Capítulo 20

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¿Alguna vez has pensado lo que se siente tener depresión?

La verdad es que la mía no era un caso severo, pero conocí a algunas personas que realmente lo tenían. Ya sea por una persona, algún trauma, o alguna enfermedad drástica, la depresión es mala, es horrible en todos los sentidos. Pero tenerla no es lo peor, lo peor es ver cómo las personas que más quieres salen afectadas por culpa tuya y deciden alejarse de tí. Lo peor es tener que vivir cada día pensando en la razón por la que sigues con vida, cuestionas tu existencia, y en casos extremos, te lleva a la muerte. A una persona con depresión, no hay que abandonarla, lo único que necesita es amor, y sólo eso.

———~•~———

Me encontraba dirigiéndome hacia mi habitación. Acababa de ir a la sala de artes a practicar un rato con el violín, no había visto a Nancy en todo el día, lo cual me pareció bastante extraño, pero le resté importancia. Abrí la puerta y me encontré con una visita inesperada.

—Hola —dijo la rubia.

—¿Qué quieres Chloe? —dije sin mucho ánimo.

—Te ves muy bien, veo que mejoraste bastante —me dió una sonrisa casi imperceptible.

La chica vestía unos leggins blancos y una blusa café claro, con unos botines negros y una diadema del mismo color que su blusa. Su cabello rubio estaba corto, la última vez que la había visto tenía el cabello hasta la cintura.

—Gracias —me limité a sonreir.

—Y también subiste de peso, la última vez que te vi tus piernas parecían palillos chinos —comentó. Aquello hizo que hiciera una gran mueca de desagrado—. Me alegra que estés bien.

—Por favor Chloe, ve directamente al grano.

—Por favor perdóname, lamento todo lo que te he hecho, enserio quiero a mi mejor amiga de vuelta. —Confesó.

—Te creería si no te conociera bien ¿Qué estás tramando?

—Necesito que me ayudes, me metí en un problema y necesito tu ayuda. Además de que te he extrañado demasiado, no es lo mismo sin tí.

—¿Enserio? Chloe, no estoy en disposición de prestarte dinero. Ahora que no has entendido, te ruego que te retires.

—Catalina, entiéndelo —suspiró—. Lo único que estoy tramando ahora es tener a mi mejor amiga de vuelta.

—¡Demonios! ¿cómo entraste? Aún no es la hora de visitas —admití.

—¿Enserio eso es lo que te importa ahora? —se ofendió.

—No exactamente, pero ten en cuenta que tampoco me importan tus mentiras.

—¡Por favor perdóname! Sabes que jamás te haría daño intencionalmente.

—Sé que lo harías, no mientas Chloe, te conozco de pies a cabeza —la miré con desprecio.

—¿Dónde quedó la Catalina de antes? La que perdonaba todo y hacía todo por los demás ¿dónde está? —dijo molesta.

Aquello me dolió bastante. Seguía siendo la misma. Aún era la misma...

—¡Despertó! —respondí con certeza—. Despertó de un sueño absurdo en la que su mejor amiga la trataba como un títere ¿qué acaso piensas que no me dolía cuando me tratabas mal? Cuando me tratabas como un maldito títere, cuando me mirabas mal, cuando te avergonzabas de mí, ¿acaso piensas que no sufrí por ello?

—¡Jamás te traté mal! —se defendió.

—¿Cómo puedes decir eso? —me desahogué—. ¿No recuerdas que cuando estábamos en la escuela, te hablaba y me ignorabas?, ¿No recuerdas que me hablabas para pedirme favores?,  ¿No recuerdas que te le arrimabas a Tomas cuando éramos novios?, ¿No recuerdas que intentaste besarlo, pero Tomas no lo permitió? Porque él era un buen chico, y jamás me dijo todas las tonterías que intentaste hacer. Lo descubrí yo misma, ¡Eres una...

—¡Sí! Tienes razón, Tomas era un buen chico ¡Hasta que murió por culpa tuya!

Aquellas palabras fueron suficientes para que se me partiera el alma, me dolió. Nunca nadie me había dicho aquello, pero más que dolor, sentí furia.

—¡Eres una perra! —grité y mis malditos sentimientos aparecieron. Lágrimas comenzaron a salir.

—Lo lamento, yo...

—¡Lárgate! —ordené.

—No —se negó—. No sin que antes me perdones.

Cerré los ojos y me calmé.

—Está bien, te perdono —Inhalé y exhalé.

—¿Enserio?

—Sí —afirmé.

—¡Gracias!

—¿Ahora puedes irte?

—Bien —rodó los ojos. Se levantó de la camilla y me hice a un lado para que pudiera pasar.

—Y Chloe —me volteó a ver con una sonrisa triunfante—. Quiero que sepas que el simple hecho de que te perdoné, no significa que sigamos siendo amigas —Ella asintió y se fue.

Di un largo suspiro y me recosté en la camilla. Después de un rato me quedé dormida.

"—Bien, aquí voy.

Estaba afuera de la casa de Tomas, después de su muerte y del funeral, no había hablado con su madre. Su padre siempre se mostró muy comprensible tras la muerte de su hijo. Pero su madre no me había dirigido la palabra. Toqué el timbre.

—¡Catalina! ¿qué te trae por aquí? —preguntó su padre y me dio un abrazo.

Estaba vestido de un traje color azul marino y tenía unas gafas para la vista.

—Buen día señor Vela, he tenido un mal presentimiento, la verdad es que he venido a disculparme con su esposa.

—Pero no debes disculparte, Tomas ya estaba lo suficientemente grande, fue su decisión —intentó animarme.

—Por más que quisiera creerlo, no puedo quitarme éste sentimiento, tengo un nudo en el pecho que no puede salir.

—¿Crees que hablar con ella te hará sentir mejor?

—Al menos saber que ella está bien me tranquilizará —sonreí.

—En ese caso, por favor pasa —abrió la puerta completamente—. Le diré que quieres hablar con ella, en seguida vuelvo.

Observé la casa de Tomas, lucía igual que la última vez que había estado ahí. El piso era de madera, el sillón era color gris, la cocina color crema y la mesa de marmol. Y muchos, muchos cuadros, su casa era amplia, aún más que la mía. Me acerqué a una repisa que estaba a un lado del sillón. Observé la foto que estaba en ella, era Tomas, su madre, su padre y su cachorro. Calculaba que al menos en ese entonces, Tomas tenía trece años. Tomas lucía una sonrisa cautivadora y sincera, tenía un gorro navideño rojo con blanco y un suéter verde fuerte. Su madre tenía un gorro igual al de Tomas, y un vestido rojo; se veía muy linda, su cabello chino y negro, y su sonrisa cautivadora, era hermosa. Su padre tenía unos cuernos de reno y hacía una cara graciosa sacando la lengua y haciendo viscos, su suéter era igual al de Tomas, pero en gris. El cachorro de Tomas no se quedaba atrás, era un hoscky y estaba vertido de reno. Recordaba a ese perrito perfectamente, había muerto hace mucho debido a la edad, Tomas se puso bastante triste.

—¿Qué hace ella aquí? —el sonido de la voz de la madre de Tomas me sacó de mis pensamientos.

—Querida, Catalina quiere hablar contigo —dijo su padre.

Miré a su madre la cual me miraba con desprecio, vestía una pijama completamente naranja y su pelo estaba corto y enrredado. Estaba mal, realmente mal. De pronto se acercó a mí cada vez más.

—¡Tú mataste a Tomas! No tienes nada que hacer aquí —dijo con furia.

—Lo siento, yo...

—¡Lárgate!"

Menos mal que había sido sólo un sueño.

Pero quello me dejo pensarlo una y otra vez. Hablaría con la madre de Tomas.

Con amor, tu mejor amiga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora