1.3.- Preludio: Opresora caída

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Primer sketch de Miguel y Asli.

Pasó el tiempo. Miguel tubo que regresar al cielo y Gabriel y Mara hubieron de huir de la ciudad por el repudio de sus habitantes a su unión. No solo eso, sino que cuando decidieron anunciar la tan hermosa noticia la muchacha ya se encontraba esperando un hijo. El hijo de un ángel. Nadie daba crédito a lo que todo aquello significaba. La estúpida niña no solo se había quedado en cinta antes del acto sagrado del casamiento sino que, por mucho que su cónyuge y ella se empeñaron en negarlo, los nazarenos continuaban en la creencia de que había corrompido la virginidad de una deidad, mano derecha del paraíso.

Tras su exilio la jóven dio a luz en un valle no muy lejano. Seis años pasarían hasta que Miguel no pudiera regresar, quien había excusado a su amigo con el pretexto de que permanecía vigilando los progresos inferiores.

Unos pies fuertes y determinados se abrían paso sobre la hierba una vez más. Hacía un calor tremendo, pero haber divisado una casucha no muy lejana fue suficiente para hacerlo proseguir. La estructura de madera y barro se alzaba pequeña sobre el terreno, apartada de cualquier rastro de vida. Un humo delicioso se escapaba por la ventana y cuando estaba a punto de tocar a la puerta un hombrecito rubio la abrió, para pestañear perplejo.

—¿Mi... guel? ¿Sois vos? ¡Oh, Dios mio!

—El mismo, pequeño saltamontes —corroboró señalándose a sí mismo con el pulgar mientras que le guiñaba un ojo.

No pudo negar que el aspecto de Gabriel había empeorado. El cabello largo lo tenía pajizo, maltratado y reseco; la piel estaba ligeramente magullada y tenía durezas y pequeñas heridas en las manos, por no hablar del cansancio que mostraba su rostro ojeroso.

—Pasad, por favor. ¡Es grandioso verte de nuevo!

Una mujer de rostro dulce apareció por el umbral que daba a la cocina limpiándose las manos saludando al viejo amigo de su marido, quien demostró cierta falta de desprecio, usual con ella.

Entonces una pequeña criatura, veloz como un rayo, se abalanzó sobre su padre, que la cogió en brazos justo a tiempo. Era pálida, y tenía los mismos ojos sobrenaturales que su padre, aunque ámbar. Las pupilas anaranjadas destacaban sobre la brillante miel iridiscente, mientras que su cabello castaño y lacio se disparaba salvaje en todas direcciones.

—¡Hola!

—Ho... Hola —Miguel no pudo evitar demostrar sorpresa por lo que sus orbes veían.

—Miguel, te presento a Asli.

Gabriel le revolvió el cabello a la criatura. La pequeña bajó de un brinco de los brazos de su padre y le tendió una mano graciosa a modo de saludo. Sin duda al moreno le pareció divertido viniendo de un personaje tan infantil.

—Hola señor, me llamo Astheret Lilia Bator Besora Iscah y tengo casi seis años —se presentó la hija de Gabriel haciendo hincapié en el "casi".

—¿En serio, Gab? ¿Era necesario un nombre tan largo?

El aludido se encogió de hombros, mientras que Mara falló en su ardua misión de contener la risa.

La pequeña saltó sobre el invitado, cogiéndolo por sorpresa y besando su mejilla. El arcángel se separó por instinto, enrojeciendo en cuestión de segundos. Por otra parte, la pareja estalló en carcajadas comentando lo chistosa que se veía la cara rubí del moreno, que no dejaba de observar a la niña con los ojos bien abiertos y expectantes.

Nepharikuma: Todos hemos estado en la luz alguna vez ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora