Unas lágrimas traicioneras comenzaron a brotar de mis ojos, mientras abría el grifo del lavabo del baño y sumergía mi mano bajo la fría agua, me mordí el labio inferior al sentir ardor en la reciente herida. La odiaba, odiaba a esa mujer. Odiaba a quién le dió la vida y una vez llamó "mamá" con tanto amor.
Mi madre se había molestado estúpidamente por qué no la había escuchado llamarme, cuando bajé la encontré en la cocina bebiendo y fumando cigarrillos, al verme se abalanzó hacia mí agarrándome del cabello y empujándome contra la mesa volcando la botella de alcohol mojando mi mano derecha en el proceso, me dió una fuerte bofetada en el rostro mientras me reclamaba por mí desobediencia; no conforme con eso para mí desgracia tomó el cigarrillo que estaba en el cenicero y lo estampó en el dorso de mi mano con rapidez, el fuego no tardó en encenderse y mis gritos de dolor llenaron el ambiente.
—¡Deja de gritar!— Exclamó furiosa, saliendo de la cocina y de la casa dando un portazo.
Fui al fregadero y sumergí mi mano en el agua apagando el fuego, sintiendo un alivio momentáneo, con mi mano izquierda levante la jarra de agua y tire el líquido sobre la mesa donde se había prendido fuego el mantel. Mi piel palpitaba aún bajo el agua, había tomado un trapo mojándolo y envolviéndome la mano subí las escaleras hasta mi habitación, entrando al baño.
Desde que tengo diez años mi madre me ha maltratado de esta manera, desde que se había vuelto una drogadicta y alcohólica no volvió a ser la madre amorosa y comprensiva que una vez fue, desde que mi padre nos abandonó todo cambió; primero el alcohol y luego las drogas, mi propia madre se había vuelto mi enemiga, haciéndome vivir un calvario.
Frente al espejo del baño vi mi reflejo, no daba la apariencia de un chico de diecisiete años normal, tenía ojeras y mi tez era demasiado blanca, tan pálido como un cadáver, solo verme hizo que quisiera vomitar. Me arrodillé frente al inodoro y comencé a descargar todo lo que tenía en el estómago rápidamente, hasta que ya no hubo nada más.
Cerrando la tapa del retrete, apoyé mi cabeza sobre mis antebrazos recostandome en el inodoro, el ardor de mi herida era insoportable que entre eso y la adrenalina del impactante momento recientemente vivido; cerré mis párpados y me quedé dormido allí, era un ser tan patético y miserable. Estaba seguro de eso.
Alrededor de las dos de la madrugada desperté confundido de encontrarme en el baño, pronto las imágenes de lo ocurrido hace unas horas en la cocina llegaron a mi mente junto con el dolor haciéndose presente, miré mi mano observando la quemadura, mi piel se había puesto hinchada y algo rugosa.
Era horrible a simple vista.—Demonios!— Me quejé al envolver mí mano con él trapo nuevamente húmedo.
Salí del baño y me recosté en mi cama, no había ruido en toda la casa; seguramente ella se habría ido algún bar a continuar bebiendo, no me importó en absoluto, preferí que no regresara. Giré la cabeza a un costado viendo la hora en mi reloj despertador, 3:24 AM. Me quedaban unas pocas horas de sueño por lo que decidí descansar un poco más, ya vería cómo atender mi herida mañana, estaba demasiado agotado.
Empezaría el instituto en unos días en un nuevo colegio, en mi anterior escuela ya no había puestos libres de inscripción, por lo que tuve que inscribirme en una nueva escuela algo lejos de casa, cerca de mí trabajo a tiempo parcial en un negocio de comida rápida. No tenía amigos por lo que no me era un problema cambiar de instituto, estaba seguro que no haría ningún amigo allí tampoco, sería visto como el bicho raro y marginado, seguramente.
Cerrando mis pesados párpados dejé que el sueño se hiciera presente y se apoderó de mi cuerpo, bloqueando cualquier pensamiento de mi mente, olvidando el dolor de mi herida y mi alma rota.
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Tóxico Amor
Short StoryIan Brown ha sufrido maltrato por parte de su madre desde pequeño, él quiere cambiar su vida y lo conseguirá con ayuda de su compañero de química, quién ha decidido no separarse de él un minuto. Pero... ¿Qué pasa cuando dos personas mentalmente ines...