Prologo

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—Entonces ya está decidido— Oí decir a mi padre hacia  el temible hombre que se encontraba sentado justo frente a nosotros. Vestía unas elegantes ropas blancas dignas de la realeza.

Mi querida Bodemía, un país hermoso, dotado de recursos, tales como playas, bosques con abundante vegetación y animales, nuestro volcán símbolo máximo de nuestro país, amo este país, pero... se encuentra en guerra hace 187 años con los únicos 3 países con los que limitamos. Témpana, Altrima y Sargaria, y cabe sumarle que estamos aislados del resto del mundo.

Muchas veces he oído a mi padre decir que otros países han querido hacer contacto con nosotros, pero nuestros gobernantes no han accedido. Es lamentable decir que fue mi nación quien impulsó la guerra, el tátara abuelo del actual Rey fue quien impulsó la guerra para conquistar a Témpana, Altrima y Sargaria. La cual guerra que ha perdurado durante tantos años sin paz y que el tirano que se encuentra delante de mí, solo desea poder sin importarle nada.

Miré a mi padre saliendo de mis pensamientos, y dirigí mi vista hacia el rey, la reina y quien en un futuro sería mi esposo. Mi padre estaba firmando un contrato en el que establecía que a la edad de 17 años yo debía casarme con el príncipe

—Papi, no, no quiero—me atreví a hablar moviendo tirando de la manga de mi progenitor, el Coronel Adio, un noble muy respetado que peleaba con orgullo cada batalla, como si esto trajera algo más que no fuera solo fuera muerte.

— Halia calla—me reprimió mi padre con tono militar. Mientras el rey solo esperaba que se firmara el documento.

—Agrega al contrato, que si la señorita Menfis se niega a casarse con mi hijo a la debida edad, se considerará como traición y será ejecutada—sentenció con voz firme el rey mirando como su subordinado agregaba lo dicho al papiro.

Me quedé callada y me acurruqué en el regazo  de papá. Ese hombre me daba muchísimo miedo

—También agrega que pase lo que pase este contrato no podrá ser anulado, aunque ellos no quieran casarse o yo deje de ser rey, no se puede romper— y dicho eso se firmó mi sentencia.

Miré a mi madre rogándole que hiciera algo, pero ella mantenía la mirada firme al frente. Cohibida mire hacia el frente, el príncipe Keelan me miraba divertido, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. Yo fruncí el ceño, deseando borrarle esa sonrisa de un buen golpe.

Luego de una breve charla y habiendo ultimado detalles, nos retiramos de la sala haciendo la reverencia al rey que acostumbrábamos  y salimos del palacio. Subimos al carruaje dispuestos a dirigirnos a nuestro hogar, y cuando por fin nos alejamos del castillo me dispuse a hablar.

—¿Porqué me han hecho esto!?—grite haciendo un enorme berrinche teniendo 5 años, cualquiera haría lo mismo— ¡Mami no tolero al príncipe, no me quiero casar con él!— lloré provocando que el rostro de papá se llenara de frustración —¡Lo odio!— sentencie cruzándome de brazos

—Halia. No podíamos negarnos a la petición del rey.—me miró con algo de culpa—Además, no será tan malo, creo que con el tiempo te llegaras a enamorar de él...-no terminó de hablar porque mi padre la interrumpió.

—Casarte con el príncipe será una bendición para nuestra familia. Todos debemos hacer sacrificios, es por el bien familiar— me respondía mientras miraba a mi madre— No importa lo que digas, te casarás con él, te convertirás en reina ¿Qué niña no quiere convertirse en una?

Yo lo miré ofendida, yo no quería convertirme en una.

—Yo no papi—bufé al ver que no me haría caso diga lo que diga, furiosa le grite algo que en verdad no sentía y no debía decir, pero me dejé llevar por el enojo del momento.— ¡Te odio! ¡Eres tan horrible como el príncipe!, ¡ojala los dioses me dieran otros padres!.

¡No seré tu princesa! | Universo compartido #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora