Capítulo 16

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Narra Lourdes

- ¿Cómo fue que me encontraste? -indagué a Noah ignorando por completo la pregunta de Guido.

- Eres la mujer de un cantante y músico de una banda muy reconocida por el país y alrededores. Sólo fueron falta un poco de movimientos y contactos -me respondió.

- Por lo que veo, sabes quién soy yo. Pero todavía, yo no sé quién eres tú. ¿Alguno me puede explicar? -dijo totalmente confundido.

- Soy Noah -dijo levantando un brazo a la altura del estómago, insinuando un apretón de manos. Segundos pasaron y no recibió lo que buscaba, así que regresó la mano al bolsillo de sus pantalones.

- Ahora te explico todo, Guido -dije girando mi torso completo hacia mi izquierda, mirándolo a los ojos. - Pero por favor déjame hablar con él a solas, ¿sí?

No dijo nada. Él sólo dio media vuelta y se fue. Salí de mi casa y cerré la puerta contra mi espalda.

- ¿Qué haces acá, Noah? ¿Puedo saber? -indago algo confundida. - Pensé que lo que tuvimos había acabado en sólo una noche.

- Quería... ¿verte? No sé. Después de un tiempo quería saber cómo estabas y eso. No porque quiera estar en la cama contigo. No, eso no.

- Noah, me complicas a mí. Porque yo ahora le tengo que explicar a Guido algo que para mí ya quedó en el pasado. Plena ruptura con mi ex, me la pasaba de boliche en boliche. No es algo de lo que me sienta orgullosa, aunque no puedo negar que soy joven y me vino bien salir. Pero aún así... no me gusta hablar de eso.

- Entonces... perdón por venir a molestar -dijo atinando a irse.

- No molestas... por lo menos eres diferente a los demás -y en eso estaba en lo correcto. Cualquier hombre hoy en día se presenta de esa manera buscando sexo, no otra cosa.

- Sí, eh... será mejor que me vaya. Nos vemos -me saludó y se fue.

Ahora, me tocaba explicarle todo a Guido. Uf, sería complicado.

Abro la puerta de entrada, me adentro a la casa y la cierro detrás de mí. Me dirijo hasta el living y no estaban allí. Seguramente estarían en nuestra habitación.

Subo las escaleras, doblo a mi derecha, luego vuelvo a doblar a mi izquierda y finalmente confirmo mi analogía.

Guido se encontraba acostado en nuestra cama y tenía a Sarah sobre su torso desnudo. Una imagen paternal que no borraría jamás de mi memoria.

Mi hombre era la persona más hermosa de este mundo. Estaba completamente enamorada de él. Y por más que peleáramos, mi amor aumentaba. La mejor familia la tenía yo.  Éramos muy unidos los tres. Nos amábamos entre los tres.

Dejando mi cursilería de lado, me adentro a la habitación y él gira su cabeza, encontrándonos y mirándonos a los ojos. Por cómo nos mirábamos, reflejábamos cuánto nos amábamos.

¡Dijiste que dejarías la cursilería, Lourdes!

Bueno, lo siento.

- ¿Me vas a explicar? -preguntó con calma.

- Así es... -me acerqué a la cama y me senté frente a él. Doblando las piernas como un indiecito.

Tomé aire y comencé a contarle la pequeña historia.

- No tienes por qué comenzar a armar una escena de celos porque esto pasó cuando tú y yo no estábamos juntos. Es parte del pasado. Mi presente son tú y Sarah -finalicé.

- Está bien. No diré nada -dijo mirando a nuestra hija.

- ¿Me la das? -asintió con la cabeza y me entregó a la nena. - Iré a cambiarla. Ya vuelvo.

Entré a su habitación y saqué lo necesario para limpiarla. La acosté y empecé a cambiarle su pañal.

- Genial mi vida. Ahora estás limpita -dije sonriendo mientras ella reía porque le hacía cosquillas en su panza. - Te amo, hija -dije y besé sus pómulos. - ¿Vamos con papá? -pregunté y sonrió. Eso debe de ser un sí.

- Volvieron -dijo y esbozó una sonrisa.

Le di a la niña y empezó a jugar con ella. Se reía y disfrutaba estar con su papá.

- Iré a hacer la merienda. Cuando esté lista los llamo -dije y me retiré de la habitación.

Llegué a la cocina y empecé a hacer la leche en polvo a Sarah. Puse en un biberón la leche y azúcar, cerré y comencé a agitar fuerte. Mientras preparaba a Guido y a mí un cappuccino. Puse el biberón en el microondas y dejé que se calentara.

Di media vuelta para poner los individuales sobre la mesa, pero mi acción se vio interrumpida porque un cuerpo grande obstruía mi paso.

- Quiero hablar contigo -dijo con un tono para nada feliz.

- ¿Y Sarah? -pregunté.

- En su cuna -respondió. Asentí y quedé con la mirada hacia el piso. - Bien, te quería pedir perdón por como te he tratado últimamente. No te lo mereces, eres única y no tienes la culpa de nada. Te traté mal y no debí hacerlo. Lo siento.

- Guido... es imposible enojarme contigo -dije dejando los individuales en la mesa. Acto seguido, saco el biberón del microondas y lo dejo en el lugar antes mencionado. - Entiendo si tienes celos, o lo que sea que te pase. Te conozco, demasiado a decir verdad -dije y los dos reímos. - Te amo.

- Yo también te amo -sonrió, me tomó de mi cintura y me atrajo hasta sus labios. Un llanto se oyó. Me separé de sus hermosos labios y me fui a ver qué le pasaba a Sarah. - Genial, momento romántico arruinado -oí decir y reí.

- Mi amor, ¿Qué pasa? ¿Tienes hambre? Vamos, te daré la leche -la tomé en mis brazos y me dirigí a la cocina.

- Pequeña diablilla, ¿debías llorar cuándo tus padres estaban en pleno beso romántico? -dijo haciéndole cosquillas a Sarah y le dio un pequeño pico.

- Con esa boca abarcas nariz, pómulos y labios de Sarah -dije riendo.

- Muy graciosa -rió y me besó en la frente.

Cicatrices 2 (Guido Sardelli)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora