Capítulo 18

336 41 0
                                    

La primera cita con la persona que quieres, es algo que nunca se olvida. Es como el primer beso, siempre se quedará marcado durante toda tu vida.

Muchos dicen que el primer amor nunca se olvida, y tienen razón, las personas no son desechables y se olvidan en un dos por tres como la mayoría creen. La razón por la que muchas veces no superamos a una persona, no es porque la hayamos querido mucho, si no porque la tratamos de olvidar, y eso no es posible. No existe una poción mágica o un tratamiento para ello. Lo mejor es sacarle lo bueno a la situación, saber que a pesar de que esa persona no esté a tu lado, te dejó una gran enseñanza.

Y ahí estaba yo, sentada en la camilla de la habitación del hospital, con una sonrisa en el rostro, pues era el día de mi primera cita con Peter. No les voy a mentir, estaba preocupada y moría de miedo. Hace mucho que no salía de aquel hospital. Mis manos y pies temblaban y mis pelos se pusieron de punta. Me preguntaba una y otra vez la misma pregunta. ¿Acaso algo cambiaría después de ello?

—Señorita Catalina, es hora de que duerma —dijo el enfermero Roy abriendo ligeramente la puerta de la habitación. Me atendió las últimas dos semanas.

—¿Puede decirme la hora? —pregunté.

No contaba con un aparato electrónico que me lo dijese. Siempre me lo decían los enfermeros o calculaba los tiempos. No les voy a mentir, siempre llegaba tarde a los chequeos al igual que Nancy.

Nancy... Ella se encontraba mucho mejor, estaba segura de que muy pronto saldría del hospital.

—Las 11:10 p.m señorita —sonrió—. ¿Pasa algo?

—No, gracias, buenas noches Roy —él sonrió y cerró la puerta.

Apagué la luz. Me recosté en la camilla y cerré mis ojos. Peter me había hecho una broma la cual no me agrado para nada. Escuché la puerta abrirse de golpe, y la luz prenderse, lo cual provocó que me espantara.

—¿Estas lista? —dijo Peter entregándome una rosa. Se veía bastante lindo, tenía un traje completamente beige, una corbata color turquesa y unos zapatos de vestir negros. Su cabello estaba bien peinado hacia atrás y tenía una sonrisa en el rostro.

—Pensé que no vendrías —entrelazó sus dedos con los míos.

—Jamás te dejaría sola —dijo con sinceridad —. Lamento llegar tarde, pero es la hora en la que la mayoría se encuentra dormido, lo que nos será más fácil escapar por un rato.

—Disculpa aceptada —me levanté de la camilla aún con nuestros dedos entrelazados.

Bajamos por las escaleras al ala uno, era muy parecida al ala dos, pero había unas cuantas personas esperando una consulta con algún médico. Peter me metió rápidamente a una habitación en donde se encontraban muchas prendas de ropa.

—¿Qué es todo esto?

—Una lavandería, los pacientes que suelen tener accidentes piden que laven sus prendas, o a veces los mismos trabajadores de aquí lo usan —explicó.

—¿Alguna vez lo has hecho?

—¿De dónde crees que conseguí el traje? —<<Aquello hizo que riera como nunca antes lo había hecho. Mi risa hizo reír a Peter más que aquel comentario>> << hashtag vergüenza total>>—. Pruébate este —tomó un vestido color morado. Yo asentí y me fui a una esquina de la habitación para que no viera que me estaba cambiando.

—¿No crees que está muy ajustado? —pregunté. Pues el vestido tenía un corte de sirena, además de que la parte de arriba, dejaba ver la mitad de mis pocos y escasos  pechos, literalmente.

—Faltan los zapatos —cambió de tema y de dio unos tacones blancos.

—¿Quieres que me mate enserio? ¡los tacones son un infierno! Me cansaré rápido.

—Así podré cargarte —levantó una ceja y rodeé los ojos. Tomé un abrigo negro y acomodé mi cabello.

—Te ves hermosa —me miró de pies a cabeza y juraría que mi cara estaba totalmente roja.

—Gracias —me quedé tiesa por algunos segundos.

Me tomó de la mano y salimos de aquella habitación.

—Actúa como si no fueras paciente del hospital, no te pongas nerviosa —me susurró al oído y yo asentí.

Logramos salir del hospital, sentí la brisa golpear mi rostro lo cual se sintió sumamente bien. Nos alejamos del hospital y nos paramos en una esquina donde se encontraba una bicicleta para dos personas.

—¿Alguna vez te has subido a una bicicleta? —preguntó.

—Fue hace mucho, tenía once años —reí por lo bajo.

—Entonces no será tan difícil, sube —mandó y le hice caso.

Acostumbrarme a manejar aquella bicicleta me resultaba un tanto difícil, mucho más con el vestido y los tacones, pero después de unos minutos logré acostumbrarme.

—¿Te sientes bien? —preguntó Peter.

—Mejor que nunca —aquello pareció gustarle y pedaleó aún más rápido lo cual me hizo gritar. Pero el únicamente rió.

<<Sólo rió, con esa risa que me hacía sonreír como nadie lo había hecho antes.>>
Llegamos a un lugar llamado "Galdoz" era un restaurante bastante bonito, era totalmente de madera, a excepción de las ventanas. Entramos a aquel lugar, pero a juzgar por la apariencia de afuera, no tenía nada que ver con lo que pensaba. Tenía el piso de triángulos grises y blancos. Mientras que las paredes eran del mismo color, pero eran líneas inclinadas. Las mesas eran redondas al igual que las sillas, habían mesas doradas y otras plata. Simplemente encantador.

Había vivido tantos años en la capital de Nueva Adlia y nunca me había percatado de aquel maravilloso lugar.

—¿Te gusta?

—Gustar es poco, me encanta —dije emocionada.

Peter hizo una de las sillas de la mesa hacia atrás para que yo pudiese sentarme. Era un completo caballero.

—¿Qué gustan ordenar? —dijo la mesera con los ojos más grandes que hubiese visto.

—Yo... Un moka de chocolate, por favor —pedí.

No pediría mucho, pues a pesar de que había mejorado bastante. No quitaba el hecho de que no tuviera hambre. Y sabía que dejaría más de la mitad de éste.

—Lo mismo que la señorita. —Pidió y la mesera se alejó de la mesa—. Así que no eres una chica con apetito...

—Tal vez hubiera tenido más si no hubieras llegado tan tarde —me defendí.

—Lo lamento, es que...

—No debes lamentar nada —Interrumpí —. Lo entiendo, pero las mujeres sabemos contraatacar —presumí—. Además no conoces nada de mí —agregué.

—Por supuesto que sí, te conozco muy bien.

—No lo creo —dije incrédula a su comentario.

—Dime, ¿por qué una paciente del ala dos que tuvo un desmayo no está en el ala uno? Además unos análisis de tal caso no duran tanto tiempo —me miró fijamente a los ojos y apoyó sus brazos en la mesa, esperando una respuesta.

Mi corazón se detuvo por completo.

<<En la madre>>

Con amor, tu mejor amiga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora