Capítulo 29 | Carolina Lane.

23.4K 1.7K 73
                                    

  •Los lobos parecen humanos normales y se comportan como humanos normales, caminan entre nosotros incluso a la luz del día.
  •Sed excesiva, ausencia de lágrimas o saliva, en general, lucen deshidratados.
  •Pueden tener la piel más pálida de lo normal.
  •Aullan durante la noche, solo cuando están convertidos en lobo. Generalmente tienen heridas o úlceras que no sanan en brazos y piernas, debido a su actividad nocturna durante las noches de luna llena.
  •Sus ojos brillan en la oscuridad.
Fruncí el ceño ante lo que acababa de leer, esa información no es de mucha ayuda, además ¿hombres lobo? Eso no existe, y creo que me estoy volviendo loca. Muy loca. Apagué la luz de mi habitación y me acosté en la cama, estaba cansada y creo que Kayler no vendrá hoy, algo me dice que no lo hará, ¿tendrá problemas? Creo que si le pregunto que porqué se va cuando los lobos aullan me dirá que él y su padre los quieren cazar o solamente llevarlos a algún refugio. Es muy astuto respecto a las respuestas y yo he sido muy ingenua, tonta, no he querido ver que hay algo más en Kayler y esos chicos. Algo más.
  ***
  —Entonces dices que Kayler se volvió a ir cuando los lobos aullan... —repitió por segunda vez Anne. Rodé los ojos, ya le había dicho que sí.
  —Sí, Anne, eso pasa siempre. —respondí entre dientes, pasando la hoja de mi libro. Un libro de romance.
  Estábamos en la orilla del lago, sentadas bajo un enorme árbol, era de tarde y el día estaba bonito, algo soleado, en general aquí siempre está nublado.
  Anne se puso pensativa, como recordando algo.
  —Sé que vivo en la ciudad y que allá no se escuchan los lobos ni nada de eso pero, exactamente a qué horas empiezan a aullar los lobos. —quiso saber.
  Recordé un poco, no entendiendo muy bien el punto de Anne.
  —Como a las diez por ahí. —dije, volviendo la vista al libro. No me estoy concentrando nada.
  —Ayer estaba con Apolo, —comenzó diciendo. —Y a esa hora, justamente, se fue, dijo que tenía algo urgente qué hacer.
  La miré. Se supone que Anne está tratando de decir que ellos tienen algún vínculo o así. Volvió a hablar al notar que no estaba entendiendo nada.
  —Quiero decir que él no resivió ninguna llamada, al principio estábamos platicando normal, fue como que de pronto sintiera que se tenía que ir. —murmuró en tono macabro.
  —Anne, —dije—. No es gracioso. Lo que te dije de los hombres lobo no es verdad, no existe. No debí de decirte nada. —cerré el libro y miré al otro lado del lago.
  No he visto a Kayler desde ayer.
  —Oh, casi lo olvido, Apolo me comentó ayer sobre la fiesta en la casa de Kayler. —comentó.
  La miré de inmediato. Kayler no me dijo de ninguna fiesta.
  —¿Fiesta? ¿cuándo? —pregunté, casi de inmediato.
  Abrió los ojos del asombro, parece que pensaba que yo ya sabía.
  —Pensé que sabías. —dijo—. Y es hoy, ya me extrañaba que Kayler las últimas semanas no hiciera fiestas, son los populares, todos los sábados hacen.
  Eso ya lo sabía, Anne, me lo habías dicho. Pero ¿porqué Kayler no me dijo nada? ¿acaso quiere que no vaya?.
  —No, no me dijo nada. —espeté, de mala gana. —Es tan estúpido para hacer una fiesta y no invitarme, sabiendo que de todas formas voy a verla, a escucharla porque su estúpida casa está frente a la mía.
  Creo que estaba enojada.
  —Wow, calma, seguro se le pasó decirte. —lo defendió, en vez de defenderme a mí que soy su amiga.
  —Sí, como todas las cosas que me oculta. —ironicé. Y creo que también me estoy enfadando con ella.
  ¿Qué te pasa hoy, Carolina? ¿vendrá tu período? Respiré profundo y me calmé.
  —Lo siento, no es contigo el enojo, es solo que... Kayler al parecer no confía en mí, no he sabido nada de él desde ayer y... —resoplé—Ya no sé qué pensar.
  —Te entiendo. A veces también me pasa con Apolo. —puso su mano en mi hombro. —Hay no, hablando de Apolo, dejé mi libro en mi casillero del colegio y el lunes hay examen. Tengo que estudiar. —se levantó de inmediato.
  —Pero si es sábado, ¿cómo se supone que entrarás? —le pregunté.
  —Yo sé por donde, además conozco a Herl, no me dirá nada. —me extendió la mano.
  —¿Quién es Herl? —cuestioné, tomando su mano y poniéndome de pié.
  —El vigilante.
  Empezamos a caminar hacia su auto, mamá no estaba, estaba trabajando como siempre, así que no tengo a quién pedirle permiso. Nos subimos y Anne manejó hacia el colegio.
  Íbamos a mitad de camino cuando tres coches negros se posicionaron detrás de nosotras. Los conocía, venían de la casa de Kayler. Miré por el espejo retrovisor, como siempre, no se miraba porque los vidrios eran oscuros. Sin embargo, el corazón me comenzó a palpitar mas fuerte. Era él. Junto con sus secuáces.
  —Anne, acelera. —le dije, haciéndome pequeña en el asiento. No lo quería ver. Me tiene enojada, y por supuesto que voy a ir a esa fiesta, pero no me va a ver.
  —Claro.
  Anne aceleró un poco más, alejándonos unos cuántos metros de ellos. Llevábamos un buen rato conduciendo, hasta que llegamos por fín a la ciudad. Manejó recto. Pude ver como Kayler doblaba en un callejón y desaparecían.
  —¿Será que ahí iba Apolo? —quiso saber Anne, estacionándose en el parqueadero del colegio.
  —Era obvio, Anne. Siempre caminan en grupo. Son inseparables. —respondí, saliendo del coche.
  Andaba con un jean algo ajustado y unos converse, junto con una camisa manga larga. Lo sé, no tenía otra ropa mejor. Solo espero que Anne saque su libro rápido y nos podamos ir.
  —Por aquí. —me dijo Anne al salir, caminando hacia la parte trasera del colegio.
  Como era obvio, la escuela estaba desierta, se mira extraña así, sin ningún estudiante cerca. Llegamos a la puerta trasera, milagrosamente estaba abierta, subimos unas escaleras y llegamos al pasillo principal, en donde estaban los casilleros, Anne de inmediato se dirigió al suyo.
  —Será rápido, solo lo agarro y nos vamos, como si nada. —murmuró, abriendo su taquilla.
  —Está bien. —le dije en tono que se apresurara. Miré a mis alrededores, me crearán loca pero siento que no estamos del todo solas. Me siento... Observada.
  Intenté alejar esos pensamientos de mi mente y me centré en Anne, quién estaba rebuscando sus libros, buscando el indicado y no sé qué más.
  —¿Ya? —pregunté, con el corazón a mil.
  Las escuelas cuando están solitarias dan miedo. Por lo menos a mí me dan.
  —Espera... —susurró—Lo tengo. —elevó un poco la voz, haciendo que se escuchara un pequeño eco en el pasillo.
  Le di una mirada de advertencia.
  —Lo siento. —susurró, cerrando su taquilla. —Vamos.
  Empezamos a caminar por donde venimos pero algo llamó nuestra atención, en el campo se miró pasar a alguien, y espero que sea Herl, a menos que Herl sea alguien de nuestra edad.
  —¿Quién era? —quiso saber Anne.
  La miré, extrañada.
  —¿No es Herl? —pregunté.
  Negó con la cabeza.
  Está bien, sé que deberíamos irnos por donde venimos y dejar a ese chico, sea quién sea, pero la curiosidad es más grande que yo, lo siento. Caminé a paso lento hacia la ventana, seguida por Anne, y me asomé. Habían tres chicos, todos vestidos de negro y con extraños tatuajes en el cuello, estaban como reuniendo cosas porque había una caja algo mediana en el centro, el otro chico tenía una libreta en sus manos.
  —¿Son amigos de Kayler? —preguntó Anne.
  —¿Porqué lo preguntas? —quise saber.
  —Por como se visten. —respondió.
  Los examiné bien, eran jóvenes... Atractivos, serios, pero nunca antes los había visto, y menos con Kayler.
  —No lo sé, Anne. —murmuré—. Pero esos chicos dan miedo, son tan... Oscuros.
  De repente, uno de ellos volvió a ver donde nosotras, ¡joder! Nos miró. Nos quitamos de la ventana rápidamente.
  —Corre. —le susurré, empezamos a correr sin hacer tanto ruido con los zapatos, ¡maldición! Nunca podemos espiar sin ser vistas.
  Llegamos a las escaleritas y las bajamos, la puerta estaba abajo, la intentamos abrir pero estaba cerrada. ¡No me jodas!
  —¿Y ahora qué? —cuestionó Anne, super nerviosa.
  El corazón me latía muy rápido. No sé qué vamos a hacer, ni a qué horas me metí en esto. Volví a luchar con la puerta pero era inútil, como si la hubieran cerrado por fuera. Mierda.
  Escuché pasos, aquí estábamos acorraladas, si salíamos al pasillo ellos nos encontrarán, además la puerta principal está cerrada, esta era la única salida y dónde está Herl cuando se le necesita.
  De pronto los pasos cesaron y la puerta se abrió, dejando ver a los dos chicos de allá afuera.
  —Caro. —susurró Anne.
  La cogí de la mano. Saldríamos de esta. Lo sé.
  —No te preocupes, no nos pasará nada. —le susurré.
  —Vaya, vaya. —empezó diciendo el chico más alto y más... Fuerte. Empezaron a bajar las escaleras. —Mira lo que tenemos aquí, Ronn. —le dijo al otro. —Parece que este viaje no será tan aburrido como pensábamos. —nos miró de pies a cabeza.
  El otro chico sonrió.
  —Sí, creí que sería un aburrido viaje de trabajo, pero al parecer la suerte está de nuestro lado. —respondió y me dio asco cuando lo dijo. —Déjame a la rubia.
  —Ni lo sueñes, yo me quedo con ella. —se saboreó los labios el otro.
  —Dejanos ir. —le espeté a él—. No querrán meterse en problemas.
  Rieron.
  —Mírala, es valiente. —se burló Ronn, creo que así se llama.
  —Espera, tú me recuerdas a alguien. —me dijo el otro chico. Fruncí el ceño.
  —¿Qué? No lo creo. —le dije.
  Asintió, iba a comenzar a hablar pero otra voz femenina proveniente de las escaleras lo hizo, esa voz tan molesta que tiene.
  —Claro que la recuerdas, Zeth, es por quién te he hecho venir aquí. Carolina Lane.
  Paige.

Enamorándome del lobo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora