Suicide

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Pero cuando llegó
el momento de hacerlo,
la piel de mi muñeca
parecía tan blanca 
e indefensa que no pude.

Era como si lo que yo 
quería matar no
estuviera en esa piel,
ni en el ligero pulso 
azul que saltaba

bajo mi pulgar,
sino en alguna parte
más profunda, más secreta y
mucho más difícil de alcanzar.


Está recostada boca abajo en su cama. My Chemical Romance suena fuerte en sus oídos, proveniente de sus audífonos.

Cierra los ojos porque le da miedo ver ese color escarlata por todas partes, pero los abre al instante, temiendo quedarse dormida y perderse de la experiencia.

Sus pensamientos no están claros y de pronto todo se reduce a una imagen.

Su pequeño hermano, su mamá. Esas dos únicas personas con las que convivía a diario. Su vida entera. No es momento para arrepentirse, sabe que ya nada puede hacer, sin embargo, no puede evitar extrañarlos aunque los haya visto a penas unos momentos antes.

Le dio un abrazo a ese bebé y, reteniendo todas las lágrimas que quería derramar, le dio un beso de buenas noches a su mamá de la misma forma que cuando tenía cuatro años.

Ahora el cabello le cubre la cara y cualquiera que viera la escena desde afuera, pensaría que está dormida. Pero no es así.

Ella está muriendo.

Sus sábanas que solían ser rosas ahora han adquirido un color más oscuro.

Ella ha preparado todo previamente. Se ha despedido de las personas que más le importan mediante un mensaje escrito en cada una de sus libretas de la escuela. La persona que más quería en ese momento, ese amor imposible. Su mejor amiga. Las personas a las que quizá les importaba. La muerte le dio ese sentimiento de valentía para decir todo lo que callaba.

Se odia a sí misma. La misma pregunta vuelve una y otra vez... ¿Por qué lo hiciste?

No lo sabe.

Pensó que sacando todo lo que tenía dentro iba a dejar de sentirse mal. Los últimos meses se basaron en noches sin dormir y días sin comer. Frustración, miedo, tristeza, enojo. Consigo misma y con las personas que la rodeaban. Con la vida que le tocó vivir.

Ya estaba muerta desde antes, sólo tenía que hacer que su cuerpo se diera cuenta de ello.

Entonces lo decidió aquella tarde cuando compró un par de navajas. Lo decidió cuando apagó la luz de su habitación y se metió por última vez en su cama.
Lo decidió cuando deslizó ese pedacito de metal sobre su frágil muñeca y sintió algo caliente salir de esa ranura.

Pensó que la vida se le manifestaba como ese líquido caliente y rojo que brotaba sin remedio de su piel.

Entonces decidió hacerlo en su otra muñeca para ahorrar el plazo y no tener tanto tiempo para arrepentirse. Pero ahora pensaba que llevaba una eternidad ahí recostada. Revisaría el reloj de su celular pero no podía moverse mucho.

Escribió una carta para su mamá, para cuando la encontrara esa mañana.

Quería no pensar mucho en eso. Sabía que su mamá sufriría, pero no se dejaría vencer, tal vez no por ella misma pero por su hermano.

Perdón por manchar las sábanas y hacer que veas todo este desastre. No sabía cómo hacerlo de otra forma.

Si te preguntas por qué lo hice, quédate tranquila, no fue tu culpa. Tú sólo me brindaste amor y cariño toda mi vida. Tampoco me molestaban en la escuela.

Creo que la única razón es que después de pensarlo tanto, no hallé una buena razón para seguir viviendo.

Estaba mal, mamá, no tienes una idea. Aunque sé que esa no es una buena excusa y que no quedará claro para ti, no quiero que sepas todos los pensamientos que alguna vez cruzaron por mi cabeza.

No te sientas culpable. Algún día iba a pasar y prefiero yo misma decidir mi final. Nadie tiene el derecho de llevarse mi alma.

Gracias por tanto.

Cuida bien de mi hermano.

Te amo.

La carta de suicido más patética en la historia de la humanidad. Todo lo que alguna vez dijo o hizo sólo quedaría como un recuerdo. Los malditos recuerdos podían irse al carajo. Ella no quiere ser un recuerdo, porque los recuerdos lastiman y ella no quería hacer eso.

Cierra sus empapados ojos y decide que es un buen momento para irse.

Revisa una vez más. Las sábanas tienen flores rojas inscritas encima para siempre.

Una sonrisa para culminar su último respiro.

Así de fácil acaba la vida. Así de efímera es nuestra presencia en la Tierra. Así de sencillo podemos arruinar la vida de quienes nos rodean.

«Perdón » fue lo último que pensó después de haber terminado su propia historia en la forma más cruel de hacerlo.

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