VII

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30 de enero de 2014:

Hace cinco días que no escribo y me siento algo culpable, así que decidí contar las cosas que pasaron estos días ausente. En realidad no quería escribirlo, se me hace muy difícil expresarme en un estúpido diario íntimo.

Voy a volver a la noche del veinticinco de enero, donde me quede:

El besaba mis labios y el puente de mi nariz, luego acarició mi frio brazo desnudo.

-Estas helada- asentí y bese sus labios suavemente –Vamos- el tomo mi mano y me guio otra vez al auto, lejos de la hermosa vista.

El condujo, no decía nada, pero su mano apretaba mi rodilla y por momentos acariciaba mi piel.

Aparco en su casa y me confundía que no me preguntara si quería ir a su casa o no, pero supongo que era obvio. Tenía demasiados billetes en mi cartera y con algo tenía que pagarle.

Bajamos del auto y seguíamos en silencio, el entrelazo sus dedos con los míos y entramos a su casa. El silencio era inconfundible y el aroma de su perfume impregnaba cada sentido, cada espacio.

El tomo mi cintura, la acaricio, luego sus caricias se trasladaron a mis brazos, mi nuca, mi mentón, mis labios, mi espalda. Sus ojos se clavaban en mí como dagas, parecía que me estaba descubriendo con cada roce, aunque ya me hubiera visto miles de veces sin prenda alguna.

Apoyo mi espalda con una fuerza extrema en la puerta de la entrada. El apretó su pecho con el mío, mire sus ojos, eran de un color más oscuro y lo bese con más intensidad que antes, ni siquiera pedía permiso para el ingreso de mi lengua.

El comenzó a bajar lentamente mi vestido, no se perdía absolutamente nada, cada centímetro de tela que descendía por mi cuerpo era un espacio para besar. El estaba tan excitante (tan dulce), diferente.

-Vamos a tu habitación- le dije mientras desprendía los primeros botones de su hermosa y delicada camisa. El asintió, pero no se quitó. Bajo mi vestido completamente y luego tomo mi pierna derecha, haciendo que la enrede con su cintura y luego hizo lo mismo con mi pierna izquierda. Comenzó a subir los escalones conmigo enredada en su perfecto y escultural cuerpo.

Cuando llegamos a su habitación el apoyo suavemente mi espalda contra el colchón, luego se subió encima de mí y me beso, tan fuerte que al instante sentí como mi vista se nublaba de placer, excitación… siento que había otra cosa además de esas sensaciones, pero no pude descifrarlas. Aún no.

El tomo mi cuerpo como si yo simplemente fuera una almohada, y me coloco encima de él, su espalda estaba apoyada en el colchón y mis piernas en torno a su cadera. Louis toco con delicadeza mi feminidad ya mojada, por encima de mis bragas.

-Te quiero- sus palabras retumban nuevamente en mi cabeza ¿Por qué lo hacía? ¿No podía notar cuan incomoda me ponía? Me olvide por completo de mis deseos sexuales por dos idiotas palabras –Y quiero demostrártelo esta noche- el acarició mi cintura, mi vientre y luego ingresó su mano, me tocó como ninguno, me confunde como ninguno. -Nada es más agraciado que tú, aquí en mi cama, en este santiamén en mi casa, en frente de mi- él lo susurro en mi oído cuando bese sus labios. Haciendo que mi cabeza siga girando torpemente.

Tironeo casi salvajemente de mis preciadas y favoritas bragas, haciendo que estas se desgarren por completo, dejándome a su total merced.

Toco mi clítoris con su dedo índice, y luego con el medio. Haciendo que las sensaciones me invadan.

El nuevamente apoyo mi espalda contra el cobertor y luego se quito el bóxer, liberando su prominente erección, haciendo que me sonroje al instante. Que idiota, ahora actuaba como una adolescente en su primera vez.  Acarició lentamente mis mejillas, mi barbilla y mis labios. Luego de unos segundos con sus ojos sobre los míos, él tomo su erección y rozo mi entrada con total delicadeza.

-Quiero que me digas lo que sientes- sus ojos seguían oscuros, con total excitación. Pero sabia que no movería otro musculo más hasta que le responda. Y realmente no quería.

-No quiero hablar de esto, Louis- Busqué desesperadamente con mis caderas su erección, pero él no se movió, no respondía.

-Yo si- su voz era dura, estaba enojado.

-Es difícil para mí- mi cabeza sigue siendo una maldita maraña.

-¿Qué es difícil? ¿Es difícil decir si sigo siendo un estúpido cliente o si me quieres? Para mí no es muy difícil, te lleve a conocer a mis amigos, te quiero en mi vida maldita sea- sus palabras me agobiaron, el tenía sus puños cerrados a cada costado de su cuerpo, ya no estaba erecto en lo mas mínimo. Y mi excitación también se marcho con sus palabras.

-No tengo idea de si te quiero o no, haces cosas irremediables en mis sentidos, me volves loca. Pero no quiero que  seas más que un cliente, Louis; mi vida es un infierno, y lo va a ser siempre. No quiero que seas parte de ella- me senté, quedando frente a su hermoso y bronceado rostro.

Sus manos rodearon mi rostro, planto un beso en mis labios, otro en mi nariz y por ultimo uno en mi frente.

-Quiero sacarte de ese infierno, quiero mostrarte que la vida es buena y que a la vuelta de la esquina la felicidad te espera- el no soltaba mi rostro, me miraba fijamente a los ojos, como si intentara ver mi respuesta salir de mis ojos.

-Te quiero, pero no en mi vida. Amo escuchar cada una de tus palabras, porque me haces sentir más que una prostituta y te lo agradezco. Pero no puedo aceptar tu oferta, Louis- aleje sus manos de mi rostro y luego salí de la cama para comenzar a caminar hacia la entrada de la casa, donde estaba aún mi vestido.

-No te vayas, por favor- su mano apretaba mi muñeca y sus ojos esperaban aún por mí.

-No- fue mi última palabra, el me soltó y yo simplemente me dedique a colocarme mi vestido y salir por la misma puerta que había entrado hace menos de una hora. 

Addictions |Louis Tomlinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora