White, The Honest.

26. El grito de tus ojos pasados.

Ese día, soñé. Soñé con algo que hace mucho tiempo no había soñado sin dejar lágrimas en mis ojos. Soñé con normalidad. Soñé con grupo, con todas, con nosotras. Con normalidad. Con risas y abrazos, con carcajadas imbéciles que se reproducen en el eco de mi memoria. Con una borrosa niebla del pasado que tapizaba la escena. Fue solo un saludo y después un abrazo, pero te miré a los ojos. Te mire aquel destello más profundo de tus ojos avellanados, lo más profundo que gritaba bajo una sonrisa insatisfecha, un grito revolucionario que rompia las cadenas. Rompia toda la normalidad, y lloraba lagunas de caminos perdidos.
Y estabas perdida, entre caminos. Y yo, entre tiempos. Tiempos que no pertenecían a lo actual, sino a lo más melancólico de mi mente. Y me encontré extrañando algo que aun podía salvarse, pero que tu no querías salvar. Y yo creía que llorando entre risas salvaría lo inevitable, y es que aun era un pequeño estropajo de lágrimas de cocodrilo. Porque nadie perdía, y mi sueño, vivaz, soñó con adelanto lo que el futuro no quería vivir. Y no sentí melancolía hasta notar cuanto mi mente se había preparado para ello. Cuanto sabia que había opciones, pero no había opción. Y lo supe, cuando las finalizar mi sueño, supe que ha quien había visto con la sonrisa sostenida y un destello apagado en los ojos, no eras tu. No eras como eras ahora. Eras el alguien que en el pasado, desconocía cuanta libertad en su alma aguardaba. Eras joven, y yo, ingenua. Eramos una laguna de conformidades incomodas, eramos experimentos maltratados que no revelaban su verdadera consciencia. Estábamos dormidas, apagadas, como yo mientras lo soñaba.
Ya soñada mi melancolía, solo me queda decir que ya no siento tristeza. Siento tu libertad volar agitando las cadenas en las que tu misma habías confiado, y tirandolas lejos de mi hueco en la tierra.
Se que yo no se volar, pero por favor, déjame acompañarte en tu viaje.
-A