1.2.- Preludio: Injuria

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Últimos bocetos de los personajes.
Canciones que he escuchado últimamente para inspirarme: "Cartouche" (Male version) y "Dancer and the moon".

 Canciones que he escuchado últimamente para inspirarme: "Cartouche" (Male version) y "Dancer and the moon"

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—Mara —dijo el hombre de brazos cruzados y mirada reprobatoria—, llegáis tarde

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—Mara —dijo el hombre de brazos cruzados y mirada reprobatoria—, llegáis tarde. ¿Sois acaso conscientes de la cuantiosa suma de preparativos que han de realizarse antes del atardecer?

La jovencita, quien se había desprendido ya de su hiyab y de la enorme sonrisa con la que había atravesado el umbral de la puerta de entrada, se veía ahora avergonzada. Sus ojos, a punto de romper en cientos de lágrimas saladas como el mar, desprendían aflicción y pesadumbre.
No era que su padre fuese un mal hombre, ni mucho menos un controlador; mas si algo lo caracterizaba era su inmensa tozudez e infinita obsesión por seguir ciertas pautas establecidas en el hogar, entre ellas llegar a tiempo en el mediodía para compartir la exquisita cocina de su esposa, más serena aunque un tanto perfeccionista y permisiva en menor medida que su marido.

—Me disculpo, padre. Perdimos la noción del tiempo. Sé lo importantes que son las celebraciones y sus preparativos, no volverá a suceder.

Quizá el problema de la pobre Mara era que ella era demasiado obediente y bondadosa en extremo, y aquello provocaba celos entre todas las jovencitas de su edad; inclusive en su hermana mayor, quien poseía cuerpo, mas no el pensar de una mujer adulta hecha y derecha. Y ahí estaba la pequeña de las dos: encogida, a punto de llorar y con la cabeza gacha, como un perro domesticado ante su amo con el rabo entre las piernas.

La dureza en la mirada oliva de su progenitor se suavizó, dulcificándose.

—Oh, Señor, soy demasiado bueno —suspiró éste, frotándose la cara bronceada con sus inmensas manos—. Está bien, Mara, te eximo de tu castigo, pero sólo por esta vez.

Aquellas palabras bastaron para que el rostro de la interpelada se iluminase y se fundiera en un abrazo bestial, prácticente derribando al adulto.

Nepharikuma: Todos hemos estado en la luz alguna vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora