No quiero disculparme por esa mañana solo necesitar música. Nutrirme a base del silencio más cómodo y desesperante que podía presenciar. Era insostenible, pero no reír, aquella mañana, me había llenado el alma. Saber apreciar las pequeñas imperfecciones que salían a la luz cuando nadie las veía, en el aturdido mundo en el que ustedes vivían. Quise escapar, y sentir que era ser un extraño que miraba con ojos bobos una situación incomprensible, incomoda, estropeada. Cuando me reí lejos de su bullicio incandescente, me mire con avidez frente a la nada, y solté una carcajada que aludía a miles de palabras no contadas, todas sinceras, todas opacadas. Me reí de ustedes porque por fin comprendí que tan sencillas y absurdas son, me silencie y espere de forma callada, que mi extrañeza se respondiera por sus miradas desinterezadas. No les importaba, no les afectaba que yo, aquel día, estuviera más feliz que nunca estando en la pura y fría soledad. A mi tampoco me afectaba, había dejado de hacerlo desde que supe saborear tan bien un silencio como el de aquella mañana. Y me gusto, no ser nada, ni nadie, me gusto no ser de ustedes, no pertenecer a ese reino de carcajadas incrustantes. Me había aturdido de sus sonrisas asfixiadas, necesitaba nadar más arriba, y no volver a sentir el caos del mar, al menos por un mañana.
Asique no me voy a disculpar por no necesitar su vida llena de felicidades plásticas. Por ahora, solo necesito cielo gris, vapor invernal y música, música que nutre más el alma que un par de sonrisas que no se observan el silencio.
-A
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White, The Honest.
ContoEl honesto blanco, el blanco vacio de la nada, el blanco de mi mente cuando lo escribí. Tal vez blanco. Jamás negro.