Capítulo 53

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Si bueno no podía ser tan mala persona para dejarlas así. Así que aquí les dejo un pequeño capítulo espero y les guste; ahora si a mis vacaciones ;) !!

Se me quedó mirando, era una mirada extraña, estaba entre la frustración y la angustia. Pero enseguida salió detrás de Sharon. Entonces me quedé sola.

Las lágrimas no se cansaban de salir y parecía como si nunca se acabaran, esto no debió de haber terminado así, ni siquiera debió tener comienzo.

Me quedé en inmóvil durante un par de minutos y luego, miré a mi alrededor, ya no volvería a ver a Louis y no había tenido la oportunidad de decirle adiós. Busqué con la mirada algún cuadernillo y divisé una hoja encima de su escritorio; tomé un bolígrafo y garabateé sobre el papel en trazos largos:

Me lo dijiste, lo sé.
Disculpa todo el daño que hice, que le hice a ella. Era lo que menos hubiera querido que pasara. Agradezco todo lo que hiciste por mí, gracias por entenderme.
Fuiste mi mejor amigo y nunca voy a olvidarte.
Perdóname.
Te quiero.
_______

Lo dejé sobre su cama y luego, con un nuevo dolor en el pecho, salí de aquella habitación. Me deslicé como ánima en pena escaleras abajo y cuando bajé a la sala para cruzarla y llegar hasta la puerta, la mirada de la madre de Louis me detuvo.

-¿Estás bien? -me preguntó.

Mantuve mi mirada baja, avergonzada y negué con la cabeza.

-¿Quieres una taza de té? -me ofreció, afable.
-Tengo que irme, se me hace tarde. Gracias de todos modos -musité e intenté dar el primer paso hacía la puerta.
-Antes de que te vayas -dijo-, quisiera decirte algo -me detuve y giré sobre mis talones, despacio, la miré.

Su rostro, dulce como el de toda madre, tenía un tono rosado en las mejillas, como un durazno. Su cabello era igual de liso que el de Louis y del mismo color castaño que el de Liam. Me sonrió.

-La traición es algo muy fuerte -musitó, acercándose y la miré con ojos asustados. Ella rió-. Aquí las paredes no son muy sólidas -explicó-. Además uno intuye cosas cuando las ve salir por la puerta, llorando.

Me sentí más avergonzada que antes y bajé la mirada.

-Lo que quiero decirte -me levantó el mentón, con delicadeza-, es que la traición puede llegar a ser muy dura, muy profunda, viniendo de una persona a la que se quiere. Pero, más allá, el amor es más profundo y fuerte.

Me le quedé mirando, confundida, ¿qué era lo que me estaba diciendo? Sollocé.

-Cariño -ella vio la confusión en mi rostro, tan palpable como mis lágrimas-. ¿Tú amas a mi hijo, Liam? -se me paró el corazón, pero antes de que pudiera contestarle, ella siguió hablando- Sharon es una muy buena chica, trabajadora, educada, bonita; me gusta que Liam salga con ella. Pero no se trata de lo que me guste a mi o al resto de la sociedad, se trata de la felicidad de mi hijo. Todos cometemos errores, cariño. Pero siempre recuerda que el amor tiene mucho más fuerza que cualquier otro poder en el mundo y al final de cuentas, aquellos errores, son los peldaños de una escalera que nos lleva a nuestro destino.

El silencio me rozó con el aire, quise asimilar y comprender, una por una sus palabras. Ella me sonrió.

-Buen viaje -me acarició la mejilla.
-Gracias -musité, más confundida que antes.

Salí por la puerta y el corazón se me encogió de angustia, una vez más. ¿Cómo iría de nuevo hasta el departamento? Louis se había ido con Sharon y yo, difícilmente recordaba el camino. A pie haría más de treinta minutos, si es que llegaba.

Era el colmo de mis desgracias.

Comencé a caminar, dejando atrás la bonita casa blanca en la que antes había estado. Esperaba que Sharon se encontrara bien, en el sentido de que estuviera segura con Louis. Sabía que yo la había destrozado y eso era algo que jamás me perdonaría.

Mientras caminaba, las palabras de Denisse, la madre de Louis, vinieron a mi mente, entre tanto que mis mejillas seguían húmedas y mis ojos tercos a seguir derramando su dolor.

¿Ella creía acaso que Sharon no hacía del todo feliz a Liam? Era su madre, y una madre -queramos o no- siempre, tiene la razón. Ella me estaba dando una esperanza, debajo de sus palabras, había una. Pero justo ahora todo mi cielo se había vuelto gris, casi negro, y toda esperanza parecía carecer de sentido y significado.

Caminé por un buen rato, indecisa de ir o no por algunas calles, pero al final, divisé el edificio y por primera vez en todo el día, sentí alivio. Cuando me hube adentrado hasta llegar al departamento, lo primero que hice fue ver la hora, faltaban quince minutos para las diez de la mañana. Tenía el tiempo suficiente para hacer una última cosa.

Arranqué una hoja del cuadernillo que Sharon tenía sobre la mesa de centro y me senté a la mesa a escribir. A lo mejor era estú'pido dejarle una nota, pero tampoco podía irme así nada más.

El Manual de lo Prohibido | L.P |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora