parte 11 (editado 23 enero 2020)

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En el edificio central de la multinacional Angelical ubicado en la avenida principal, George Bursh el CEO de la firma desde hace más de 22 años, está sentado en su puesto habitual de trabajo con sus dos manos sujetando su abundante cabellera gris. El simple hecho de pensar que hoy sería el ultimo día que vería aquel lugar lo ha hecho regresar a este antiguo habito suyo que posee para liberar el estrés; por alguna razón que desconoce la junta directiva ha decidido removerlo de su cargo y por si fuera poco lo han echado de la firma en el proceso. Muchos pensarían que un hombre con su vasta experiencia en el negocio inmobiliario no tendría problemas en encontrar un puesto de trabajo similar en alguna de las empresas rivales de la industria, pero por alguna razón inexplicable en el momento en el cual mando su curriculum las demás compañías lo rechazaron rápidamente. Estaba atado de manos, por una política interna de la empresa, que el mismo diseño, no recibiría su compensación económica por ser despedido hasta dentro de un año y medio, mientras que todos sus ahorros estaban invertidos en bonos del estado cupón cero intransferibles que vencían dentro de diez años, tampoco podía pedir créditos, es decir, dentro de un año y medio no tendría dinero para costear sus gastos básicos ni mucho menos mantener el costoso estilo de vida de su familia. Nunca pensó que llegaría el día en el cual sería despedido, por un lado, durante su rol de CEO la empresa había crecido casi un 6000% en los últimos diez años, entregando siempre resultados operacionales positivos. Por el otro extremo conocía a la mayoría de los grandes accionistas de la firma y tenía una buena relación tanto personal como profesional con ellos, logrando tener casi al 68% de la participación total de la compañía apoyándolo, no había razón alguna para que lo echaran de esta manera

—Susan...— dijo el hombre con un tono ahogado a su secretaria, una mujer mayor de 50 años que lo había acompañado en su trabajo desde hace más de 23 años

—Dígame señor...— pregunto la mujer con una mirada tierna, que fácilmente podría ser confundida con la mirada de una mujer a su amante. Sino fuera porque ella era una mujer felizmente casada y George un hombre estrictamente religioso que respetaba los limites sagrados del matrimonio, casi como un credo; seguramente ella y él habrían terminado en la típica aventura del jefe y su secretaria luego de tantos años trabajando juntos, pero ahora la única forma en la cual ella podía mirarlo era como la de una madre que ve con tristeza como su hijo se tropezó, aun cuando él es dos años mayor que ella

—Dime por favor... ¿en qué me equivoque...? — pregunto el hombre sin entender aun la razón de su despido

....

Eleodoro veía con una mirada feroz a Bartolomé, su mente de adolescente aun no podía entender la forma por la cual aquel chico pobre había conseguido que despidieran a su padre; desde su punto de vista aquello era algo imposible de conseguir.

— ¿¡qué clase de sucio truco usaste para hacerlo...!?— volvió a preguntar al no encontrar una respuesta lógica a su pregunta por más que lo pensaba

— Vamos mi querido Eleodoro, no tienes por qué ser tan hostil conmigo. Cuando me miras así con esa mirada de odio lo único que consigues es que se me parta el corazón— indico Bartolomé fingiendo tristeza— Lo único que hice fue dar de baja a un trabajador de la compañía que iba en contra de los objetivos que tengo planeado para la empresa. Sonara difícil, pero un hombre de negocios como yo debe de asegurarse de que su inversión rinda lo máximo posible— respondió acomodándose en su pupitre nuevamente

— ¿de qué diablos estás hablando...? — pregunto Eleodoro confundido

— digamos que compre unas cuantas acciones de la multinacional Angelical — respondió con calma Bartolomé

— ¡No juegues conmigo...! — grito Eleodoro molesto al escuchar tales palabras— mi padre es el CEO de la empresa, no hay manera de que un persona como tú con unas cuantas acciones pueda echarlo— indico

Un reemplazo para el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora