Guido.
- ¡Guido! -gritan mis padres a la vez que yo corro hacia la casa de mi abuela en Maisenville.
Hemos llegado aquí junto al señor García, acompañados de la policía -mi hermana está custodiada en su auto-, uno de los oficiales se interpone en mi camino y la impotencia me consume una vez más.
Mi padre me agarra por el brazo y me abraza, alejándome de ahí.
El detective ordena una revisión del perímetro y él se encarga personalmente de sacar a Guadalupe de la parte trasera del auto. Avanza hacia la casa y juro que veo todo en cámara lenta, ella camina cabizbaja como si ahora que todo salió a la luz le diera vergüenza mirarnos, mi madre llora en el hombro de mi padre y el señor García solo observa todo como si tratara de memorizar su entorno antes de irse lejos, muy lejos de aquí.
El detective se asoma por la puerta y pronto tenemos a un policía frente a nosotros.
- Su presencia es requerida en la escena -dice y se hace a un lado-. Por favor acompáñenme -asiento y todos nos movemos-, ah... solo ellos dos.
La preocupación se hace notoria en los ojos de mis padres cuando el oficial hace referencia al padre de Lía y a mí. Antes de ir dentro de la casa me acerco a ellos y beso la mejilla de mi madre.
- Estaré bien.
Muy en el fondo sé que esas palabras son más para mí mismo que para ella.
Cuando estoy al pie de la puerta, dudo, veo al señor García algo encorvado hablando con el detective y puedo notar el esfuerzo que hace por contener las lágrimas; a mí izquierda encuentro a mi hermana sentada en una silla, siendo custodiada por uno de los patrulleros. Decido adentrarme a la casa y el sonido de mis pasos hace que levante la cabeza, sus ojos se encuentran con los míos e inmediatamente mi mandíbula se tensa y su expresión seria pasa a una burlona cuando una sonrisa -de labios sellados- se va formando lentamente en su rostro, ¿cómo esto le puede causar gracia?, ¿está tan mal de la cabeza?
Aprieto las manos en forma de puños y con una sensación de molestia creciendo en mi pecho me alejo de ella. No necesito esto ahora.
Me sumo a la conversación del detective y el viejo García, al parecer quiere que inspeccionemos un poco los sitios donde tuvieron a Lía para ver si dejó alguna pista. Dijo que al ser los más allegados, somos quienes la conocemos más y podremos acercarnos fácilmente a lo que sería "pensar como ella".
- Entiendo su punto -le digo estando solos en el sótano- pero... ¿no cree que es inútil? Es decir, ella no habría podido dejar una pista, si lo que dijo Guadalupe es cierto: ella ni sabía que se la iban a llevar.
- Sé que esto es difícil de asimilar, muchacho -contesta él y me entrega unos guantes de látex- pero en estos casos cualquier cosa es necesaria para dar con el paradero de la víctima.
- 'Víctima' -repito con amargura-. Lo hace sonar como si estuviera muerta.
El detective me mira por unos segundos, no dice nada y empieza a mover cajas en busca de algo. Eventualmente yo hago lo mismo.
[...]
Le sonrío a mi madre cuando la veo recostada sobre el capó del carro mordiéndose las uñas, ella no me la devuelve, sabe que solo la estoy tranquilizando.
El señor García llega a mi lado y suspira pesadamente: no hemos encontrado nada. Durante todo esto no hemos cruzado muchas palabras, una que otra mirada y palmadas en el hombro, y sé que eso es suficiente para él. Realmente, hablar sobre Lía hace que el oxígeno se vaya porque es como si nos estuviéramos dando por vencidos y fuésemos a creer que ella no va a volver; así es como lo siento yo y creo que su padre comparte el sentimiento.
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ESEN © (antes "nameless")
Fiksi RemajaLía y Guido se conocen de toda la vida, ambos albergan sentimientos el uno por el otro y, como todos, tienen miedo al rechazo por lo que deciden ocultarse entre las sombras. Cada uno juega sus cartas a su antojo, nadando entre el silencio y los se...