Capítulo 28

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La vida es simple, somos nosotros los que la complican.

A lo largo de mi vida aprendí que las personas no duran para siempre, y no necesariamente la muerte te separa de aquella persona, pueden separarte los desacuerdos, las traiciones, la desconfianza y muchas cosas más. Como esas veces en las que teníamos una amiga en la escuela y decíamos que jamás nos íbamos a separar pasara lo que pasara, pero cuando crecemos olvidamos aquello y nos concentramos en lo que viene. La vida puede ser cruel, pero jamás permitas que sea imposible.

Todas aquellas personas que te lastimaron alguna vez, son las mismas que también te hicieron sonreír.

Era el día, el día en el que por fin volvía a casa después de tanto tiempo. Nancy ya se había ido, al igual que Jolan, ese día lo vería en la tarde para ejecutar nuestro plan, pero nunca volvió a llamarme.

Mi madre me trajo una mochila en la cual se encontraba mi ropa; era un short blanco, una blusa gris sin ningún bordado y unos tennis color blanco. <<Estaba lista para volver a casa.>>

Me despedí de Ale y de Leca, pero a Peter no lo había visto, y eso me puso bastante triste, pues sabía que se pondría mal.

Me llevé todas mis pertenencias, Ale me devolvió mi celular, el bolígrafo y la pluma.

Mis padres llegaron y me llevaron a casa.

—Sabemos todo lo que pasaste, y es por eso que... —dijo mi padre.

—Te tenemos una sorpresa, hemos remodelado tu habitación. —concluyó mamá.

—Gracias —sonreí.

—Esperámos que te guste —se tomaron de la mano.

Abrieron la puerta y subí rápidamente a mi habitación. <<Hermosa>> Simplemente hermosa. La cabecera era color blanco, las sábanas blanco y plateado, pusieron un sillón color negro en la esquina del cuarto, un escritorio blanco con una lámpara en él. Y mi alhajero aún seguía intacto, al igual que las cartas que había guardado ahí.

Era bastante asombroso lo que cambió mi vida en unos meses. Lo que la muerte de Tomas provocó en mí.

—¿Te gusta? —preguntó mi padre recargándose en la puerta.

—¡Bastante!

—Me alegra mucho que te haya gustado —hizo una pausa—. Tu madre y yo, queremos decirte algo en la cena.

—¿Sobre qué? —pregunté intrigada.

—Ya lo sabrás, por cierto, mira debajo de tu cama —señaló debajo de la cama y se fue.

Me fijé debajo de la cama. Había una caja morada, dentro de ella había un vestido largo y liso color negro, con un escote pronunciado y un cinturón de oro, era bellísimo. Y muy parecido al que me había regalado Tomas el año pasado.

"—Aún no los abras —dijo con voz dulce.

Me había puesto una venda negra en los ojos ya que tenía una sorpresa aguardándome. Sabía que estábamos en la playa, pues oía la brisa del mar y sentía la arena entre mis dedos.

—¿Ya?

—Aún no, espera —pasaron unos segundos— Listo, puedes abrirlos.

Me quitó la venda suavemente.

—¡Es hermoso! —me sorprendí.

Simplemente maravilloso. Todo estaba al aire libre; una mesa con un mantel rojo, platos y sillas de color negro, una bandeja de plata y un florero en el centro.

—¿Te gustó? —sonrió.

—Obviamente, Tomas, esto es lo más bonito que he visto.

—Y aún no viste todo —sacó una caja color salmón y me la entregó.— Ábrela.

—Enseguida —aclaré.

Abrí aquella caja, había un vestido envuelto en un papel del mismo color que la caja. Quité el papel suavemente y desenvolví el vestido. Era el mismo que había anhelado por meses, pero no podía pagarlo, y no le quería pedir dinero a mis padres ya que ellos hacían todo por mí, además de que me habían dado un auto hace unas semanas. Era color negro, llegaba hasta las rodillas, no tenía escote, pero sí un cinturón de oro.

—¿Cómo supiste que lo quería? —pregunté sorprendida.

—Te observé durante horas cuando fuiste de compras con Chloe, te ví admirando ese vestido —explicó con voz romántica.

—Entonces tú eres Andrés —bromeé.

—¿Quién es Andrés? —preguntó preocupado.

—Ya sabes, siempre me visita cada mes —reí.

—¿Te gusta? ¿Te ha hecho daño? —preguntó celoso.

—Sólo te amo a ti —me acerqué y le di un beso en los labios.

—¿Y no te visitará el otro mes verdad? —reí fuertemente

<<¿Cómo es que los hombres nunca lo saben?>> Pensé.

—Te amo, te amo.

—También te amo, feliz cumpleaños Catalina."

Iba en la camioneta junto con mis padres; nos dirigíamos a un restaurante llamado "Ceneros", era el favorito de mis padres, y querían darme ahí la tan esperada noticia. Mi madre lucía radiante, vestía con un vestido azul que se ajustaba a su linda figura, su hermoso cabello rojizo, estaba lacio, sus tacones eran color blanco, su boca estaba pintada de color rojo y sus ojos tenían delineador, aunque juraría que ella no necesitaba ni una pizca de maquillaje; mi padre vestía con un traje azul marino, su pelo estaba bien peinado y sus zapatos eran del mismo color que su traje; yo iba vestida con el vestido que me regaló mi padre, mi cabello estaba recogido en una coleta, tenía tacones negros y sin una pizca de maquillaje.

Llegamos al restaurante, era bastante elegante, las paredes y techo eran blancas, el piso color blanco, las sillas y mesas color negro y un enorme candelabro dorado en el centro.

Nos dirigimos a la mesa asignada y mi abuela se encontraba sentada con una sonrisa en el rostro.

—¡Abuela! —exclamé—. ¡Cuánto tiempo!

—¡Mi nieta favorita! Lamento no haberte visitado, pero el tiempo no me dejó hacerlo.

—Igual estoy feliz de verte —la abracé y me senté junto a ella—. ¿Sabes de que se trata el anuncio que quieren hacer mis padres? —le susurré al oído.

—No tengo la menor idea, pero debe ser algo muy importante —me guiñó el ojo.

La cena transcurrió, mi abuela nos contó sobre sus experiencias fuera del país, incluyendo sus aventuras con los galanes de los pueblos; yo por lo tanto, les conté mi experiencia en el hospital y todo lo que había pasado, bueno, no todo, no les conté sobre Peter, pues no quería que se ilusionaran demasiado.

En fin, después de un rato de divertidas charlas, mi madre comenzó a decir lo que tenía planeado.

—Bueno, aquí voy —cerró los ojos, acto seguido miró a papá, éste le sonrió tiernamente—. Estoy embarazada.

La abuela y yo nos miramos por un momento y sonreímos al mismo tiempo.

—¡Eso es increíble! —dijimos la abuela y yo al unísono.

—Me alegra mucho que piensen eso, tener un bebé a los cuarenta años no es muy benefactorio.

—Mamá, no te preocupes por ello, todo va a salir perfectamente bien, ¿Sí? —sonreí a medias, pues mi madre tenía razón, pero tenía la esperanza de que no fuera verdad.

—Eso espero.

Con amor, tu mejor amiga.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora