Capítulo 9

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Narrador omnisciente

El sol salió, al igual que las reclusas. Cereales; copos azucarados o gachas de avena, estaba siendo servido y comido por reclusas. Jasmin se puso en la fila, temblando levemente debido al aire frío.
Anteriormente, habían anunciado que el comedor no funcionaba, y que al ser enero, la prisión se construyó con aire frío.

—Siguiente —chilló una mujer asiática con pelo corto. Los dientes de Jasmine castañeteaban mientras cogía el boll con gachas de las mani de la mujer.

—Gracias —logró murmurar, pero como siempre, no obtuvo respuesta alguna. Cogiendo la primera cuchara que había a la vista, lentamente hizo su camino hacia su sitio.

Justin, por el otro lado, se paseaba por la prisión, usando su chaqueta, que le proveía otra capa de calor. Sus ojos viajaron por todos las reclusas que estaban comiendo. Notó que la mayoría de ellas temblaba de frío, y no pudo evitar compadecerse de ellas.

Sus ojos por fin aterrizaron en la silueta familiar; Jasmine. Un frunce se dibujó en sus labios al reparar en sus temblores por el frío. Se veía mucho más pálida, y desde lejos podía decir que su apariencia no era la mejor.

¿Y si había contraído algo?, pensó para sí mismo, y su asunción pronto se probó afirmativa, cuando un fuerte estornudo abandonó su nariz.

El cuarto cayó en silencio, y cada mujer que vestía un mono naranja la observó, junto con Justin. Las mejillas de Jasmine se ruborizaron ligeramente por la vergüenza, tras notar que las miradas de todos estaban sobre ella.

—Lo siento —dijo ella con voz débil, la cual sonaba muy distinta. La preocupación hizo su camino hacia Justin. Se veía y sonaba terrible... Sin duda estaba enferma. Sacándolo de sus pensamientos, el fuerte pitido de su walkie talkie sonó.

Un suspiro por lo bajo abandonó sus labios mientras comenzaba con su camino hacia la oficina del oficial Morris. Tocó educadamente, antes de que le dijeran que podía pasar.

Todas las miradas cambiaron hacia Justin. En silencio, cerró la puerta detrás suyo y envió un asentimiento hacia los otros cinco guardias de seguridad, quienes también patrullaban con él. El único con el que se asociaba era Brian.

—Ah, ahora todos están aquí —El oficial Morris habló, llamando la atención de todos—. Como saben, la calefacción se ha dañado y no funcionará durante los próximos dos días, así que nos han dado suministros para las reclusas: simples mantas y suéteres —les dijo, haciendo gestos hacia la pila de cajas esparcidas por el suelo—. Repártanlas —instruyó, recibiendo débiles gimoteos de los guardias, pero una pequeña sonrisa de parte de Justin.

Sentía un gran respeto por el oficial Morris. A pesar de no estar a cargo de toda la prisión, siempre se esforzaba por hacer de la cárcel un mejor lugar para las reclusas. Nunca veía a las reclusas de manera diferente, incluso si eran criminales.

Justin apiló tres cajas comenzó a hacer su camino hacia el salón, sabiendo que anunciaron que debían ser enviadas allá. Entrando al cuarto aún más frío, colocó dos cajas en el suelo y comenzó a sacar las mantas que estaban dentro de la caja.

—Gracias. —Tosió una suave voz, su mano cálida rozó ligeramente la de Justin y tomó, agradecida, la sábana. Él bajó la mirada, frunciendo el ceño con preocupación y angustia cuando vio que no era otra más que Jasmine.

—¿Estás bien, reclusa? —preguntó poniendo voz seria, al tanto de todas las reclusas a su alrededor. Aunque Jasmine estaba en su propia esquina, no se quería arriesgar.

—S-Sí, solo, uh, con un poco de frío. —Sonrió con timidez, pero Justin no le devolvió el gesto.

—Te ves terrible. —Frunció el ceño, colocando el dorso de su mano en la frente de la chica, quien, ante esto, se sobresaltó—. Estás ardiendo —murmuró, presionando los labios mientras escudriñaba a Jasmine.

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