Capítulo 15-Dos billetes de ida y vuelta.

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—Buenos días—dijo una malhumorada voz bajo las sábanas.

—Buenos días Ronald.

Habían pasado ya cuatro días desde el encuentro entre mi marido, Harry y Draco, aun así, él seguía mostrándose frío e impasible, era tanto su enfado que muchas veces se saltaba la comida, cosa que me parecía alarmante.

Durante este corto período de tiempo, intenté que olvidara a Malfoy y que volviese a comportarse 'normal', estaba cansada del Ron fantasmal que se paseaba por toda la casa como alma en pena, quería recuperar a mi marido, junto a su buen humor y la sonrisa que le acompañaba todos los días.

—¿Qué tal estás pasando las noches?—pregunté girándome hacía él.

Vi como su pelirroja cabeza luchaba por salir de debajo de aquél caos y de la almohada que le atrapaba el pelo, me fijé en su rostro y pude saber, aunque aún no hubiese respondido, que sus noches eran torturas de Hermione una y otra vez. Sentí una gran lástima que me caló los huesos y entonces la noche de las pesadillas volvió a mí, '¿Quieres visitar a Hermione, Ron? ¿Es eso lo que quieres?', recordé sus ojos azules llenos de terror y de súplica.

—Bueno...—respondió casi en un susurro, a lo que yo contesté con un 'A mí no hace falta que me mientas, Ron'—La verdad es que siguen ahí..., las pesadillas, digo.

Se incorporó en la cama poniéndose bien el cojín y clavó sus ojos en mí. Noté su mirada y me sorprendí, pues la que yo esperaba era fría y llena de rencor, mas ésta era distinta, era cálida e intentó esbozar una sonrisa. Me levanté de la cama con cuidadosa cautela, la rodeé y me acerqué a mi marido que me observaba atentamente.

—Me dijiste que querías hacerle una visita—dije sentándome en su regazo—Podemos ir a la estación y coger un tren, si quieres.

La boca de Ronald se ensanchó hasta mostrar una sonrisa, era evidente que ver a Hermione le tranquilizaría y le proporcionaría esa paz que tanto necesitaba, quizá también sería la solución a tantas pesadillas sin sentido. Su blanca mano se posó en la mía y la apretó tan suave, que por un instante dudé si realmente estaba haciendo fuerza.

—Gracias—dijo él a la vez que me abrazaba—¿Te importa si salimos hoy?

—No, claro que no—le di un beso en la frente y añadí—Habrá que avisar a Harry y a Ginny antes de salir—Mi marido asintió y volvió a sumergirse en la cama, todo lo contrario que yo, ya que salí de ella y me dirigí al armario de madera.

Agarré el pomo y estiré hacia mí, un enorme montón de ropa de todos los colores apareció ante mis ojos, un instante después, aquella bola de tela se precipitó hacia el suelo, dejándolo lleno de colores aquí y allá. Al ver aquello, mi marido se puso sus zapatillas y vino hacia el desastre moviendo la cabeza en señal de negación mientras murmuraba 'Que mujer más patosa' a la vez que intentaba en vano taparse la boca con la mano para que no advirtiese su risa.

—¿Cariño, necesitas ayuda para hacer la maleta?—su mano encontró mi cadera y me giré despacio, pude ver en su rostro colorado como hacía un gran esfuerzo por contenerse.

—Ríete si es lo que quieres—respondí con la poca dignidad que me quedaba—No hace falta que me ayudes, ya haré yo la maleta y recogeré esto—dije señalando las prendas de ropa.

Realmente esperaba que su reacción fuese estallar en carcajadas, señalarme con el dedo índice y quedarse sentado observando la escena, pero nada de eso ocurrió, sino que hizo una mueca, me besó y se agachó, empezando a recoger la ropa y dejándola apilada en la silla. No comenté nada, creí que no era necesario, así que me limité a imitarlo y en diez minutos ya teníamos echas las maletas y la habitación volvía a estar ordenada e incluso más que antes de que abriese el armario.

Salía por la puerta cuando recordé que teníamos que hacer una llamada, le pedí a Ron que avisase a Harry y a su hermana mientras yo iba a la cocina y regresaba en un instante. En realidad pasé de largo la cocina y mis pasos me llevaron a la buhardilla, me adentré entre el polvo y divisé las cajas de Fred, me acerqué con cautela, como si de ellas pudiese salir el alto pelirrojo y gastarme una de sus horribles bromas. Abrí una mohosa caja de cartón marrón y busqué entré sus pertenencias, con la esperanza de encontrar aquello que un día vi. Tras quizá un centenar de fotografías se escondía una carta con el nombre 'Hermione' escrito en tinta.

Adoraba aquél sitio igual que Ron adoraba recordar sus años como guardián del equipo de Gryffindor, la buhardilla era un lugar mágico, cosa que en un mundo de magos carecía de sentido e importancia, mas allí se conservaban los recuerdos de varias generaciones y se ocultaban los secretos más profundos, y eso, era lo que hacía de la polvorienta habitación, un lugar tan especial.

Doblé la carta por la mitad y la guardé en mi bolsillo trasero del pantalón, intentando que se arrugase lo menos posible. Este trozo de papel siempre me pareció intrigante, ya que no sabía que Fred tuviese algún tipo de relación con Hermione.Cuando la encontré, hará ya unos dos años, me planteé la posibilidad de enviársela, aunque luego desistí.Pero ahora que íbamos a visitarla, era distinto, dársela en persona cambiaba mucho las cosas,,al menos algo estaba seguro,la carta no se iba a extraviar.

Salí al pasillo y volvía a la habitación cuando me encontré al pelirrojo sentado en una de las maletas, se le veía tan radiante que por un momento me recordó a Luna, la rubia chica de Ravenclaw que siempre se mantenía feliz pasase lo que pasase.

—¿Dónde estabas?—preguntó Ron.

Abrí la boca para contestarle, mas de ella no salió ni una palabra porque no me dejó darle ninguna contestación.

—Da igual,no me lo digas—dijo él—No importa.¿Nos vamos?

—¿Has llamado a Harry y a Ginny?

—Sí.Pero no van a venir, según Harry están haciendo unas clases muy importantes.

—¿Clases?—pregunté alzando las cejas por la impresión.

—Sí—el rostro le cambió de repente y su mirada se dirigió hacia el techo—Por lo de infiltrarse entre los mortífagos, ya sabes, el plan de Harry.Malfoy le está dando las clases.

—Genial—no me gustaba como sonaba el apellido 'Malfoy' de la boca de mi marido—¿Vamos a la estación?

—Claro.

El viaje a la estación no se hizo para nada ameno, la mágica alegría que parecía haberse instalado en Ronald, despareció al nombrar a Ginny. Se pasó todo el trayecto conduciendo con la vista fija en la carretera, no me miró de reojo ni me dirigió la palabra, así que me centré en observar los verdes prados que estaban en el camino de la Madriguera, luego desaparecieron y pude ver los altos edificios modernos pasando uno a uno, hasta que los dejamos atrás como había pasado con los prados y nos encontramos al fin en la estación. Ron se acercó al taquillero, saco dos sickles de plata y se los entregó, a cambio el hombre le tendió dos billetes de ida y vuelta, se acercó a mí de nuevo y me dio el que me correspondía.

Buscamos nuestro andén entre los demás, después de cinco largos minutos vimos el cartel adecuado y supimos que teníamos que esperar allí. El tren pasó a su hora exacta y no se hizo de rogar, subí a él mientras mi marido cargaba con mi maleta y luego bajaba otra vez para subir la suya.Cuando todo estuvo en orden y cada cual con su maleta, nos acercamos al primer compartimento vacío y nos instalamos en él, más tarde me quedé dormida en las rodillas de Ron y el tren emprendió su viaje.

¿Weasley o Malfoy? (2014)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora