Que pasa con Gideon?

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Quantico, Virginia

El reloj daba las 6:05 minutos... Aaron apenas quería abrir los ojos. El caso en Sunnyvale había sido cansado, 4 días lejos de su hogar...

Todos los días, a esa misma hora, un ligero brazo lo envolvía, mientras unos suaves y húmedos labios le besaban el cuello.

Hayle – Vamos dormilón, el despertador lleva 5 minutos sonando, arriba.

H – vamos, un poco más...

Hayle –Hhhh... eres imposible Aaron Hotchner, que dirían tus subordinados si vieran lo difílcil que eres para levantarte todas las mañanas.

H – Te aseguro que no sería el único del equipo con ese problema.

Aaron se vuelve y mira a su esposa mientras le acaricia el cabello.

H – Alguna vez te he dicho cuánto te amo?

Hayle –Mmmmm... no lo suficiente.

Lo besa y luego se levanta, se pone la bata y se dirije a la puerta...

Hayle – Qué quieres desayunar hoy?

H – Sorprendeme

Hayle – Ohhh... me vas a poner a adivinar tan temprano? Ok, no tardes...

Mira a Hayle salir del cuarto. En ese instante que se pregunta si vale la pena todo esto. Levantarse todos los días temprano, salir corriendo, estar en la oficina a las 8:00, salir con suerte a las 5:00, si no es que hay un caso que los haga viajar po días... Ella era comprensiva, pero, ¿hasta cuánto?

Ya no eran los mismos muchachos que se conocieron hace unos años en secundaria, pero sabía una cosa: lo más importante en su vida era ella, solo ella.

Luego de un buen baño, abre el closet, cerca de 15 trajes oscuros, varias camisas claras y 8 pares de zapatos de vestir, todo puesto en su lugar. Se viste, acomodándose perfectamente su corbata. Bien peinado, un poco de perfume, toma el saco en la mano, y baja apuradamente. El aroma del café y tostadas hace gozar sus sentidos. Desayunar con su esposa, es el mejor momento de su día. Mientras ella le cuenta los pormenores de su trabajo, el observa esos ojos que lo enamoraron hace ya 12 años. En todo ese tiempo, se esforzaron por tener un hijo, pero nunca se dió, ahora ya no lo intentan, la razón la dio Hayle hace tiempo 'Él llegará Aaron, tarde o temprano, encontrará el camino y llegará a nosotros, yo lo sé...' Ella era la única persona en el mundo que podía hacerlo sentir positivo.

El reloj marca las 7:55. Hoy no ventila ser un buen día. El director le informó unas horas antes que Erin Strauss sería a partir del lunes, su supervisor.

A pesar de no haber trabajado nunca con ella, la conocía bien. Era un cocodrilo. Una de las primeras mujeres en ingresar al FBI, de la generación de grandes perfiladores como Gideon, el difunto Balack o Rossi, tenía una fama terrible. Eficiente, tenaz, pero soberbia, directa, sin escrúpulos, no le había importado pasar por encima de otros agentes por avanzar en su carrera. Era una clara dominadora del ámbito político, sabía como cumplir con sus objetivos y tenía gran destreza en el arte de la manipulación.

Su nombramiento solo significaba una cosa: su equipo estaría en un constante escrutinio, y si algo no le gustaba, Erin Strauss haría lo que fuera para quitarlo del medio.

Ese día tendría una reunión informal con ella, sabía que el algún momento pondría sobre la mesa a dos miembros de su equipo: Gideon y Reid. Gideon nunca fue de su agrado, ni ella del agrado de él, de hecho, era sabido que ambos se ignoraban completamente. Y siendo Reid recomendado por Gideon, estaría en la mira de Strauss, eso sin mencionar la situación vivida hacía poco, cuando Reid participó directamente en la detención del su-des.

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