Capitulo 4

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No tenían el menor parentesco. Su relación era más bien un estado de cosas. Y más le valía no olvidarlo en ningún momento. Sabía que ella pensaba en él como en su hermano mayor. Eso implicaba que Ashley estaba fuera de su alcance. Era la fruta prohibida y no debía tocarla.

-Espero que no tardes mucho en decidirte, Harry -dijo y se quitó la toalla de la cabeza-. Ya no soy tan joven como antes.

-¿Y quién sí? -dijo Harry.

Se había atado los cordones demasiado prietos, pero se levantó y caminó hacia la puerta. Al girarse, solo pudo fijarse en el pelo de Ashley. Húmedo y suelto, enmarcaba su rostro y caía sobre sus hombros desnudos. Las puntas, igual que llamas mojadas, estaban pegadas a la curva incipiente de sus...

-No tardes mucho en vestirte, ¿quieres? Ya son más de las diez y estoy muerto de hambre -apuntó Harry.

Cerró la puerta con cuidado. Se sentía como si hubiera escapado por los pelos a una visión demasiado horripilante para ser contemplada.

-¡Por el amor de Dios, Harry! -chilló Ashley-. No tomes las curvas tan rápido.

La moto de Harry se inclinó una vez más mientras hacía un nuevo viraje a velocidad de vértigo. Ashley se aferró a la cintura de Harry y entrelazó sus manos sobre la hebilla del cinturón de Harry. Tenía la obscena sensación de que sus muslos estaban demasiado separados.

-Inclínate, Ashley -dijo Harry-. Inclínate.

Ella obedeció, convencida de que su casco iba a golpear el asfalto gris de la carretera mientras atacaban un ángulo imposible. Harry ni siquiera le había dado tiempo para que se secara el pelo. Tan pronto como Ashley se había vestido con unos vaqueros y otra de las amplias camisetas de Harry, la arrastró de la mano hasta el garaje. Una vez allí, pasaron de largo junto al viejo Jaguar y montaron en la moto. Harry le había ofrecido el casco, había hecho rugir el motor de su máquina y había instado a Ashley a que se sujetase con fuerza.

Ashley constreñía el cuerpo de Harry entre sus brazos con tanta fuerza que parecía que iba a atravesarlo. La velocidad logró acallar su habitual locuacidad. Pero sabía que tendría que acostumbrarse a la sensación del viento jugando con su pelo, mordisqueándole la cara, golpeando contra su piel. A Harry le encantaba su moto.

La casa estaba a poco más de una hora al sur de San Francisco. Se llegaba hasta allí a través de unas carreteras muy estrechas, llenas de curvas, que bordeaban la bahía y te revolvían el estómago. Ashley cerró los ojos llorosos y apoyó la nariz enrojecida contra la cazadora de cuero de Harry. Recordó la primera vez que la había llevado de paquete en su moto.

Ella había cumplido diez años y Harry tenía diecisiete. Había aceptado a causa de la insistencia de su padre, que le había pedido que llevara a Ashley a dar su primera vuelta en su nueva y flamante moto. Ashley había sentido un miedo terrible. Harry se había puesto furioso con ella por comportarse como una niña pequeña y había gritado a ashley sin parar durante un buen trecho. El viento en la cara había hecho llorar a ashley. Al regresar, papá y Harry habían tenido una pelea muy violenta a causa de ese incidente.

-Afloja un poco, pantera -dijo Harry-. No puedo respirar.

Pero Ashley, que no había podido respirar con tranquilidad durante más de una hora, ignoró la petición de Harry. Él se sentía a gusto entre los brazos de Ashley.

-¿Ya hemos llegado? -preguntó de un modo infantil y asustadizo.

Sintió la risa de Harry. El cuerpo sólido era como una caja de resonancia que vibraba y expandía las ondas por todo su cuerpo. Ashley notó, aferrada aún a su cintura, esas convulsiones. Era tan tentador como el chocolate negro. De pronto estuvo segura de que había tomado la decisión correcta al ir a San Francisco.

Juego de seduccion |hashley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora