Capítulo 17-Años escondida.

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Hacia las seis de la mañana mis ojos se abrieron de par en par y no pude volver a conciliar el sueño por más que lo intenté. Permanecí quieta y con la mirada hacia el techo pensando sobre cosas que quizá no se me ocurrirían si no hubiese estado somnolienta y a la vez desvelada. Miré de reojo a Ron que como era de esperar seguía con los ojos cerrados y rebosaba felicidad. Me tumbé hacia él con cuidado, los muelles del colchón crujían a cada centímetro que yo me desplazaba, aún así no despertó y yo quedé frente a su rostro, fijándome en cada arrugada que se le formaba, en sus ojeras que ahora parecían estar aclarándose debido al descanso, en sus pestañas y en el mechón de pelo que caía sobre ellas, en su lenta respiración, cada inhalación y expiración...

¿Qué estoy haciendo aquí?es la pregunta que pasó por mi cabeza en aquél instante.

Estás aquí para ayudar a tu maridorespondió mi subconsciente—Aunque eres un poco estúpida.

—¿Un poco estúpida?—me pregunté a mí misma.

¿Tienes idea de en donde te encuentras? En casa de Hermione Granger, la mejor amiga de la infancia de Ron.

—Solo es eso, su mejor amiga—dije en la oscuridad de la habitación.

¿A caso no viste la cara que puso al ver a Ron? ¿Cómo charlaban animadamente?

—Cállate...—dije en un susurro—Cállate. Es Hermione, solo Hermione.

Busqué el frio contacto de la piel de Ronald bajo las sabanas y entrelacé mi mano con la suya, dejándole ver a mi subconsciente que todo estaba bien y que la que se había casado con él era yo y no Hermione. En ese momento Ron se giró hacia el lado contrario a mí y nuestras manos se soltaron lentamente dedo por dedo.

Cuando me levanté a vestirme para desayunar, descubrí que lentas pasan las horas cuando tu cabeza está llena de preguntas sin respuestas. Sacudí a mi marido con toda la dulzura que se puede emplear en despertar a alguien y aunque no se movió más de diez centímetros le deje en la cama y me dirigí al armario para cambiarme.

La ropa se encontraba totalmente revuelta dentro de la maleta, así que decidir que prenda querías ponerte daba más o menos igual, carecía de importancia.

Al final elegí un vestido que no tenía ni idea de que estaba allí, se escondía debajo de tres pantalones y uno de sus tirantes se enganchaba con la redecilla que tenía la maleta. Cuando iba a cerrarla algo se encendió dentro de mí, por un instante pensé que iba a olvidarme de la carta. Rebusqué entre los bolsillos de los antes mencionados pantalones y la sostuve en la palma de la mano, observándola con misterio y con la misma mirada de hacía años. Nada había cambiado desde entonces. Cuando alguien encuentra una carta que no se dirige a su persona lo más normal es que sienta curiosidad pero, si a eso le añades que conoces al destinatario y al que escribió la carta de su puño y letra pues, eso conlleva una curiosidad inmensa.

Con gran cautela y a pasos cortos me acerqué a la blanca puerta de la habitación de invitados, al abrirla el sol que entraba por las ventanas me golpeó en la cara y por un segundo temí que aquella repentina luz cegadora despertase a mi marido. Observé el pasillo e intenté orientarme en aquella casa que a mí me era ajena, seguí la luz para acabar en el salón donde, aquél hombre de mediana edad volvía a sostener el periódico sentado en su sofá de todos los días. Articulé un 'Buenos días' con la mirada posada sobre el marido de Hermione pero pareció no escucharme así que me acerqué y me senté a su lado.

—Buenos días—repetí.

Él bajó el periódico, lo dobló y lo dejó reposar en sus rodillas. Sus ojos color café, al igual que los míos, parecían observar más allá de mi rostro, como si lo que hubiese detrás de mí fuese más importante y por tanto, prestándole más atención. Pude fijarme en que la montura de sus cuadradas gafas estaba ligeramente inclinada hacia la derecha, cosa que resultaba un tanto graciosa.

¿Weasley o Malfoy? (2014)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora