19 de enero de 2014:
Cristal me invito a una disco y no dude en ir, uno de sus clientes tiene una de las mejores discos en Inglaterra y obviamente él hace cualquier cosa para que Cristal este cerca de su cuerpo.
El lugar estaba invadido, mucha gente solo se dedicaba a besarse y otras bailaban, tomaban y se drogaban.
-Ambar, hace tanto que no te veía- escuche su voz y se me erizo la piel. Gire y me encuentro con su rostro, tal como lo recordaba. Algunas arrugas en las esquinas de sus ojos, su iris azul brillaba con las luces y su mandíbula cuadrada dejaba ver la clase de hombre esbelto que es.
-Christian- mi voz tembló al decir su nombre, este hombre. El infierno de mi vida en otras palabras.
-¿Cómo estas hermosa Ambar?- el tocó mi cabello y luego dejó su mano en mi hombro.
-Mucho mejor, desde que te alejaste- el tensó su mandíbula, su perfecta mandíbula.
-No niegues que me extrañaste- el enredó sus dedos con los míos y luego besó la comisura de mis labios.
-No, sinceramente no te extrañe- solté su mano al instante y el volcó sus ojos.
-No te recordaba tan infantil- él se sentó en una de las mesas vacías y con su mirada me señaló el lugar junto a su cuerpo. Sin decir nada más me senté a su lado, el saco un cigarrillo de su chaqueta y lo encendió en sus labios rosados y curtidos.
-¿Qué haces aquí?- mi voz era fuerte, tanto como mi enojo por encontrármelo de nuevo. Luego de dos años sin él.
-¿Acaso no puedo divertirme? Cariño, es una de las mejores discos y es obvio que puedo pagar por la entrada y el alcohol que venden en este lugar. Mi pregunta es como vos podes estar acá.- Su mirada era despectiva hacia mí, y lo entiendo, después de todo soy solo una prostituta que cobra solamente para sobrevivir.
-Solamente vine a acompañar a una amiga- no dije más nada, pero obviamente él quería continuar esa charla sin sentido alguno. Pidió unas cervezas y luego sacó otro cigarrillo para volver a hacer el proceso anterior.
-¿Extrañas esto?- él lo colocó frente a mis ojos, algo que no veía hace tanto… lo que me hizo tropezar tantas veces en esta dura vida, otra vez esta junto a mí. Tragué con dificultad mi saliva y luego tomé entre mis dedos temblorosos la pequeña bolsa llena de fino e inmaculado polvo.
-No, no lo extraño- volví a dejar en la mesa la suave bolsa, el me miró divertido.
-Por favor Ambar, volvamos a vivir lo de hace dos años. Nos divertíamos mucho en esos tiempos- negué inmediatamente y bebí mi cerveza con una dificultad extrema.
-No quiero volver a hacer una puta drogadicta que trabaja solo para consumir de la mierda que vendes- el sonrío de lado, esa perfecta sonrisa que me hizo perderme en lo más profundo del infierno.
-Belleza, esto va por mi cuenta, solo quiero que nos divirtamos como antes, luego tú decides si vuelves a ser una drogadicta o no. Eso pasa por la fuerza de voluntad que tengas; ahora tómalo como un juego- el abrió la pequeña bolsa y tiró un poco de polvo blanco sobre la mesa, hizo una fina línea y luego me entrega un billete de cien dólares, como en los viejos tiempos. –El billete si quieres te lo quedas- guiñó uno de sus hermosos ojos y me miró ansioso.
No lo dudé un segundo mas, enrollé el fino papel verde y lo acerqué a la mesa, donde estaba mi perdición blanca. Aspiré suavemente la línea y luego siento como todos mis sentidos se afectaban, igual que antes, justamente lo que no quería volver a hacer.
Él lo hizo tan fácil que ni siquiera lo puedo creer.
No recuerdo muy bien lo que paso luego, si escribo algo más después de la primera línea que aspire seria mentira. Lo siguiente que recordé después de eso fueron esos ojos verdes, tan cálidos y llenos de ternura. El estaba acostado a mi lado, mirándome, sin decir nada.
-¿Dónde estoy?- le dije mientras observaba la habitación de paredes blancas y muebles negros.
-Es mi habitación- mis ojos se expandieron notablemente al escuchar eso ¿Qué diablos hago en la habitación de Louis?
-¿Por qué estoy acá?-
-Anoche te encontré lo suficiente drogada como para olvidar hasta tu nombre, no sabias con quien habías venido y mucho menos quien te dio la droga. Yo estaba con algunos amigos y decidí traerte a mi casa, no podías quedarte sola en esa disco, cualquier persona se podría haber aprovechado de ti- Volqué mis ojos al escuchar tal tontería ¿Alguien aprovecharse de una prostituta? Eso si que es gracioso.
-Louis, no te olvides de que soy una prostituta, me pagan para aprovecharse de mi- el asintió, luego acarició mi cabello.
-Es diferente a que estés inconsciente, además no se aprovechan, ellos solo quieren lo que no tienen en casa-
-¿Vos no tenias una mujer en casa?- el negó con su cabeza y luego habló.
-Mi novia me dejo por algunas cosas. De todos modos no necesito mas pagar por sexo.
-¿Y por qué lo sigues haciendo? Digamos que sigues entrando a ese cabaret y preguntar por mi- mi tono era seco y cortante, pero debo admitir que me molesto saber que el ya no necesitara de mi.
-Porque me gustas, nunca sentí tanto tocando a una mujer, y jamás nadie me hizo sentir tan incomodo conmigo mismo como vos, Ambar, eres una de las mejores mujeres que conocí- me quedé helada ante su confesión ¿Qué podía decirle? El es solo un cliente, y si no fuera por el dinero quizás no estaría con el… ¿o sí? No, claro que no.
-Necesito ir al baño- me levanté de la cama y caminé hacia la primera puerta que vi, por suerte, era el baño.
No tenía idea de cómo actuar, y algo así es lo mejor que puedo hacer en momentos de nervios.
