I: beauty.

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La monotonía lo había consumido por completo.

A veces simplemente respiraba por respirar, caminaba por caminar y vivía por vivir. Las metas y los sueños habían quedado en el pasado y qué decir de la felicidad, pues hacía mucho tiempo que no la sentía.

Ya no tenía una razón para vivir.

Trató de encontrarla, de verdad que trató, pero por más que quiso no pudo. Se sentía tan estúpido al estar envidiando la felicidad de sus amigos, al molestarse cuando uno de ellos hablaba de lo bien que iba su relación y lo afortunado que era al tener a esa persona a su lado y sobre todo, se odiaba por estar rogando para tener una vida como esa.

Tan patético.

Suspiró con cansancio. Su parpadear era lento y su mirada estaba carente de brillo. Se encontraba sentado en una de las tantas bancas de aquel parque cercano a la universidad, no había muchas personas, así que sólo se limitaba a mirar un punto fijo entre la punta de sus desgastados converse.

Vio por encima de sus pestañas a una persona sentarse en la banca de enfrente.

Por reflejo, llevó su atención a él.

El cabello castaño le brillaba de una manera tan irreal gracias al sol de otoño y las mejillas estaban rosáceas a causa del frío viento. Enfocó la mirada y notó las tantas pecas en su nariz y pómulos, sintiendo como si cada una tuviera su propio y único lugar para estar ahí. Agradeció el hecho del que el chico tenía la mirada fija en su móvil, ya que le permitió observar con detenimiento las espesas pestañas que poseía y las gruesas cejas que se fruncían de manera adorable.

Pero lo que más lo deslumbró fue la preciosa y acorazonada forma de sus labios. Tan extraña y hermosa que se sintió abochornado cuando el chico pasó su lengua por la boca, humedeciéndola.

Era tan maravilloso, que podría observarlo por siempre y jamás se cansaría, al contrario, encontraría miles y miles de detalles que podrían gustarle.

El viento sopló, revolviendo el castaño cabello del chico, llevando toda la deliciosa fragancia que tenía hacia donde estaba sentado. Respiró con profundidad, deleitándose con el sensual aroma, sintiendo de repente la necesidad de hundir la nariz en el cuello ajeno y no salir de ahí.

Finalmente el chico se levantó y se marchó, dejando ver su cuerpo a lo lejos. Toda esa ropa que traía gracias al frío clima, le estaba dejando todo a la imaginación. Preguntándose si su piel sería igual de blanca y suave como su rostro se veía.

Sin darse cuenta su corazón volvió a latir, lleno de un sentimiento que no sabía cómo interpretar.

Y también sin darse cuenta, se vio esperando al día siguiente por él.

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Lo observó recostado en su cama. En un profundo sueño, producto del sedante que le inyectó en el cuello.

Finalmente era suyo, pero la emoción era tan incontrolable que no podía ni siquiera mirarlo sin sonreír con anhelo.

Sin embargo, sintió la necesidad de tocarlo y admirarlo como la verdadera obra de arte que era, entonces lo despojó de la camisa, desabrochando cada uno de los botones y una vez que tuvo el pecho descubierto paseó sus labios a través de las clavículas, deleitándose con la suavidad de la piel, subiendo hasta el cuello donde aspiró por unos minutos el dulzón aroma que desprendía, tal y como ese día que lo conoció.

Le bajó los pantalones, rozando con lentitud las yemas de sus dedos por las torneadas piernas. Succionando levemente en la parte interna de los muslos, haciendo que la piel se tornara rosácea.

Estaba tan extasiado.

Era increíble que el castaño no tuviera ninguna imperfección. Era increíble que fuera tan precioso.

Subió de nuevo hasta el rostro sereno del castaño y delineó con su lengua el rojizo labio inferior, para luego adentrarla a la boca ajena, moviéndose en un beso tan parsimonioso, pues tenía todo el tiempo para probarlo y llenarse de él.

A pesar de que el chico tendido sobre la cama no correspondía ninguna de sus caricias, no se detuvo, tampoco su mente le recordó que estaba haciendo algo enfermizo, pues se hundió en el castaño una tras otra vez, sintiendo el corazón a punto de estallar y los gotas de sudor recorrerle la frente, hasta sentir ese agradable cosquilleo en la parte baja del estómago y correrse de la manera más deliciosa y placentera posible.

No le importó las consecuencias que traerían sus acciones, porque todo su ser estaba tan centrado en él. En disfrutar ahora que lo tenía a su merced, luego de creerlo algo imposible.

Terminó una vez que hubo besado cada rincón del castaño. Cada imagen que guardó en su mente y corazón, cada vez que respiró el aroma que desprendía la piel contraria para no olvidarse de él y sobre todo, la sensación que sintió al tenerlo, la sensación de sentirse vivo.

Definitivamente, Do Kyungsoo se convirtió en la razón de Park Chanyeol para comenzar de nuevo.






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One shot inspirado en la belleza única de Do Kyungsoo.









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