Capítulo dedicado a mi amiga del alma y a una de las mejores escritoras que tengo la fortuna de conocer, ¡feliz cumpleaños adelantado, Nana!
Feliz día de los enamorados a quienes lo celebren. ❤❤
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Un sonido gutural hace su camino desde mi garganta hasta salir entre mis labios, me remuevo cual gusarapo sobre el delgado colchón en el que he estado durmiendo desde que llegué a esta habitación, es la tercera vez que me despierto en lo que lleva del día. En parte Guada tenía razón al decirme que viera esto como unas vacaciones, no me siento como si estuviese en cautiverio o algo por el estilo, o al menos no cómo lo relatan en las películas.
Tanto mis muñecas como mis tobillos están enrojecidos a causa de las ataduras, el dolor de espalda me está matando —tal vez tengo una cama pero no es mi cama—, en pocas palabras mi higiene personal se ha deteriorado. Le doy gracias a Dios que no ando con el periodo, no quiero ni imaginarme como sería eso.
Toda una escena del crimen, seguro.
Me siento y me ruedo hasta pegar mi espalda con la fría pared haciendo que los resortes suenen escandalosamente, arrugo la cara por el disgusto que eso me provoca. Desde mi actual posición tengo una amplia vista de la pequeña habitación en la que me encuentro, a mi izquierda —junto a la cabecera— hay una mesa de noche completamente vacía y a unos pocos metros de ella se encuentra un escritorio bastante antiguo e igualmente vacío. Hacia mi derecha, justo en el rincón hay un armario desmantelado —pintura desgastada y madera podrida—, y por último la puerta, pintada de un color rojo bastante peculiar, dando la sensación de que si la cruzas estás muerto.
Un escalofrío me recorre de pies a cabeza ante ese último pensamiento, no estoy preparada para dejar este mundo de mierda. No puedo hacerle esto a mi padre, no, él no se merece perder a alguien más; estoy segura de que me deben estar buscando porque no es propio de mí desaparecer sin avisar.
En teoría conozco a mis secuestradores, son mis amigos o eso creía... ¿serán capaces de hacerme daño?
Tal vez mi estadía aquí no es tortuosa pero hay algo que sé con certeza y es que del miedo soy cautiva las veinticuatro horas del día.
— Papá, Guido, chicos... por favor no se den por vencidos conmigo —digo entre el llanto que me ha invadido al recordar los casos de jóvenes desaparecidos que pasan en la tele.
[...]
— Despierta —demanda la voz de Ian, ácido como el limón—. No tengo todo el día, pastelito.
— Deja de ponerme apodos, imbécil —contesto con un notable enojo mientras me volteo en su dirección—.
— Cuando dejes de insultarme —sonríe como si hubiese ganado algo y yo solo quiero tumbarle los dientes de un puñetazo—.
Rechazo el impulso de idiotez y me contengo, de todas las personas que he conocido a lo largo de mi vida él es el menos predecible, quién sabe con qué me salga si llego a agredirlo. Nuevamente estoy atada pero esta vez no con cuerdas o sogas, para mí sorpresa ha utilizado trazos de seda —similar a una bufanda que le regalé a Guadalupe por su cumpleaños número dieciséis—, al terminar de hacer los nudos levanta mis manos a la altura de sus labios y deposita un suave beso en mis nudillos, me lleva todo mi autocontrol no saltarle encima y enseñarle el lado agresivo de ellos.
Sin más nada que hacer o decir me empuja levemente para que dé un paso al frente, lo cual hago sin dudar, y con un poco más de fuerza venda mis ojos. El apretón en mi hombro no se hace esperar lo que me indica que debo empezar a caminar si no quiero ser aporreada, Ian no es la persona más tolerante del planeta y lo descubrí de la peor manera posible.
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ESEN © (antes "nameless")
Teen FictionLía y Guido se conocen de toda la vida, ambos albergan sentimientos el uno por el otro y, como todos, tienen miedo al rechazo por lo que deciden ocultarse entre las sombras. Cada uno juega sus cartas a su antojo, nadando entre el silencio y los se...