Cap 5. el gimnasio

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 Hacia unas semanas que empezaron las clases, un poco más de un mes pero no me puedo sacar a Valeria de mi cabeza.

No sé lo que siento, y si es bueno o no pero no lo puedo evitar.

Voy al club deportivo todos los jueves. Voy con Fernando, mi novio, pero yo me quedo haciendo ejercicio en el gimnasio y él va a basket. Eso explica su 1,80 m de altura.

Ahora vamos después de tanto tiempo, porque no íbamos desde el verano. Mi entrenador, Ricky, me va a matar.

Nos saludamos con un beso y Fernando fue a su entrenamiento. Entré al gimnasio y me encontré con un sonriente hombre alto y musculoso.

- Hola Ricky! Tanto tiempo!!!

- Pero miren a quien tenemos aquí , por que me habías abandonado?

- Perdóname, no había tenido tiempo. Me extrañaste?

- Claro que no, flaquita! Ahora ve a hacer tu rutina.

Me fui riendo. Siempre nos tratábamos así, teníamos confianza.

Mientras empezaba a usar la cinta caminadora, una mujer entró al lugar y me paralicé completamente.

No podía creerlo.

Era nada más ni nada menos que Valeria, mi profesora. Estaba sonriendo y saludando a todos. Tenía puesto un top deportivo y unos leggins.

Creo que se me estaba cayendo la baba.

No sé si fue el destino, pero ella se acercó a donde yo estaba porque su rutina comenzaba con la cinta. En ese momento me vio.

- Hola profe, cómo anda? – no sé cómo me animé a hablarle.

- Hola linda, no sabía que venias al gimnasio. Me alegra verte.

Me dijo linda y dijo que le alegraba verme! Ay creo que voy a explotar.

- Vengo desde hace unos años, pero había dejado de venir.

- Yo vengo aquí desde hace poco, por eso no te vi antes.

Luego cada una siguió en lo suyo. Yo estuve haciendo flexiones y ella hacia sentadillas con las pesas. Mientras hacía eso, no podía evitar mirarla. Tiene el cuerpo bien trabajado y nada mal.

Después de un rato, me llega un mensaje de mi novio.

             Amor, mi mamá me llamó para que vaya urgente a su trabajo

            asi me tuve que ir. No voy a poder llevarte a tu casa 

             Perdóname! Cuídate y te amo <3

Entonces eso significaba que no sabía como irme de aquí. No podía irme caminando porque era la noche, pero si no había otra opción debía hacerlo aunque me diera miedo.

Llamé a mi madre y me dijo que me volviera a mi casa en colectivo. Al menos era más seguro que caminar, el problema es que no tenía la tarjeta para viajar. Tendría que pedírsela a alguien.

- Ricky, tienes un pasaje para el colectivo? Después te lo devuelvo.

- Me temo que hoy no lo traje, lo siento.

- No sé que hacer. No tengo como volver a mi casa y está lloviendo.

- Si quieres me esperas a que cierre el gimnasio y te llevo. – dijo Ricky

- Quieres que yo te lleve? Ahora me estoy yendo. – una voz femenina me sorprendió diciendo eso, era Valeria.

Mis ojos se iluminaron.

- No... no te molestaría? No quiero complicarte si no puedes.

- No lo creo, en donde queda tu casa?

- Pasando el centro comercial, pero en serio te digo, puedo irme sola. No te quiero incomodar.

- Yo justo voy de pasada por allí, así que tienes suerte. Te llevo a tu casa, y no tengo problema. – dijo con una sonrisa.

No lo podía creer. Iba a subir al auto de una persona que amo. Una de mis personas favoritas.

Luego de ajustarnos los cinturones, le indiqué la dirección y le agradecí por milésima vez.

- No tienes que agradecerme, linda. Como buena profesora mi deber es protegerte y asegurarme de que estés bien.

Mi corazón se detuvo con lo que dijo. Es tan tierna.

- Entonces le importo, profe? Me siento halagada. – dije riendo.

- Que te hizo pensar eso? – dijo riendo también. – Es broma, eres una muy buena alumna. Tan responsable e inteligente, y por eso me agradas.

- Profe, me va a hacer sonrojar. – a esa altura ya estaba roja. – es que me gustan mucho los idiomas, y ahora que se algo de portugués quiero ir a vivir a Brasil.

- Bueno, yo voy allí todos los años. Quizás nos encontremos. Es un lugar muito lindo.

Seguimos hablando un ratito más, hasta que llegamos a mi casa.

- Aquí vivo yo. Gracias por traerme, profe. Nos vemos!

- Adios cariño! nos vemos en clase. – dijo con una sonrisa dulce.

La saludé dándole la mano y corrí hacia la puerta. Ella se quedó mirándome, para asegurarse de que pudiera entrar bien a mi casa.

Una vez que abrí con la llave, comenzó a manejar para la otra dirección y me saludó con la mano.

Es una persona increíble.

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