Capítulo 8

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Aún era temprano cuando llegue, espere apoyado contra el muro de la entrada a un lado de la reja. Poco a poco fueron llegando los estudiantes luego de unos minutos, Alan se acercó a mí en cuanto me vio, tenia un corte en el labio que me alarmó.

—¿Qué te pasó?— Cuestioné antes de que me saludara.

Llevé mi mano a su rostro acariciando con un dedo su labio inferior. Él se sonrojó un poco y apartó mi mano sonriendo.

—Una tontería, me mordí mientras estaba dormido.

—¿En verdad?— Pregunté levantando una ceja, aún sin creerle.

-Sí, no es nada Ian.- Se encaminó a la entrada, lo seguí hasta llegar al aula.

Ya se había hecho costumbre que nos sentáramos juntos, y eso me gustaba. El profesor de historia llegó y la clase comenzó rápidamente.

Para cuando sonó la campana, Alan se levantó y dirigió al chico sentado en la fila de en medio, intercambio un par de palabras con él y le regresó su cuaderno. Me di cuenta que no había dejado de verlo hasta que volvió a acercarse a nuestro banco.

—Vamos.— Dije frunciendo el ceño y apartando la mirada por haberlo observado cómo marido celoso. Demonios.

Entramos a la cafetería, él fue por su almuerzo mientras yo buscaba una mesa vacía, choque con alguien sin quererlo y me ensucie la camiseta con salsa de tomate, levanté la vista encontrándome con Bianca que sostenía su bandeja ahora vacía. Carcajadas estruendosas se empezaron a escuchar en toda la cafetería.

—¡¿Qué mierda te pasa?!— Cuestioné molesto.

—Fue un accidente, Brown— Contestó con altanería.—No hagas una escena.

Se alejó antes de que pudiera decir algo, me volteé saliendo de la cafetería y entré al baño, me quité la camiseta mientras abría el grifo, mojé la prenda esperando que esa mancha se limpiase. La puerta del baño se abre y Alan ingresa caminando hacia mí deteniéndose a un paso, petrificado. Maldigo internamente al darme cuenta.

—¿Q-Qué son esas marcas?— Preguntó aún pasmado.

—No es nada, Alan.— Respondí sintiéndome incómodo e irritado.

—Pero tie—.

—Ya no hagas preguntas Alan.— Le interrumpí exasperado, girando para verlo de frente.

Por un momento parece un poco sorprendido, pero me hace caso.

—No creo que eso sirva de mucho.- Dice un minuto después, refiriéndose a la camiseta en remojo.—Te traeré una sudadera que tengo en mi casillero.

Sale rápidamente del baño, y lo escuchó correr por el pasillo. Suelto un bufido mientras cierro la llave del grifo y tuerzo la camiseta sacando el agua de está. Apoyé mis manos sobre el mármol del lavado, el timbre vuelve a sonar y los pasillos se llenan de estudiantes que pronto entran a las clases.

Alan entra segundos después de que el pasillo queda nuevamente en silencio, trae consigo una sudadera gris que me la entrega enseguida. Me quedaba esta talla al ser lo suficientemente grande.

Tóxico AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora