Por unos segundos me sostuvo la mirada, quedando inmóvil a unos pasos de mí. Bajó la vista con una imperceptible sonrisa tirando de la comisura de su labio, intentando ocultar el sonrojo que en ese momento surcaba sus mejillas. Un gesto que no pude evitar apreciar a detalle, definiendo el contorno de su rostro, grabando sus facciones en mi mente de forma inconsciente.
Además de sus llamativos ojos azules, el color de sus labios era lo que más resaltaba en la palidez de su piel, que era teñida por ese suave sonrojo en ese instante. Alan poseía una belleza rara y extraordinaria que me fascinaba. Quizá eso fue lo que me atrapó de él, y su personalidad tan espontánea y natural.
Avanzó los pocos pasos que nos separaban, colocándose frente a mí sin apartar sus ojos de los míos. Llevó su diestra a mi pecho, subiendo lentamente hasta colocarla tras mi nuca y acercar mi rostro al suyo, pegando nuestros labios en un beso lleno de necesidad y pertenencia.
Colocando mis manos en su espalda baja, pegué su cuerpo aún más al mío; comenzando a arder de deseo por él, sólo por él. Antes de dejar descender una mano un poco más abajo, Alan interrumpió el contacto de nuestras bocas y con movimientos pausados fue separándose de mí; bajando su mano nuevamente a la altura de mi pecho, justo donde mi corazón latía desbocado y mis pulmones se llenaban de aire desesperados.
—Será mejor que nos marchemos cuanto antes– Manifestó luego de respirar con profundidad, dejando caer su brazo a un lado de su cuerpo.
—Sí, vámonos ya— Concordé recuperando el aliento.
Caminó hasta la camioneta, y abriendo la puerta del conductor se sentó frente al volante, imité su acción sentándome en el asiento del acompañante. Coloqué unas bolsas de papel que se encontraban en el asiento; sobre el suelo tapizado del vehículo.
Con un poco de curiosidad saqué una caja de zumo de manzana de una de las bolsas, abriendo la tapa del envase bebí un trago. Alan echó un rápido vistazo a los productos dentro de las bolsas de papel antes de encender el motor y arrancar.
—Al menos no necesitaremos detenernos en un autoservicio por comida— Comentó fijando su vista en los comestibles. —¿Hay algo salado? Ya tengo hambre... ¿Qué hora es?
—Pasando del medio día— Musité entregándole paquete de galletas saladas —Una veinticinco exactamente— Agregué verificando la hora en mi teléfono.
—No son muchas horas las que restan de viaje, quizá en cuatro o cinco estaremos cruzando la frontera— Murmuró asintiendo para si mismo.
—¿Creés que tengamos problemas allí?— Inquirí mirando por la ventanilla.
—No... Además, una vez que estemos en territorio canadiense, la policía de EE.UU no tendrá jurisdicción y cualquier cargo de delito serán exonerados.— Declaró con convicción.
Poniéndome a pensar en lo dicho, llegué a una conclusión.
—Todo esto... Ya lo habías pensado antes ¿No es así?— Formulé con sagacidad, mirándolo atentamente —Por eso sabes estas cosas.
Un corto silencio se formo en la cabina de la camioneta, hasta que Alan finalmente respondió.
—Ian, yo no tenía nada que perder...— Confesó sin despegar sus ojos del camino —Y tú tampoco, por eso estas conmigo ¿Verdad?
Guardé silencio durante unos segundos, en los que Alan se tomó el tiempo para girar su atención hacia mi, y cuando nuestras miradas se conectaron; di un asentimiento.
No tengo nada, ahora lo tengo sólo a él.
Volví a enfocar mi mirada a la imagen de los árboles que pasábamos, mientras la camioneta continuaba avanzando por la carretera; dejando atrás todo aquello que nos hizo mal.
Todo a mi alrededor estaba negro... Sólo una luz iluminaba desde otro extremo, y una figura se hizo visible cuando enfoqué la mirada, la silueta de Alan se encontraba dándome la espalda mientras comenzaba a alejarse. Un sentimiento de desesperación me embargó por completo.
—¡Alan!— Intenté gritar, sin conseguir que algún sonido abandonara mi garganta.
Corrí en su dirección al ver que seguía avanzando sin voltear; sin percatarse de mi presencia.
Nuevamente le llamé con más fuerza, con un resultado inútil, el único sonido que podía escuchar era el de mi respiración agitada y los pasos de Alan resonando contra el suelo, dejándome cada vez más atrás.
Pude notar entonces, que entre mas corría para darle alcancé, más distancia se iba creando entre nosotros; sin permitirme siquiera acortar un poco los grandes metros que nos dividían.
Sólo entonces deje de correr cayendo de rodillas contra el suelo, sintiendo como la oscuridad iba cubriéndome por completo mientras la figura de Alan terminaba por desaparecer.
—¡Alan!— Exclamé en vano, quedando rodeado de una profunda oscuridad.
Desperté algo agitado, con la vista borrosa visualice a Alan dándome una mirada de vez en cuando mientras conducía. Enderezándome en el asiento, extendí mi mano hasta tocar la suya reposada sobre la palanca de cambio y las entrelacé. Sólo se trataba de un sueño... No, una pesadilla.
—¿Qué pasó?— Cuestionó alternando su mirada en el camino y en mí.
—Un mal sueño...— Contesté frotando un ojo con mi mano enguantada.
Él asintió con semblante serio, y apartando un momento la mirada del camino, me observó.
—Murmuraste mi nombre... ¿Tan malo era?— Inquirió regresando la vista a la carretera.
—No lo sé, era confuso— Respondí zanjando el tema, con un sólo pensamiento en mi mente.
Alan es lo único que tengo ahora, y es todo lo que necesito; tenerlo conmigo.
No pasó más de dos minutos para cuando mi respiración se había calmado, y Alan intentase separar el agarre de nuestras manos.
—Ian... Necesito mi mano para conducir— Musitó cuando lo solté, colocando nuevamente su mano en la palanca de cambio del vehículo.— Creo que faltan más horas para llegar— Avisó concentrado en la carretera.
Asentí a pesar de que mi mente se encontraba ausente, recordando la secuencia de aquel sueño.
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Tóxico Amor
Krótkie OpowiadaniaIan Brown ha sufrido maltrato por parte de su madre desde pequeño, él quiere cambiar su vida y lo conseguirá con ayuda de su compañero de química, quién ha decidido no separarse de él un minuto. Pero... ¿Qué pasa cuando dos personas mentalmente ines...