El día de mi gran humillación

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Hola, estúpida libreta. Sí, estoy de mal humor, pero tengo derecho a estarlo. Bueno, realmente no sé si sentirme enfadada, humillada, traicionada... Siento de todo, pero me siento como si no fuera nada, como si toda mi existencia fuera una simple mota de polvo, de ese que se acumula bajo tu cama. Estoy cansada, diario. Cansada de sentirme tan inútil, tan simple, tan insignificante, tan... yo. Pero no solo estoy cansada de mí, diario. Estoy cansada de él. Dylan, mi estúpido amor platónico. Ven, acompáñame a ver esta triste historia sobre... sobre una chica torpe, el chico más guapo y popular de su instituto y, cómo no, su estúpido y vergonzoso diario.

Hoy, día quince de Octubre del año 2016, Dylan Blake me ha llamado al teléfono para hacer conmigo el trabajo que tenemos pendiente. Despertarse, levantarse de la cama y ver en tu teléfono móvil un mensaje del chico que te gusta debería ser la excusa perfecta para pasar el resto del día fantaseando y siendo una cursi total, con una sonrisa constante e imborrable en la cara. Pero no. El mensaje de Dylan me hizo sentir extraña por varias razones:

Uno. ¿Recuerdas aquella persona que me mandó un mensaje pidiéndome que fuera su compañera para dicho trabajo? Bien, ¿recuerdas que pensé, juré y supliqué que aquella persona fuera Dylan, MI Dylan? Bien, pues me equivoqué porque Dylan tiene un número completamente diferente y ahora no tengo ni idea de quién era. Genial, un desconocido tiene mi número de teléfono.

Dos. La forma tan repentina en la que me pidió que fuéramos a la biblioteca me tomó por sorpresa. Fue tan directo al grano que hasta olvidó saludarme en su mensaje mañanero, es más, agregó un punto final a su oración. Pero, claro, en aquel momento estaba demasiado emocionada como para darme cuenta de ello. Es decir, ¡entiéndeme! El amor de mi vida me acababa de escribir un mensaje a MI y NO era una confusión (créeme, revise el mensaje varias veces para asegurarse de que había escrito Marta).

Bueno, comenzaré a contar qué fue lo que ocurrió. Esto va para largo, diario, así que siéntate cómodo y... Espera, eres un diario, no tienes ni piernas ni culo para sentarte. Olvida lo que he dicho, estoy escribiendo con bolígrafo y no tengo ni ganas ni ánimos para levantarme y coger el típex.

En fin, fui a la biblioteca por la tarde, a la hora indicada por Dylan en su mensaje, a las cinco y media. Es sábado, así que no tenía nada que hacer, la tarea se hace el domingo por la noche y listo. Allí estaba él, con su deslumbrante pelo castaño desordenado y sus alucinantes ojos azules. Es guapísimo, ¿lo había mencionado ya? Creo que sí. Me acerqué a él mientras todo mi yo temblaba de pies a cabeza.

"Hola" le saludé tímidamente. Todo lo que estaba ocurriendo me parecía tan subrealista.

"Ey" me devolvió el saludo Dylan Blake. A mí, a MÍ.

Comenzamos a caminar hacia la mesa que él ya había reservado al dejar su mochila y cuadernos sobre dos sillas. Llegamos y nos sentamos. Oh, Dios, realmente tenía a Dylan sentado a mi lado, tan cerca que hasta me llegaba el seductor olor de su colonia. Olía tan bien, como a una mezcla de menta y vainilla junto.

Empezamos el trabajo cuando, mientras yo me encargaba de redactarlo ―sí, yo lo redacté porque su letra, aunque sea mi amor platónico, he de reconocer que es un asco― me surgió una duda ortográfica. Realmente tengo un serio problema con la confusión de palabras con "b" o "v", y me negaba rotundamente a humillarme de esa forma al preguntarle a Dylan cuál debía usar en aquella palabra. Pensé en algo mejor ―sí, a veces pienso―, iría a buscar un diccionario. Es decir... estábamos en una biblioteca, era lo normal.

"Dylan, ahora vuelvo. Voy a buscar... un libro. Hay algo en la información que no me cuadra, iré a comprobar si es correcto eso que encontraste por Internet" le dije como excusa.

Diario de una torpeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora