El grupo de estudiantes no daba crédito. Al fin la clase estaba terminada y sin muertos, como por desgracia predijeron en aquella rara ocasión.
Isaac y Astheret se acercaron a ellos, siendo analizados por unos veintitrés pares de ojos. Ambos se veían cansados pero satisfechos. Por una parte, Reddoma estaba cubierto por arañazos, raspones y alguna que otra marca o moretón; mientras que el cuerpo de Bator estaba adornado con numerosos cortes, raspazos y contracturas. Un crujido se oyó tras su espalda antes de que resoplase aliviada de que sus músculos escapulares retomasen el lugar que les correspondían antes de la demostración.Con la boca abierta, muchos continuaron mudos ante la imagen, aun con su compañero y su maestra a un metro de distancia de ellos hablando con naturalidad y sin mal ambiente. Los compañeros seguían sin comprender nada, solo sentían el miedo de tener que enfrentarse a aquella terrible mujer de hierro como iniciación durante aquél mes.
Isaac se unió al grupo de nuevo, intentando mantener el tipo lo mejor posible para no alarmarles más de lo necesario. La clase había sido dura sin lugar a dudas, y aunque pudiese aguantar los cuarenta y cinco minutos de combate eso no quería decir que aquella mujer no fuese fuerte. Es más, se atrevió a intuir que la nephilim no había utilizado todo su potencial contra él. Para ella aquello era como un juego de niños. Se preguntó qué edad se ocultaba bajo aquella apariencia tan joven, casi de la misma edad que la suya.
—Ginsen, Di'kha —Ambos alumnos se estremecieron ante la voz estridente de la instructora, quien suavizó su expresión—; ex cathedra*¹ les pido encarecidamente que lleven a Reddoma al aula destinada a enfermería. Si lo hacen daré su castigo como nulo por esta vez.
Alumno y alumna no perdieron el tiempo y con gran ahínco prácticamente arrastraron a Isaac al interior del edificio, casi haciendo traquetear sus pies de la suerte que habían tenido con el humor endiablado de la nueva. A la mujer le causó cierta gracia aquella reacción por parte de aquél par, y solo volvió a caer en algo cuando se giró hacia el resto de la clase, que los miraba alejarse, la mayoría con una mirada de envidia.
—Ex profeso*², Fidhonoris, ¿Me equivoco? — A Aisa casi le dio un pasmo cuando Astheret la nombró. Solo entendió la segunda parte de lo que había dicho, pero negó con cierta reticencia —Acompañe a Reddoma también. No quiero que ese par de gandules lo tomen como excusa para no volver a clase. Por su parte, confío en que cuide de su compañero. Soy consciente de que la clase ha sido intensa —dijo haciéndole con una inclinación de cabeza un ademán de señalarle el mismo camino que habían tomado el cabecilla de la organización junto a la arpía y el deno. La pelirroja asintió con cautela e hizo una leve reverencia antes de salir corriendo disparada en dirección al interior de la enorme catedral gótica. Su rabo azul se agitaba con nerviosismo tras de sí como una culebra embravecida.
Una vez finalizada la clase tras una sesión de preguntas a sus estudiantes sobre técnicas del combate referentes a su primera práctica, Astheret agarró el tahalí de cuero del suelo y volvió a amarrarlo mediante correas a su cintura con la espada plateada en su interior. El símbolo de la cruz paté relucía labrado en el extremo del mango. Finalmente tomó su capa color pergamino del suelo arenoso y se la echó al hombro como si de un saco de patatas se tratase, y se puso a revisar su libreta de profesorado con cuidado mientras se dirigía hacia los pasillos polvorienta y despeinada, como solía gustarle. Después de todo, ella era la clase de persona que disfrutaba de ensuciarse las manos y sentir el calor del sol y la sensación de su piel morena curtiéndose. Placeres del todo sencillos que no todos eran capaces de apreciar.
Por los corredores se encontró con los dos alumnos problemáticos del día, que se despidieron con sonrisas de oreja a oreja y energía juvenil. Ella los despidió con un ademán de mano menos efusivo mientras les deseaba un "carpe diem"*³. Después de todo, todo el mundo tenía cosas que hacer, fuesen de mayor o menor calibre.
La señorita Bator siguió el recorrido hasta el despacho de Milita. La había citado telepáticamente durante su pequeña explicación final a los muchachos tras el combate, por lo que Asli tocó la puerta con su energía militar habitual. Finalmente una voz sensual la hizo pasar.
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Nepharikuma: Todos hemos estado en la luz alguna vez ©
Fantasy¿Alguna vez has estado en el infierno? ¿Has experimentado el fuego eterno? ¿Has tocado la luz o te has consumido en el furioso negro? Dos naturalezas fueron objeto de odio y temor desde tiempos inmemoriales a causa de su carácter destructor y mons...