Monólogo de un corazón antipático.

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Estoy descompuesta, hay algo mal conmigo.

Justo ahora estoy naufragando dentro de un frasco de cristal en un mar que yo misma he provocado.

Ojalá no hubiera llorado tanto.

Pero es que la desesperación me orilla a hacer cosas que juré nunca volver a hacer. Juré nunca más derramar una lágrima por la misma persona, sin embargo, heme aquí, regresando al mismo lugar de siempre. Sentada en el piso con las hojas color crema, releyendo con la débil luz de las estrellas aquellas dulces palabras que terminan envenenándome. Reiniciando un nuevo ciclo.

Y cuando creo que estoy mejor, que mi corazón sabe latir de nuevo y que la primavera renace desde dentro, vuelvo a comparar todo con mis recuerdos, sirviendo de modelo la primera experiencia de abrumador amor. Queriendo sufrir la misma locura que sufrí antes.

Pero hasta la fecha no he podido sentirla de nuevo.

Por eso creo que estoy descompuesta y que me hace falta uno que otro tornillo para que mis sentimientos vuelvan a ser intensos y no mediocres. Para que no pierda el interés con demasiada facilidad.

Para poder amar a alguien.

Y los miedos regresan y me dejan moribunda en un charco de oscura incertidumbre... ¿Qué pasa si nunca puedo llegar a amar a otra persona de la misma forma que antes? ¿Qué voy a hacer si no puedo amar de nuevo?

Me repito mil y una veces que sólo estoy pensando de más las cosas y si alguien es la persona correcta llegará en su debido tiempo.

Pero las tardes son largas y las noches muy cortas. La vida se me pasa lenta y me siento impaciente. Impaciente por querer vivir las cosas rápidas, tomar riesgos, querer que el corazón me lata de nuevo. Estoy cansada de fingir taquicardias por personas que quizá nunca llegue a conocer del todo.

No quiero jugar con los sentimientos de nadie, incluyendo los míos.

¿Quién será lo suficientemente estúpido para querer arreglar este corazón antipático?

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