Parte I

74 5 0
                                    


I

Año 1870 D.C

Pasan las horas y yo aún sigo pensando en las probabilidades de que todo acabe mal. Era mi mentira frente la idea de que obtendría ganancias de un anciano moribundo que no poseía heredero alguno, solo yo, un chico de veinte años que nacido en la miseria  escaló cual gusano con artimañas para alcanzar una posición de consejero para un hombre despreciable como lo es este.

Me hace una seña y yo camino hasta la cama apretando constantemente las manos. Me agacho y escuchó con atención lo que tiene que decir.

- Es todo...-murmura- ...esto es todo muchacho...la vida es esto...-me entrega un papel- ... ¿Que puede ser si no?

- Señor...

- Te dejo...-su voz se agravó-...te dejo lo que poseo, incluso lo que no.

- Usted ha cuidado de mí y yo le debo mucho a causa de  lo que me ha entregado-digo apretando su mano con fuerza.

- Mi querido Gabriel...

El último aliento saliendo de su boca y mi nombre pronunciado por los labios de un anciano. Podría decir que he vivido lo suficiente como para no conmoverme con esta detalla situación, incluso cuando no hay una lágrima de adiós, está la idea de que todo quede ahí entre un sí y un no.

Tome entre mis manos el papel y leí con cuidado el testamento, donde queda detallado que sus bienes me pertenecían, incluso aquello que no era del viejo y que ahora llevaría el nombre de "Gabriel Von Steinheil" como una vez quiso la prostituta de mi madre.

Camine silencioso hasta la puerta y deje que los médicos de cabecera del hombre jugarán con el cuerpo inerte del anciano. Éramos más civilizados, eso se podía observar desde la última época, ahora ya no nos cortábamos en pedazos para ver lo que ocultaba el interior de nuestras vísceras. 

- Señor Gabriel- musito tímidamente la mucama que esperaba paciente en el pasillo- el señor Angus espera por usted en la sala de reuniones.

Las miradas me fascinaban , pero no entendía el "por qué". Incluso cuando retrocedía mentalmente, buscando algo entre mis memorias pasadas, volvía encontrarme una y otra vez con las miradas de mujeres que se repetían con un único patrón pero que no lograban otorgarme información suficiente para encontrarle  un significado a esta  nueva vida.

- Mi querido amigo Angus ¿En qué puedo servirte?- dije observándolo fijamente.

- Supe que Jean Baptiste ha muerto-mencionó levantando la copa de brandy que alguna de mis nuevas doncellas le sirvió- Me parece interesante, aun mas , saber que eres el nuevo dueño de las explanadas y las minas que ha dejado el anciano...-bebió- a tu salud mi nuevo amigo multimillonario.

- He de pensar que no has venido solo a felicitarme- exhale tomando asiento- ¿Que te trae a mis tierras?

- Eso es lo que me gusta de ti- señaló dejando la copa en una pequeña mesa- directo al punto que nos convoca. Soy un hombre de palabra y como dije con anterioridad, la noticia de la muerte de Jean Baptiste era algo de esperar con su clara enfermedad, he venido a cerrar los tratos que el difunto no alcanzó a sellar...así también vengo a invitarte a mi boda. 

- Vaya, vaya, vaya- sonreí- tu, hombre de mujeres, ¿Te casaras?- pregunté incrédulo.

- Créelo, esa chica vale millones y tú sabes los tratos son tratos amigo mío.


Angus Struve, un amigo que conocí mientras estudiaba los negocios del viejo en Alemania, se caracterizaba por su galantería y la forma de seducir a mujeres en Europa. Su padre era un magnate ya fallecido que le otorgó poder sobre sus múltiples negocios y que dejó como heredero a su único hijo varón. En ocasiones era tan avaro como su falleció padre y en otras tan estúpido como su difunta madre, que pensaba que el amor lo curaba todo.

Tomó asiento y sin dejarme hablar pronunció la palabra mágica "Diversión". Era básicamente un hombre de jolgorios mezclado entre piratería y prostitutas, que solo buscaban una parte del botín de Angus Struve.

- La fiesta de ceremonia será en la gran Basílica y he pensado que tú seas mi padrino, ya sabes como muestra de gratitud- sonrió.

- Sinceramente me halagas con tu ofrecimiento, pero tú sabes que yo no soy de iglesias- conteste haciendo una mueca- y  creo que tú tampoco.

- Solo ven y diviértete- se levantó repentinamente- esta noche en el salón tendremos la presentación de los novios- musitó en tono burlesco- no te quitará más de una hora y luego podrás volver a tu nueva vida, mi querido Gabriel Von Steinheil.


Los mejores trajes, las mejores mujeres, la exquisita elite y la música con los mejores tragos y comida daban un aire de renacimiento al olvidado salón. No es preciso relatar cómo es la vida de un rico, pero si es necesario alardear de la belleza que puedes encontrar repentinamente. Mientras el padre de la novia alzaba su copa, y los futuros esposos simulaban felicidad, entre la muchedumbre, justo en ese preciso instante, una mujer de rasgos bien distinguidos, me observaba y yo a ella.

Su mirada, podría decirlo como un poema, era única entre muchas otras que había observado, sin embargo no llegaría a recalcar que eran los ojos de mis vidas pasadas, aun así continuamos la insinuación. Cuando Angus tomó la palabra, ella desapareció entre la multitud y dejo en mí un aire de misterio.

El salud, el baile y las conversaciones triviales de aquellas horribles personas  solo me obligaban a refugiarme a las afueras del gran salón, donde en una pequeña banca, bajo la luz de la luna llena, la silueta de aquella mujer me esperaba impaciente.

Me aproximé con el brandy en la mano y prepare mi juvenil figura para una noche que podría ser la más larga. Tome asiento ante la mirada de un alma más madura que la mía. Lucía un vestido color azul marino que resaltaba la palidez de su piel y llevaba un peinado bastante simple para una mujer de su edad.

- Me sorprende que tu marido no haya venido a buscarte para bailar- dije bebiendo un sorbo.

- Qué hombre más galante sería si él estuviera vivo, pero como veras una viuda aún puede valerse por sí misma- sonrió coquetamente- Soy Ann Mary viuda de Alexander Figari-dijo estirando su mano.

- Un placer mi dama-bese aquella suave mano, mientras sonreía- jamás había visto mujer más bella...

- No, no, no...mi caballero-interrumpió- yo me sé todos los trucos de los hombres, no olvide que yo le doblo la edad señor Von Steinheil y aunque no lo crea mi marido me enseño muy bien cómo defenderme de seres como usted.

- He de suponer que mi querido amigo Angus tuvo que ver en la presentación de mi persona hacia los demás- dije riendo, mientras ella retocaba su cabello.

- Jean Baptiste era un hombre bastante codicioso y tenía una riqueza inconmensurable, pero entre nos mi querido Gabriel, el jamás conoció la vida como tú o como yo- se aproximó- se tus orígenes y sé también cómo llegaste a la cima...nada es fácil para nosotros que provenimos de la podredumbre

- ¿Cómo es que alguien tan interesante se ha cruzado en mi camino?- pregunte deslizando mi mano por su mejilla- las mujeres como tú no se ven todos los días.

- Yo, llevo la experiencia a cuesta mi querido Gabriel y supongo que tú quieres un poco de ella.

Sus labios y los míos llegaron a un punto, donde la pasión era lo carnal de aquel memorable momento. Su perfume era perfecto e incluso la manera en que lograba seducirme era magnífica como para perder la cabeza.

Ella se levantó y tomo mi mano. Caminamos por entre las personas que bailaban en la terraza y me guió directo a la trampa, donde su silueta desnuda a tenue luz me cautivo. Ann Mary, mujer de cuarenta años, lucía hermosa sobre la cama y yo admiraba esa desinhibición con tal brutalidad que deseoso la quise como mi mujer para el resto de la vida 

Hilo DoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora