Capítulo 4 | Luna llena.

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Admito que sentí bonito cuando Kayler dijo que me iba a cuidar, en otras circunstancias le hubiera agradecido. Éste chico tiene novia y me anda diciendo que él siempre me va a cuidar, no entiendo. Además no lo conozco bien, es la primera vez que nos hablamos, solo se han encontrado nuestras miradas pero no puedo mantenerla en sus ojos por mucho tiempo porque sus ojos son tan profundos, tan... hipnotizantes. Una mirada suya y siento que lo conozco de años, me siento, como él lo dijo... protegida.

Su auto se detuvo frente a mi casa, nos quedamos en silencio un buen rato.

—Bueno... Adiós. —desabroché el cinturón y abrí la puerta. ¿Debería de darle las gracias por traerme? Al final él fue el que me metió en su coche a la fuerza. Pero, alto, yo no soy descortez.

Abrí mi boca para decir algo pero él se me adelantó.

—Un gracias por traerme sería lindo —dijo.

—Iba a decirlo. —admití.

Le di una sonrisa de boca cerrada y cerré la puerta. Mientras caminaba hacia la puerta de mi casa escuché como el motor del auto de Kayler se apaga. Me volteé a verlo. Salió de su coche y se encaminó hacia mí con sus manos metidas en sus bolsillos delanteros.

—¿A dónde vas? —pregunté, con el entrecejo fruncido. Yo no lo he invitado a mi casa.

Se puso delante de mí con una sonrisa burlona que me gustaría quitarsela de un golpe.

—Te acompañaré... —se cruzó de brazos—Yo que tú estaría brincando de la emoción. ¿Sabes cuántas chicas matarían por una mirada mía? —dijo arrogante. —Da gracias, Carolina, da gracias. —caminó hacia la puerta y la abrió, entrando como Pedro por su casa.

—¡Pero yo no soy esas chicas, idiota.! —espeté, caminando atrás de él.

Lo encontré fijándose en cada cosa que tenía mi nueva casa. Dejé la mochila en el sofá y me quedé de brazos cruzada observándolo. Se detuvo frente a los cuadros que mamá colgó ayer.

Frunció el ceño como recordándo algo.

Qué estará pensando el idiota irritante. Lo recorrí con mi mirada de pies a cabeza, de perfil se mira mucho mas guapo el estúpido. Sí que está bueno. Lastima que sea un tarado, mujeriego.

—¿Quién es él? —preguntó de pronto.

Sacudí mi cabeza y me acerqué a él. Estaba mirando una foto mía de cuándo era pequeña, estaba sonriendo y el brillo en mis ojos sólo significaba una cosa "felicidad total". Estaba mamá y mi papá. Y saber que esa fue la última foto que nos tomamos antes de que él muriera.

La tristeza me invade, un nudo en la garganta me impide hablar. Pero respiré profundo y lo hice.

—Era mi papá.

Kayler me miró y, al notar que me estaba haciendo la fuerte, me rodeó con su brazos y me undió en un abrazo cálido. No lo rechacé. Sólo me dejé llevar.

Sentía su perfume, era un olor tranquilizador, me hacía sentir tan bien. Su mano sobaba mi espalda de arriba a abajo. De pronto me sentí tranquila, cerré mis ojos disfrutando el momento.

Pero, alto, qué pasa. Estoy dejando que el novio de mi enemiga me abrace. Me separé de Kayler rápidamente y carraspeé. El quedó desconcertado pero luego volvió a su compostura normal.

—Creo que me voy. —dijo caminando hacia la salida.

—Claro... —susurré a lo bajo.

Algo dentro de mí no quería que se fuera. Escuché la puerta cerrarse así que me dejé caer en el sofá. Respiré profundo. De pronto el ruido de un auto alejándose me advirtió que quedé sola, quizá se vuelva al colegio, todavía faltan horas para que terminen las clases, ni siquiera sé qué le voy a decir a mamá ¿que me suspendieron el primer día? Es para que le de un infarto. Mi panza ruge pidiéndome alimento por lo que en la escuela no tuve tiempo ni de comer.

La verdad no sé qué me pasó hoy, nunca antes me había peleado con nadie, en ese instante me sentí imponente, con fuerza, pero Paige lo era más, no es normal que una chica plástica como ella sea... Fuerte, casi podría decir que teníamos la mismas fuerza, no me considero débil pero ¡Dios! Hubo veces que pensé que me vencería, pero no lo hizo. Algo dentro de mí despertó y fue cuando apreté muy fuerte su cuello —creo que quedarán marcas— Pero fue algo raro. Desde que vine a este pueblo pasan cosas raras.

Me dirigí a la cocina y me preparé un sándwich, abrí la nevera y saqué un vaso de leche, lo había dejado en la mañana, de los nervios no desayuné bien.

Kayler.

¿Porqué tengo que pensar en él? Tengo que alejarme de él, chicos así lo único que traen son problemas y yo no quiero tener ninguno. No sé qué pasará mañana con Paige, es obvio que se vengará, es más, ahorita la debe de estar planeando. Pero no vendrá sola, no, algo me dice que me tengo que cuidar de ella y su grupito.

***

     La noche cayó y mamá aún no venía, ni vendrá. Mandó un mensaje diciendo que vendría algo tarde y que no la esperara despierta. Encendí todas las luces de la casa, de alguna manera me sentía más protegida, pero no del todo. Todo sería diferente si esta casa tuviera alrededor una cerca o algo para que ningún animal cruce.

Estaba en mi habitación leyendo Orgullo y Prejuicio quién me lo había recomendado un antiguo compañero de mi ex preparatoria, todo estaba en silencio, un silencio que daba miedo. No me podía concentrar, por más que intentaba no podía. Sentía algo dentro de mí, una angustia, un... Miedo. Dos golpes en la puerta principal hicieron que pegara un brinco. ¿Quién será a esta hora? Son más de las nueve.

Dejé el libro en la cama y bajé a la planta baja con demasiada cautela. Otros dos golpes se escucharon, me volví a asustar.

—¿Quién es? —pregunté algo alto, sentía mi voz frágil.

Nadie contestó.

Me acerqué a la puerta y tomé el pomo, lo giré despacio y la abrí. Afuera no había nadie. Salí al corredor para asegurarme bien, pero no había nadie. De pronto escuché unos pasos en el costado de la casa, como si alguien hubiera pasado corriendo e hizo crujir las hojas.  Allí sí que me asusté más. Bajé los dos escalones con cuidado y caminé despacio sintiendo algunas piedras puntiagudas pinchar mis pies.

Tonta, debí ponerme zapatos.

Al llegar al costado izquierdo de la casa me di cuenta de que tampoco había nadie. ¿Me estarán jugando una broma? Pues si es así es de muy mal gusto. Regresé a la parte delantera de la casa pero antes de entrar me llamó la atención la gran luna llena. Su reflejo brillaba en el lago. Era... Mágica. Caminé hacia el pequeño muelle, olvidé que tal vez andaba rondando por mi casa un asesino y simplemente me quedé allí parada, observándola.

Miré al otro lado del lago la casa de Kayler, sé que vivía allí, algunas luces estaban encendidas. No había mucho movimiento. De pronto escuché unos pasos a mi izquierda y a mi izquierda sólo había bosque. Estaba oscuro. Luego miré a alguien pasar muy rápido y esconderse atrás de un árbol, supuestamente para que no lo mirara.

Es una persona. Y parece que está jugando... O eso espero. Caminé a paso decidido hacia donde parece estar. ¿A quién se le ocurre caminar en el bosque descalza? Solo  a mi. Llegué al lugar en el que se supone que estaría pero no está.

¿Me estaré volviendo loca?

Iba a dar la vuelta para irme pero una voz me lo impidió.

—¡Ayúdame! —exclamó.

Miré a todos lados en busca de esa voz. Tal parecía que venía de más adentro del bosque.

—¿Hola?

Caminé, adentrándome más y más al bosque hasta llegar a una zona plana. No hay nadie aquí... De seguro estoy imaginando cosas. Me senté en el suelo para descanzar un poco. Estaba cansada, después de esto llego solo a dormir. Masajeé mi sien y cerré los ojos por unos segundos.  Había un poco de niebla en el bosque y amenazaba con llover.

De pronto un gruñido detrás de mí me hizo ponerme helada, mi cuerpo no reaccionaba. Otro gruñido mas hizo que ahora sí girara mi rostro.

Jadeé al ver al enorme lobo que estaba frente a mí, mirándome y saboreándose la lengua.

Solo sabía una cosa:

Que era mi fín.

Enamorándome del lobo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora