"Porque el amor es la toxina más peligrosa que se ha visto en este mundo".
Las palabras de Esteban retumban en mi mente desde la última vez que lo vi, tengo la sensación de que esa noche no solo fue reveladora para mí sino también para él.
El sonido de la puerta al abrirse hace que me encoja en mi lugar, Ian -quien se ha vuelto mi cuidador desde aquel día- baja los pocos escalones que nos separan, trae la comida que me corresponde hoy, su expresión facial es dura y grotesca como de costumbre, sus ojos fríos causan un leve miedo en mí pero su sonrisa lasciva me lo espanta con la repulsión.
- Servicio al sótano -pronuncia con altivez al patear mis pies descalzos.
Solo consigo mirarlo unos segundos antes de pegar un respingo cuando tira de las cadenas alrededor de mis tobillos, jadeo del dolor por el golpe que he recibido en la cabeza con el asfalto.
Bastardo.
Se ríe con desdén, casi como si mi sufrimiento ya no le fuera placentero. Se agacha y me mira con superioridad.
- Sabes... por poco y me das pena.
Dichas esas palabras sujeta las cadenas una vez más con su mano libre y me arrastra en dirección a unas cajas, ya ni me molesto en forcejear. Aprendí -a las malas- a no desperdiciar la poca energía que tengo, además, él no lo vale.
Nos detenemos y lo pierdo de vista por un momento, al regresar me toma firmemente por los hombros y me endereza para dejarme sentada contra las cajas -las cuáles ya sé que no están vacías, de lo contrario no sostendrían mi peso-, trae una silla y se acomoda frente a mí. Coloca la bandeja en sus piernas, sostiene la cuchara, coge un poco de lo que parece ser arroz, y la lleva a su boca.
Mi ceño se frunce inmediatamente lo cual provoca que su sonrisa se ensanche.
- No me digas -puedo palpar la burla en su voz-, ¿creíste que era para ti? Lo siento pero, después de ver el resto de bandejas amontonadas -señala por encima de su hombro-, te mereces un castigo.
¿Me estás jodiendo?
- La verdad -habla con comida en la boca- pensé que tú más que nadie entendería el valor de un plato de comida. Ya sabes... por los niños hambrientos y eso.
Tienes que estar bromeando...
Lo miro sin entender a qué viene su actitud de magnate que quiere entrenar a la mujer que tiene cautiva para que se convierta en una sumisa, sé que no soy quién para ponerme quisquillosa con la comida y en su lugar debo estar agradecida porque al menos me alimenten pero ¡es asquerosa! Pareciera que han tirado la toalla en cuanto a cocinar se refiere y optaron por comer enlatados caducados.
Resoplo enojada al notar que hace caras en un intento por provocarme. Si pudiera ser un dibujo animado en este instante, sería el toro que está apunto de clavar su cuerno en la yugular de su torero.
- Cálmate, gatita. Te voy a dejar, no te preocupes.
- No me llames así, imbécil.
- ¡Al fin! -dice con una alegría que jamás le vi mostrar en mi vida- aunque haya sido para insultarme, es bueno escuchar tu voz... gatita.
Dejo que mis ojos hablen por mí y al parecer capta el mensaje.
- ¿Te vas a callar, de nuevo? Qué haces, ¿una huelga para que te liberemos? -se reclina en la silla y hace la bandeja a un lado, el plato medio vacío- entiendo que esto no te guste, es decir, a mí tampoco me agrada la idea de estar aquí todo el tiempo. Extraño mi cama ¿sabes? Pero no te cuesta nada cooperar o comer al menos.
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ESEN © (antes "nameless")
Teen FictionLía y Guido se conocen de toda la vida, ambos albergan sentimientos el uno por el otro y, como todos, tienen miedo al rechazo por lo que deciden ocultarse entre las sombras. Cada uno juega sus cartas a su antojo, nadando entre el silencio y los se...