Capítulo 5

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  Narra Lourdes

  Me quitó el cigarrillo de la mano y lo tiró al suelo. Haciendo que este se apagara.

  - ¿Qué haces? -protesté enojada. Acto seguido me besó. Lo que yo no me pude resistir.
  - ¿Qué es esto? -escuchamos que de la boca de Pato salió la pregunta. Nos separamos. Guido me miró a mí y luego a su hermano. - Sos increíble, Guido -dijo Pato molesto.
  - Andate, haceme el favor -le dije. - Y no me vuelvas a ver. No lo voy a permitir.
  - Pero... mi vida -dijo apenado.
  - ¡Basta, Guido! Arruinarás todo -contesté enojada. Él no articuló palabra y se fue.
  - Hey, Lu -dijo Pato acercándose.
  - No puede hacerme esto, Pato. Sabe que cuando lo tengo cerca se me debilitan las piernas, no me puedo resistir ante él. ¿Por qué me hace esto? -dije llorando. - Me acaban de proponer matrimonio, Pato. No entiende.
  - Eu, hermosa, no llores más, no soporto verte así -me consolaba abrazándome y acariciando mi cabello cantando una frase de Culpables. - Todo se va a solucionar. Y si tiene que ser, va a ser.
  - Aún lo amo. Cuando lo veo me pongo nerviosa. Caigo rendida a sus pies.
  - Lo sé. Todavía hay amor entre ustedes. Veo cómo se miran... pero ojo con lo que haces.
  - Sí, ya sé. Estoy jugando a dos puntas.
  - Las dos personas te aman. Hoy corroboré que Esteban sí te ama. Para enfrentarse a preguntártelo frente a gente que conoce muy poco, solo una persona que te ama, lo haría. Vos, ¿lo amás? -me quedé pensando. Esa pregunta me quedó retumbando en mi cabeza.
  - Últimamente, ya no recuerdo lo que es el amor.
  - Te dejo, hermana -dijo sonriendo. - Te quiero un montón y voy a estar para lo que necesites, ¿sabes? No dudes en llamarme si algo pasa.
  - Espera, ¿puedes decirle a Esteban que nos vamos? Saluda a mis amigas de mi parte, no tengo ganas de presentarme ahí. Perdón, Pato.
  - Sí, ahora le digo. No te preocupes, no hay problema -lo saludé y esperé que venga Esteban. A los minutos apareció.
  - Amor, ¿que sucedió? -se acercó y acarició mi mejilla.
  - Nada, amor. No me siento bien. Quiero irme.
  - ¿Lloraste? -preguntó notando mis ojos rojos e hinchados.
  - La emoción del casamiento, amor -hice una mueca.
  - Bueno, amor. Vamos.

  Entramos al auto. Me prendí otro cigarrillo.

  - ¿Quieres?
  - Dame uno -aceptó. Saqué otro de mi atado y le di el encendedor junto con el cigarrillo para que lo prendiera.
  - Después pasemos por un kiosco. Es medianoche pero seguro que un 24hs está abierto. Voy a comprar otro.
  - Dale.

  Paró en uno, me bajé del auto y fui a comprar.

  - Buenas noches, un Philips Morris, por favor -dije buscando en mi cartera el dinero.
  - ¿Lu? -dijo el chico. Alcé la vista y lo vi.
  - ¡Agus! Amigo -me acerqué y lo abracé.
  - No supe nada más de vos. ¿Qué onda?
  - Me fui a Uruguay después de cortar con Guido. Allí conocí a un chico súper lindo, actualmente mi novio.
  - Pará, ¿cortaron con Guido?
  - Sí, larga historia. Otro día te cuento. Bueno che, ¿me das los cigarros?
  - Jaja, ¿fumas? No lo sabía -dijo buscando el atado.
  - Todos preguntan lo mismo, jaja. Sí, fumo.
  - Bueno, che. Nos vemos, amiga -dijo y le entregué el dinero.
  - Adiós -llegué al auto.
  - ¿Qué pasó que tardaste tanto? -preguntó Esteban encendiendo el auto.
  - Me encontré a un amigo y charlamos.

  Al día siguiente, nos levantamos a desayunar.

  - Hoy voy a comprar las cosas para decorar el lugar, amor.
  - Bueno, dale. Yo me quedo acá ordenando un poco.

  Narra Guido

  "No me vuelvas a ver" "Arruinarás todo"

  Esas palabras quedaron resonando en mi cabeza durante la noche.
  Cada vez la estaba perdiendo más. Soy un estúpido.
  Y ahora con la propuesta de casamiento del tarado, aún más la perdía. Se va a casar, siendo que podríamos nosotros estar preparando todo para el casamiento.
  En este momento me debe estar odiando. La entiendo.
  Creo que lo mejor será alejarme. Como ella dijo.

  Me levanté a las 5:30AM para preparar el bolso. A las 7AM a más tardar me pasarían a buscar.
  Una vez listo, cerré la casa y me fui hasta afuera. Justo llegaron. Me subí al micro y saludé a todos.

  - Eu, después paren en una estación de servicio. Tengo hambre, voy a comprar algo -dije mirando el celular.
  - Qué raro Guido con hambre -dijo Gastón. Lo miré y me burlé.

  Dos horas de viaje esperé para comer algo. Bajé y compré.
  Cuando salgo, estaba lloviznando. Qué bien. La suerte siempre gira a mi alrededor.

  Narra Lourdes

  Me estaba dirigiendo a un bazar. Allí compraría todo lo hace falta. Y después, iría al local a decorar.

  Entré, agarré un carro y comencé a mirar. Compré, porta retratros para poner las fotos que hacía así cuando vendría gente, vería mi trabajo. También compré un frasco para poner flores. Un porta lapiceras, un velador.
  Luego me fui a una librería. Allí compré dos carpetas A4, con un block de hojas, folios, lapiceras, marcadores, notas. Y todo lo demás como, abrochadora, perforadora, ya tenía.
  Por último, fui al estudio y empecé a decorar.
  El lugar estaba pintado de blanco, con muebles ya puestos. Estanterías de color negro. Tenía un escritorio. Había tornillos ya puestos en la pared para colgar los porta retratos. Tenía fotografías a mano. Entonces, las empecé a poner. Después de eso, me dediqué a ordenar mi escritorio. Puse las hojas en una de las carpetas. Luego seleccioné otra cantidad de fotos para ponerlas adentro de los folios. Y atrás de cada foto, iría la descripción de la misma.
  Buscando, encontré una que había sacado con Guido. Cada mano, representaba una mitad del corazón que habíamos formado. Eso describía por así decirlo, nuestro amor. Me dolía ver esa foto. Pero era parte de mi trabajo, así que la tenía que poner de todas maneras. Una vez terminado eso, decidí ubicar todos los útiles que compré, en el escritorio.

  Una vez de haber terminado con todo, saqué varias fotos con mi celular, para después mostrarle a Esteban, cómo había quedado todo.
  También tenía que pasar a buscar por casa todo mi equipo. Comprar lentes para la cámara nuevos e ir a hacer el cartel para ubicarlo en el frente.

  - Amor, llegué -dije entrando a casa y yendo directo a buscar lo que necesitaba. Entré a nuestra habitación y vi una escena que a nadie le hubiese gustado vivir. - ¡Maldito hijo de puta! ¿Cómo pudiste? ¡Me propusiste ayer casamiento, no entiendo nada! -le mostré el anillo. Había comenzado a llorar.
  - Pará, amor. No es lo que parece...
  - ¿¡Qué!? ¿Qué no es lo que parece? Entro con toda la felicidad del mundo y vos estás acá revolcándote con otra -lloraba cada vez más. - Viví esto ya varias veces. Es siempre lo mismo. ¡Y vos perra! Más te vale que vueles YA de acá -la maldita agarró sus cosas y se fue. Yo me tiré el suelo y comencé a llorar aún más desconsoladamente. - ¿¡Por qué, Esteban!? ¿Por qué? Confiaba en vos. Siempre en el papel fui la cornuda.
  - ¿Me puedes escuchar?
  - ¡En nuestra cama! Te la podrías haber llevado a un telo, mínimo, ¿no? Ya no tengo ánimos para nada. Andate, llévate tus cosas y andate al infierno. No te quiero volver a ver nunca más -me saqué el anillo, me levanté del suelo, fui hasta el gran ventanal y con todas mis fuerzas, lo tiré lo más lejos que pude. - Ahí tienes nuestro amor, se fue al carajo -ahora había comenzado a llorar él. - ¿Y tienes la caradurez de llorar? No te la puedo creer.
  - Yo te amo...
  - Uf, si habré escuchado eso... las veces que me lo dijeron y les di las mil y una oportunidades, y aún así me volvieron a cagar...

  Pasó una semana terrible. Esteban se había ido de casa. Ya no quería saber nada más de él. Yo no quería salir de mi casa.
  No quiero saber más nada de compromisos, nada. Para que me caguen, no gracias.
  Decidí disfrutar el momento, sin ataduras, sin nada.
  Ya no puedo confiar en nadie más. Ya no sé lo que es el amor.

  Tocaron la puerta. Fui a abrir y me encontré con Ámbar y Mel.

  - Amiga, no estás bien. Te dejaste llevar. Te olvidaste de vos, te descuidás. Estás muy mal. Por favor, arreglate. Vamos a salir. Lo necesitas -dijo Mel.
  - Haré lo que ustedes digan, siempre y cuando no me molesten.
  - Ay Dios. Lo que es esta casa, Lourdes -dijo Ámbar.

  Me fui a duchar. Luego de eso, me cambié, maquillé, perfumé y salí para el living. Veo y estaba todo limpio.

  - Gracias, chicas...
  - No hay de qué. Te amamos.

  Nos fuimos a un boliche. La única que la pasó bien fui yo. Las chicas, tomaron algunos tragos. Está bien, las entendía. Ámbar en dos meses se casa, y Mel ya tiene hijos, familia. Yo tomé, estuve con un chico...

  Me arrepiento de todo. Soy lo peor. La cagué mal. Lo único que necesito en este momento es a Guido.

Cicatrices 2 (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora