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Doblo las sábanas una por una y las coloco donde las encontré en un principio, no estoy segura de porqué lo hago pero siento que es una manera de borrar mis huellas. Ellos no pueden saber que estuve aquí.

Además, me ayuda a pensar pues no sé qué haré ahora.

Guardo los papelitos con los mensajes de Ian en los bolsillos de la sudadera —por alguna extraña razón sus palabras me hacen sentir a salvo— y cuento mis pasos en reversa hasta llegar a la cocina, abro la heladera y saco lo último que queda para luego dejarla en su escondite. Estando cerca de la puerta doy un último vistazo para cerciorarme de que todo está en su lugar. Respiro profundo. Y salgo.

El clima está algo extraño, no puedo decir si va a llover o no, y el silencio es inquietante pero ni así me detendré. No tengo tiempo para dudar.

No tengo tiempo. Y punto.

Aprieto el cordón de la sudadera para evitar que se vaya a caer y a pies descalzos me mezclo una vez más entre los árboles, no tengo la menor idea de a dónde voy y tampoco me importa perderme mientras pueda alejarme del radar de los chiflados.

Al pensar en Guada y Esteban recuerdo brevemente la escena sangrienta de ayer, mi pecho duele ante los sucesos pero entonces, recuerdo la figura de Ian toda agitada con su pelo revuelto, mirándome con desespero y una pizca de miedo.

— No dejaré que tu sacrificio sea en vano. Te lo juro.

Susurro esa promesa a la nada. Provocando un ligero eco.

Y con la sangre acumulándose en mi cara por la rabia súbita, avanzo con rapidez por el camino desconocido que encuentran mis ojos.

[...]

La temperatura ha bajado notablemente. Me abrazo a mí misma mientras me desplomo sobre las hojas secas debajo de un árbol. Al estar sentada como indio puedo ver con más claridad el estado de mis pies, me duelen y es a causa de ampollas y cortadas.

Me hago un ovillo cuando el viento sopla violentamente. Ahora estoy más segura que nunca que va a llover. Respiro erráticamente ante el miedo que surca mi cuerpo ante las posibilidades de quedar atrapada en medio del bosque, pronto la ola de emociones me consume.

Lo dejo salir todo. Lloro como un bebé y no me importa hacer ruido.

Porque ahora más que nunca siento que no podré volver a casa. Y, en silencio, me disculpo con mi padre por darme por vencida tan rápido.

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⏰ Última actualización: Nov 29, 2019 ⏰

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