capitulo 1

899 35 1
                                    


El viaje de regreso a la casa del lago ha sido largo, mi mente está llena de recuerdos de la infancia al lado de mi amiga Samanta y sobre todo de su hermanastro, el aroma del bosque me dice que ya estamos más cerca y me hace abrir los ojos, puedo ver la montaña a lo lejos y atrás de la gran casa el resplandor del agua, estoy muy emocionada, me bajo del carro corriendo en cuanto se estaciona, corro buscándolo, rodeo la casa para llegar al gran salón, donde estoy casi segura que ahí estará tocando el piano, ya puedo escuchar la hermosa melodía... me detengo en la puerta, y ahí está él... tengo miedo de interrumpir y además los nervios no me dejan seguir, mis pies se han pegado al piso, de repente se detiene y voltea a verme... ¡es tan atractivo! con sus ojos oscuros me mira y el tiempo se detiene, su sonrisa hace que mi corazón golpetee fuerte dentro de mi pecho, hasta creo que lo puede escuchar porque su sonrisa se hace más grande y me invita a entrar con un movimiento de su mano y me acerco.

-estaba esperándote- me susurra mientras rodea mi cintura, siento que el piso desaparece debajo de nosotros cuando sus labios acarician los míos... sus palabras son tan dulces... -te amo... Anabeth...Anabeth.

-Anabeth... ¡Anabeth!... despierta – la sacudía Samanta -señor ¿cuánto lleva dormida? -pregunto al chofer que bajaba las maletas del auto –no hace mucho... unos 10 minutos.

- ¡Anabeth! –le dijo con voz más fuerte, sacudiéndola, hasta entonces empezó abrir los ojos - ¿Samanta? -le dijo con los ojos entrecerrados, despertando de su sueño -¡claro que soy yo... ¡¿a quién más esperabas?

-se llevó la mano a la frente –ha sido un sueño- murmuro con gran pesar, de repente recordó a su amiga.

- ¡oh, Samanta! - le dijo emocionada saliendo al fin del auto –disculpa, ha sido un viaje muy largo, el cansancio me venció –se dieron un fuerte abrazo, juntas entraron a la gran casa, todo era justo como lo recordaba sobre todo el olor a pino y cedro.

- ¿y qué te parece?

-hermosa, como siempre.

Se encaminaron a la terraza que daba al lago y la montaña, ya les tenían preparado el café, se sentaron en silencio, después de darle un sorbo a su café Samanta quiso hablar de lo ocurrido con ella.

-Anabeth... ¿cómo has estado? ...no me quede cómoda dejándote sola en Los Ángeles.

-pues... estas semanas, me sirvieron para procesar lo ocurrido, mis tíos me han hecho mucha falta, eran mi única familia.

-ahora tu familia somos nosotros, que... aunque también somos pocos te queremos mucho- le recordó viéndola con ternura –por ahora mis papas están de viaje... como siempre, pero te mandan muchos saludos.

- ¡gracias Sam! yo también los quiero mucho, y los he extrañado.

-nos haremos muy buena compañía, ya que mi hermano se la pasa en el trabajo y no sé qué más cosas... apenas y lo veo, estoy mucho tiempo sola- el corazón le empezó a golpear muy fuerte y las manos le empezaron a sudar, solo oírlo mencionar la ponía nerviosa, ya no veía la hora de poder estar frente a él, tenía cinco años que no lo veía, cinco años en los que había madurado, y en los cuales solo había pensado en secreto en un solo hombre... él.

-te quedaste muda – la trajo de nuevo la voz de Samanta

-lo siento –le quito la taza que tenía en las manos –ven, vamos a la habitación que dispuse para ti, necesitas descansar.

-Sam, ¿y cómo esta él?

-Bueno... tiene sus días buenos en los que parece que está totalmente recuperado, pero hay veces en los que se encierra en su cuarto deprimido o se va toda la noche y regresa borracho... hablándole a ella -le respondió Samanta con tono de preocupación -le pide que regrese y le reclama haberlo dejado aquí, su muerte Beth, no la supera.

Mi HermosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora