la pena cuando veas tu nueva pelota.

—¿Nueva pelota? —La señora Oh volteó a ver a su esposo y alzó una ceja.

—Sabes que se la merece, mi cielo —explicó el padre del niño—. Le fue bien en todos los exámenes que tuvo la semana pasada.

—¡Nueva pelota! —Gritó Se Hun con gran emoción.

Como cualquier otro niño, Se Hun adoraba recibir regalos, en especial cuando éstos llegaban como una sorpresa. No había nada que el señor Oh adorara más que ver a su hijo con una sonrisa, y a veces tenía la posibilidad de conseguir algo para él, así que aprovechaba la oportunidad. Por esa misma razón, esa mañana una brillante pelota azul esperaba a Se Hun junto al sofá de la sala.

Se Hun terminó de comer, recogió los platos que había usado, subió a su habitación y él solo llenó su bañera con agua tibia. Se aseó lo más rápido que pudo, aunque su madre tuvo que subir a asegurarse de que se hubiera lavado bien el cabello. Una vez que se secó, se cambió y se peinó, sólo tuvo que poner algo de orden en su dormitorio. Tendió su cama de la mejor manera que pudo y guardó sus juguetes en su lugar correspondiente.

—Mamá, ¿ya puedo salir a jugar? —Preguntó esperanzado mientras regresaba a la primera planta.

—Sí, hijo. Sólo ten cuidado y regresa un poco antes de la hora de comer, por favor —le pidió su madre.

Sin palabras [HUNHAN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora