Con el tiempo, el roce hizo el cariño, y del cariño se hizo el amor. Los meses que habían pasado en la cabaña de madera de forma clandestina los había unido de tal forma que, incluso si lo único que inundaba el aire se trataba del más puro silencio, se sentían cómodos por la compañía que recíprocamente se brindaban. En aquel momento sus vidas se unían en ese mismo lugar con aroma a diferentes maderas y olores del bosque, y afloraban nuevos momentos y explicaciones sobre las diferentes razas y las falsas creencias humanas.
—No te preocupes. En cuanto traten contigo les encantarás —Sonrió el moreno de ojos grises.
—No mientas, Reddoma.
La mujer de vestimenta gótica romántica torció el gesto en una mueca que rozaba entre el miedo y el disgusto. Los padres de su "alfa" eran increíblemente estrictos. Ella lo sabía, más todavía por el hecho de que podía leerle la mente tanto a su pareja como a sus progenitores o a cualquier otro ser.
Jossuah exhaló un suspiro de rendición. Los hombros se aflojaron bajo su áspera y fiel capa de combate, y la insignia dorada que la sostenía centelleaba, burlándose de las adversidades presentes.
El jóven se dispuso a tocar la puerta anaranjada, mas ésta se abrió repentinamente. La mujer asiática dirigía su vista hacia atrás, ignorando a los visitantes.—No se, Shon, voy a ver quién es. Te digo que he oído algo fuera... ¡Diablos, replica lo que quieras, cascarrabias!
—Cualquiera diría que habéis sido criada en la clase noble, madre —Se rió Jossuah a modo de saludo.
—Oh, ¡hijo mío! Disculpad mis modales, pero a veces vuestro padre... —Meneo la cabeza, poniendo los ojos en blanco dando a entender su creciente exasperación.
«Me habíais dicho que era una mujer silenciosa, querido»— Resonaron las palabras de la demonesa en la mente del anglo-asiático. Él sonrió.
La señora cercana a los cincuenta abrió los ojos negros y achinados de par en par, y gritó el nombre de su marido en un llamado urgente. El hombre de la casa no comprendió el por qué del escándalo y contestó sin moverse de su lugar en la cómoda butaca de la sala de estar, pasando las hojas del periódico de tonalidades sepia.
—Dile a ese patán que pase. Por desgracia, seguimos siendo sus padres... Anda que anular su compromiso con la señorita Khil... Me pregunto qué habremos hecho mal con este muchacho.
El jóven entró en la morada que había sido su hogar hasta el momento, sosteniendo del brazo a la oriental y desconcertada mujer que lo había traído al mundo. La ayudó a sentarse en el sofá granate situado al lado de la butaca y permaneció de pié, expectante, contemplando el afilado rostro de su padre que combinaba con las dagas azules que tenía por ojos.
—¿Y bien? ¿No tienes nada que decirme?
La voz de Shon Reddoma resonaba fría, grave e inquisitiva. El ceño rubio fruncido se posaba sobre unos ojos nórdicos y helados, y los labios finos y rosados se apretujaban entre ellos formando una delgadísima línea entre sus facciones. El disgusto y la decepción se palpaban en el ambiente, y un sabor amargo se atoró en la garganta de Reddoma hijo.
—Padre, yo...
—¿¡Me puedes explicar por qué diablos Roxanne Khil ha llegado a mi casa llorando hace un maldito mes!? ¿En qué estabas pensando cuando anulaste el compromiso sin mi autorización, estúpido? —Los sonidos de su boca se volvieron estridentes gritos. Casi podía palparse la electricidad que emanaba de su furia, y el hombre se levantó del sillón, completamente rígido por la tensión e ira acumulada.
Jossuah, espantado, dio un paso atrás por mero instinto. La fiera que tenía ante sí se había desatado en una tormenta infernal, abandonando casi por completo la humanidad. No se dio cuenta de que el sonido de unos zapatos de tacón hicieron acto de presencia tras su espalda hasta que su padre no abrió los ojos en extremo y se dejó caer nuevamente de donde se había levantado, con la mandíbula por los suelos.
ESTÁS LEYENDO
Nepharikuma: Todos hemos estado en la luz alguna vez ©
Fantasía¿Alguna vez has estado en el infierno? ¿Has experimentado el fuego eterno? ¿Has tocado la luz o te has consumido en el furioso negro? Dos naturalezas fueron objeto de odio y temor desde tiempos inmemoriales a causa de su carácter destructor y mons...