Capítulo 24- ¿Una invitación?

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Sinceramente no podía dejar de observar el tatuaje. Había transcurrido ya una semana desde entonces, y realmente, los primeros días incluso pensé que tenía algo de hipnótico. Pasé la mano tantas veces por encima de la marca, que a la mañana siguiente me sorprendió ver que permanecía en mi blanca piel. Pero lo malo de ser mortífaga no es precisamente el haber dejado que manchen tu piel para siempre, sino el acostumbrarse a aparecerse con esa extraña sensación y neblina negra tras de ti, muy incómoda por cierto, que parece que no vas a dominar jamás.

Sin embargo Ginny  sí ha aprendido a controlarla—Aun así los primeros intentos fueron algo desastrosos, pues la mujer intentó aparecerse en nuestro jardín desde su casa y el problema ocurrió cuando empecé a ver como mi cocina comenzaba a llenarse de humo negro y me asusté, pero luego vi a la pelirroja levantarse del suelo y lo entendí  todo —así que voy a empezar a pensar en positivo y a creer que puedo hacerlo, y sobre todo a practicar, por qué como decía mi madre ‘No se consiguen las cosas a la primera, Sophie. Tienes que intentarlo una y otra vez, y otra vez.’

Precisamente estaba practicando una mañana, me acababa de levantar y me fui directa a desayunar, ni siquiera me molesté en despertar a Ronald, que roncaba como un bebé abrazadito a mi cojín, y al terminar el desayuno me puse mi cómoda bata de estar por casa y salí al jardín, para intentar aparecerme sin ahogarme en mi propia cocina y en mi humo, la sorpresa llegó más tarde, cuando vislumbré al pelirrojo que me llamaba desde la ventana y tuve que acercarme.

—¿Ya estás despierto?—Había entrado en casa, dando por imposible las prácticas, por lo menos hoy.

Me acerqué a mi marido, que todavía se veía somnoliento junto a sus ojeras y para que mentir, un poco enfadado también, y me paré frente a él con curiosidad.

—Me han despertado —dijo en un tono que parecía más, algo triste que un reproche — Y ya sabes que odio levantarme temprano, Sophie.

—¿Te he levantado yo de la cama? —pregunté sin poder evitar una sonrisa, pues la situación se asemejaba más,  a una madre con su hijo al que le gusta dormir hasta tarde, que a una mujer a y su marido.

—No, tú no has sido...—respondió entre bostezos —Ha sido esa maldita lechuza.

—¿Correo a éstas horas?

—!Eso mismo pensé yo!

—Bueno, pues no importa. Vuelve a la cama y yo ya me encargaré de leer lo que sea que lleve esa lechuza. ¿Dónde ha dejado el correo?

—Creo que en la mesita de noche —se le cerraban los ojos sin querer —Vale, vuelvo a la cama, eres la mejor—dijo antes de darme un beso y subir como un zombi las escaleras hasta la habitación.

Recogí las cosas que había tirado sin querer en el comedor, ya que en uno de los intentos fallidos de la misma mañana, había llegado sin saber cómo, dentro de la casa, chocándome así con todo lo que se interpusiese en mi camino, tales cosas como fotografías, papeles, algunos libros y la pequeña mesita, la que nos regaló Arthur años después de mudarnos.

Cuando terminé de limpiar el estropicio que yo misma había creado, subí al primer piso sin hacer ruido y entré en mi habitación lo más cautelosa posible, ya que no quería ser yo la que despertase a Ron la segunda vez, si es que se despertaba. Busqué con la mirada el sobre que supuestamente, según Ronald, estaba encima de mi mesita de noche. Y allí estaba, apoyada entre mi marco de fotos y el pequeño reloj digital. La cogí lentamente mientras vigilaba de reojo que mi marido siguiese dormido y bajé a la cocina, lugar donde me gusta pasar el tiempo, para poder inspeccionar aquella extraña carta y es que en realidad, ¿Quién envía correo tan temprano?

'Queridos Ronald y Sophie Weasley:

Esto tendría que ser una invitación formal en toda regla, sin embargo no me apetece enviaros algo así a vosotros dos. Así que Sophie, ya que sé que la que leerá el pergamino eres tú, llámame mañana en cuanto tengas un rato libre para mí y te lo explicaré todo.

¿Weasley o Malfoy? (2014)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora