Casi dos semanas han pasado y no se han presentado cambios en la relación que llevaba con Alan, teníamos encuentros en pocas ocasiones pero dentro de la escuela sólo se aparentaba una fachada de dos amigos. Aunque lo que deseaba fuera poder pasar tanto tiempo como fuera posible junto a él, insistía en su negativa ante la idea que los demás lo supieran.
De cierta forma era algo molesto, pero opté por no presionarlo en el tema, y dejar que las cosas fueran tomando su curso con calma. Ir pasando tiempo juntos, relajadamente.
Justo como en ese instante, recostados sobre el césped del parque uno al lado del otro, mirando las nubes desplazándose por el cielo pintado sobre nosotros.
Alan giró su cuerpo en mi dirección, incorporándose un poco sostuvo su cabeza sobre la palma de una mano, con el codo apoyado en el suelo.
—¿A dónde tienes pensado ir?— Rompió el silencio en el que estábamos envueltos— Ya sabés, cuando cumplas la mayoría de edad.
—Cualquier lugar, muy lejos de aquí.— Contesté con un encogimiento de hombros.— ¿Tú en qué lugar piensas?
—Yo quiero ir a Canadá.
Volteé a verlo y me incorporé sobre ambos codos, prestando suma atención.
—¿Por qué allí?
—¿Porqué no?— Preguntó levantando los hombros.— Me gustaría ir, antes vivía allá con mi madre y hermana... Antes de que mi madre volviera a casarse.— Dijo con un tono ausente.
Me quedé viéndolo durante un rato, con un sentimiento inexplicable en mi pecho después de contarme algo de él; desde aquella noche no habíamos vuelto a sacar al tema algo de nosotros, que me haya confesado esto significa que poco a poco está superando sus recuerdos y tomándome más confianza.
—Si es lo que quieres, podemos ir allí.— Concedí acercando mi mano a su rostro y dando una caricia a su mejilla.
Sonrió apoyando su mano sobre la mía, disfrutando unos segundos la caricia y acercó su rostro; uniendo sus labios con los míos.
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Cuando llegué a casa el sonido de la televisión en un volumen un poco elevado me recibió, al pasar por el marco de entrada de la sala visualice a Adelina sentada en el sofá con la vista fija en la pantalla. Pasé de largo y subí los escalones hacía mi habitación, ignorando el estado de lucidez que mostraba en ese momento.
De cualquier forma, tomando dos o tres botellas de cerveza bastaban para que perdiera noción de la realidad. Algo que sabía no tardaría en suceder, alcohol era lo que nunca faltaba para ella, y yo ya había aprendido a no tocar esas botellas. Por muy grande que sea el deseo de vaciarlas dentro de la pileta del grifo, una paliza había sido suficiente para no hacer otra vez la misma estupidez.
Si ella tanto le gustaba beber y drogarse, que lo hiciese las veces que le sean suficientes hasta quedar inconsciente o experimentar algún viaje.
Cerré la puerta de mi habitación dejando caer mi mochila junto a la entrada, me tiré sobre la cama aún vestido y con el celular en mano revisé la bandeja de mensajes.
[0 mensajes]
Me preocupé un poco el no tener aún noticias de Alan, cuando había dicho que enviaría un mensaje al llegar a casa.
Me debatí internamente en llamarlo o no, con algo de duda presioné el botón verde y esperé. Uno, dos, tres tonos y me enviaba al contestador.
Intenté un par de veces más, dándome por vencido al no atender mi llamada. Me incorporé sentándome en la cama, sentía que algo no iba bien. O quizá sólo era mi imaginación.
Me levanté de la cama y caminé por la habitación, con la ansiedad comenzando a crecer en mi interior. Y si no contesta por... ¡No! Tal vez se quedó sin batería, esos smartphone no rinden mucho en cuanto a energía.
La pequeña pantalla del teléfono tendido en mi cama parpadea un par de veces llamando mi atención, contando un total de tres mensajes. No tardé en abrirlos, leer las líneas.
[Tengo que verte, Ian...]
[Necesito tu dirección]
[Te espero afuera] Era lo que decían cada uno.Respondí deprisa saliendo de mi cuarto, y bajé las escaleras apresurado.
—¡Hey! ¿A dónde vas?— Salí de casa ignorando la pregunta de Adelina.
Varios minutos esperando en la acera, un auto blanco no tarda en aparcar frente a mi casa. Alan baja del asiento del conductor, y su ropa con algunas manchas de sangre no hacen más que alarmarme.
—Ian, yo– le interrumpí cualquier oración que se disponía a decir.
—¿Qué hiciste?— Cuestioné desencajado.
Sus ojos se cristalizan, bajando la cabeza deja escapar un par de sollozos, y por primera vez veo a Alan llorar. Acorte la distancia y lo envolví con mis brazos.
—Estoy cansado.— Susurra después de un rato, pasando sus brazos por mi espalda, aferrándose a la tela de mi camiseta.
—Dime que pasó, Alan.— Insistí en un tono igual de bajo.
—Tenemos que irnos ya.— Se separó y limpió la humedad de sus mejillas con la manga de su abrigo.
—¡Alan! ¿Qué fue lo que pasó?— Inquirí de nuevo, esta vez ya perdiendo la paciencia.
Me miró con sus ojos brillando de rabia, enojo y desesperación.
—Los maté, a ambos— Admitió sin contener el tono furioso en su voz. — Y luego quemé la casa.
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Tóxico Amor
Short StoryIan Brown ha sufrido maltrato por parte de su madre desde pequeño, él quiere cambiar su vida y lo conseguirá con ayuda de su compañero de química, quién ha decidido no separarse de él un minuto. Pero... ¿Qué pasa cuando dos personas mentalmente ines...