Capítulo 8

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  Narra Lourdes

  La presencia de Esteban en casa me había sorprendido. ¿A qué venía?

  - Hola, Lu -dijo y esbozó una sonrisa.
  - ¿Qué haces acá? -volví a preguntar.
  - Necesito de alguien para hablar... -dijo y parecía triste. Si bien, ya nada nos vinculaba a los dos, por más raro que pareciera, después de la separación, nos habíamos vuelto buenos amigos.
  - Pasá, hey -dije, pasó y cerré la puerta. - ¿Querés una birra? -asintió y fui a buscar otra a la heladera. - Vamos al balcón. -nos sentamos. - Ahora sí, ¿qué pasó?
  - Mamá está en las últimas -dijo y agachó su cabeza. Sentí una tristeza enorme cuando me contó eso. Con la mamá de él éramos muy unidas mientras nosotros estábamos juntos. Su madre padecía cáncer. Me acerqué a él y lo abracé. - Anoche la llevamos al hospital. Está grave. El médico nos dijo que pueden ser sus últimos días, tal vez semanas -dijo llorando. Me aferré aún más a él.
  - Tenés que mostrarte feliz ante ella, Esteban. Ella lo único que quiere es verte feliz. Le tienen que hacer pasar los mejores momentos de su vida. Háganle pasar días hermosos con tu papá. Si es necesario, me acercaré y estaré con ustedes.
  - Ella te quiere mucho a vos, Lu.
  - Lo sé. Por eso te digo todo esto. Yo también la quiero. Quiero que sepas que te voy a apoyar en lo que necesites. Sucede algo, y vos llámame. Yo voy a estar ahí, acompañándote.
  - Gracias por todo... -nos abrazamos una vez más y nos despedimos. Él se fue a su casa y yo me quedé en el balcón.

  Terminé mi última cerveza y me fui a dormir.

  La semana pasó de acá para allá. Estuve trabajando mucho en el estudio, había varias chicas que venían con sus madres para contratarme a mi para que les haga el book de los 15 y también para que vaya a la fiesta y que allí esté tomando fotos durante la noche.

  Ahora me estaba preparando para ir a la clínica. Salí de mi casa y emprendí viaje hasta allá.
  Cuando llegué, me senté a esperar. Los nervios me carcomían. No podía más.
  La decisión estaba tomada.
  Dijeron mi nombre y entré donde se encontraba el médico.

  - Primero siéntese que le voy a dar indicaciones y precauciones -hice lo que me indicó.

  Narra Guido

  - Te lo tengo que decir Guido. No lo puedo callar. No hay que permitir que cometa este error del que se podrá arrepentir -decía Ámbar y yo no entendía nada.
  - ¿De qué hablás? ¿Qué sucede?
  - Me dijo que no te diga nada, pero te lo tengo que decir.
  - ¿Podes hablar?
  - Lourdes está embarazada de hace dos semanas, casi tres. El hijo es tuyo. De cuando estuvieron juntos el día de mi casamiento... -dijo y entré en estado de shock. No lo podía creer. Por eso tantas preguntas de su parte. - Y quiere abortar -cuando dijo eso todo mi mundo se desmoronó. No caía en la realidad.
  - ¿¡Qué!? ¿Cómo? Ay Dios. ¿¡Por qué!?
  - Tenes que frenar que cometa eso. Tenía cita con el especialista en la clínica.
  - ¿Pero cómo puede hacer eso? Nuestro hijo... -lágrimas caían de mis ojos. Caminaba de un lado al otro con las manos que cubrían mi boca.
  - No quería que vos te enteres por miedo a que no la aceptes y la dejes sola. Ella tiene miedo. No puede asumir tanta responsabilidad. Pero estás vos para frenar que ella no haga eso. Por favor andá a la clínica. No la insultes te lo pido. Ni tampoco te enojes con ella -dijo eso y automáticamente salí para la clínica.

  En cinco minutos llegué. Entré rápidamente. Hasta que una secretaria me paró.

  - ¿A donde va señor?
  - A acompañar a mi novia -no di más explicaciones y seguí mi camino. Busqué con mi mirada entre tantas puertas y entré a una por instinto. Y ahí estaba. Cuando me vio, su semblante cambió. Estaban hablando con el especialista.
  - Guido... ¿qué haces acá? -dijo incómoda.
  - Necesitamos hablar... a solas -dije mirando al médico. Este automáticamente entendió y se retiró. - ¿Por qué me haces esto? -dije y gotas saladas inundaban mis ojos. - Una familia, mi amor. No lo podes hacer. Todo mi mundo se desmoronaría. No acepto que lo hagas. Nuestro bebé... por Dios, Lourdes. No cometas este error. Fruto de nuestro amor... te lo pido por lo que más quieras en este mundo. Por favor, no lo hagas. Nada les va a faltar. Vamos a ser felices, mi amor... -me acerqué hasta ella y me agaché. Acto seguido le toqué el vientre aún plano. Miles de sensaciones se apoderaron de mi cuerpo. Ella lloraba mientras tocaba mis manos. - Por favor...
  - No estoy lista para ser mamá en este momento de mi vida. Es mucho para mí...
  - Pero juntos vamos a salir adelante, mi vida... juntos, todo se puede... nuestro bebé, vos y yo. Yo tampoco estaba listo... Te amo tanto. Esta noticia fue lo mejor que me pasó... pero cuando Ámbar me contó lo que querías hacer, mi mundo se desmoronó. No entraba en sí. Lourdes, mi amor, no lo hagas...
  - No lo haré... -dijo secando sus lágrimas. Mis ojos se abrieron de una manera y mi sonrisa se alargó completamente.
  - ¿En serio?
  - Sí... ahora somos tres. Y vamos a remar esta situación, cueste lo que cueste -una sonrisa salió de sus labios. - Vamos a criar a nuestro bebé, juntos.
  - Te amo tanto, mi amor -dije y la besé. Como si no hubiera un mañana. Estaba tan feliz...

  Ella le explicó al médico especialista que no quería hacerlo. Él entendió y se puso feliz de que la haya hecho cambiar de opinión.

  Nos fuimos en mi auto hasta su casa. Llegamos y entramos.

  - Tenes que irte de acá. Para empezar, vamos a hacer la mudanza. Traemos todas tus cosas para nuestra casa -me acerqué a ella, la agarré de su cintura y la besé.
  - Mm, pero amor, ¿tan rápido?
  - Te quiero tener lo más rápido posible en casa. Los cachorros te extrañan -dije riendo. - y yo también... -me acarició el pelo y me besó.
  - Bueno, entonces vamos a empezar a empacar. Podemos comenzar con mi ropa. Mucho no hay para llevar, tengo algunas cajas que guardé cuando llegué.
  - Hey, no quiero que hagas esfuerzos. Recordá que tenes a un bebé ahí dentro -dije tocándole la panza.
  - Ay, Guido. No son muchas cosas pesadas. Dale, empecemos. Y sin reproches.

  Nos pasamos la tarde empacando su ropa, calzados y demás.
  Cuando terminamos con todo, llevamos las cosas al auto.

  - ¡Ay! -exclamó quejándose. Di la vuelta y vi que se estaba tocando la espalda.
  - ¿Qué pasó? -pregunté preocupado.
  - Nada, un dolor nada más. Ya pasó... voy a tomar agua -dijo y se dirigió a la cocina. Yo fui con ella.
  - El resto lo llevo yo. No hagas nada por favor.
  - Está bien.

  Terminé de llevar las cajas y nos pusimos a preparar algo para cenar.

  Cenamos tranquilos y en paz. Después, ella se fue a bañar. Me descambié y me metí yo detrás de ella.

  - Hey... -dijo cuando entré a la ducha.
  - Hola... -dije seductóramente. La besé y continuamos así por varios minutos.
  - Ya creo que deberíamos salir -dijo cerrando los grifos.
  - Me gustaba estar así.
  - Ajá. Pero no podemos -agarró su toalla y se cubrió el cuerpo. Salió del baño. Luego de unos segundos, salí yo también.

  Entré a la habitación y estaba en ropa interior.

  - Hay, mami... -dije mirándola de arriba abajo.
  - Bue... Gato a la vista -dijo riendo. Me saqué la toalla y me puse un bóxer. - Guidoconda a la vista... -dijo mirándome.
  - Me matás... -confesé mordiéndome el labio.

  Nos acostamos. Yo la tomé entre mis brazos y besé su cuello delicadamente.

  - Extrañaba tanto estar así con vos...
  - Pero seguramente ahogabas tus penas con minas de una noche, ¿o me equivoco? -preguntó y preferí no contestar nada. Después de un rato se durmió. Yo seguía pensando.

  Dentro de un tiempo seré papá... confieso que no estaba listo para esto. Pero, en la vida todo pasa. Y hay que asumir las responsabilidades. ¿Será nena o nene? No tenía preferencia, sinceramente lo que venga será la alegría de mi vida.
  Fruto de nuestro amor. Tendría a una personita para malcriar. Sería hermoso.
  Le toqué la panza a mi amor. Un ser que tiene apenas tres semanas. No vería la hora en que pase el tiempo así lo tendría en mis brazos.

Cicatrices 2 (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora