Capítulo 35 | Perdón.

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   Allí estaba, parado justo frente a mí, con su mirada puesta en mis ojos, su expresión era seria, siempre me costaba leer sus expresiones. Su brazo estaba apoyado en el marco de la puerta, esperando. Su mirada era la misma de siempre, un poco oscura. Pensar que es un lobo, un hombre lobo, Dios mío, intenté cerrar la puerta pero él, como si nada, la detuvo.
—Debemos hablar, —dijo con voz dura.
—No quiero hablar contigo. —murmuré, algo alto, forcejeando con cerrar la puerta, pero obviamente mi fuerza es inútil contra la suya.
Anne se acercó a mí para ver qué pasaba.
—Caro, —me dijo, se detuvo en seco en cuánto miró a Kayler. —Oh, Kayler, bueno yo... —me miró—Los dejo solos.
Quiso salir por la puerta, pero no podía porque yo la estaba empujando para cerrarla, además no quería que se fuera y me dejara sola con éste.
—Anne, tú no te vas. —le dije, Kayler ni siquiera hacía tanta fuerza para detener la puerta, solo la tenía y ya. Qué inútil me siento. —El que se va... Es otro.
Anne frunció el ceño y miró a Kayler, éste resopló y abrió la puerta como si nada, dejando espacio para que Anne salga, solté la puerta, era inútil seguir luchando. Me crucé de brazos.
—Hablamos después. —me pasó susurrando Anne, al pasar a la par mía.
No contesté, mi mirada estaba fija en él, quién al salir Anne él entró y cerró la puerta. Se apoyó en ella y se cruzó de brazos. No podía estar cerca de él, la mentira se reflejaba en su rostro cada vez que lo miraba, él me decepcionó, yo sabía que ocultaba algo pero jamás pensé que fuera ésto. No puedo perdonarlo. Es mucho para mí.
—¿Cómo pudiste? —le pregunté, volviendo a sentir ese nudo en la garganta. —Confié en ti.
Cerró los ojos con fuerza y bajó la cabeza, pasándose las manos por la cara.
—Carolina, tú no sabes lo que también sufría por no decirte la verdad—contestó, acercándose un poco—. Preguntándome día y noche lo que pasaría en ese momento.
Respiré profundo.
—Me hubiera gustado que me lo dijeras mirándome a los ojos, que averiguarlo a como lo hice —espeté— Tú no sabes lo que yo sentí cuándo te miré pasar y que luego, de la nada, te convirtieras en un enorme lobo, ese que siempre me cuidaba. —apunté—. Mi vida siempre ha sido normal, como una adolescente más, con los típicos problemas, en mi vida pensé que éstas cosas existieran, ósea, para mí, es muy difícil asimilar ésto. —dije, casi quebrándome en la última oración. —Claro, hubiera sido muy diferente si me lo hubieras dicho tú, no estaría tan... Así.
Respiré profundo. De pronto sentía que el aire me faltaba. Él se quedó callado, observándome, quizá pensado que tengo razón.
—Te lo iba a decir, solo que estaba esperando el momento adecuado —tragó grueso— Esto no es algo que pueda ir revelando por ahí, tiene que llevar su tiempo, preparar a la persona para cuando resiba la noticia. Pero no me arrepiento de haberme transformado en ese momento, si no lo hubiera hecho, Paige te hubiera matado.
¿Acaso dijo Paige? Pero qué...
—¿Paige? —pregunté.
Asintió.
—Ella era la loba que nos salió en la carretera. Ella es la única que te quiere hacer daño, a parte de la nueva manada que está uniendo. Por eso las reuniones, por eso las veces que desaparecía en la madrugada, todo sea por protegerte, a ti y a tu mamá. Las dos están en peligro. Ahora Paige querrá quitarte todo—confesó.
Y aquí estaba yo, escuchando lo que siempre he querido saber, y la verdad no me está gustando nada ésto, ¿ahora mi mamá? Ella no tiene nada que ver en ésto, y si la maldita de Paige se le ocurre hacerle algo, juro por mi vida que la mato, aunque ahora saber ésto, creo que ella lleva más ventaja. Por eso siempre se creía la superior en el colegio, porque era lo que es. Se sentía segura, por eso la vez que nos agarramos a golpes su mirada se oscureció y cuándo lo noté, ella sonrió.
—Creo que mi mamá tenía razón. —murmuré más para mi misma. —Aquí no estamos seguras.
Lo miré. Su ceño se frunció.
—Carolina, mi manada, en especial yo, las vamos a proteger de quien sea. —me cogió de las manos. Rápidamente las quité. Lo miré directo a los ojos.
—Kayler, no te puedo perdonar. No por ahora. —dije, pude ver cómo su mirada se caía. —Lo nuestro terminó. No quiero volver a verte.
Di unos pasos hacia atrás.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó—.!Carolina, no podemos estar separados. Eres mía. Eres mi mate.
Sentí algo en el estómago al escuchar otra vez esa frase "eres mía" me hacía sentir tan especial. Tan de él. Pero no, no importan sus palabras bonitas, él me mintió con algo super grave, no puedo estar con él, no ahora.
—Lo siento, Kayler, pero, el haberme mentido, costó nuestro noviazgo. Por más que te quiera, creo que es lo mejor estar alejados. Un tiempo —bajé la cabeza. Las lágrimas querían volver a salir. No quiero llorar frente a él, no quiero parecer ridícula y mucho menos débil.
Caminó hacia mí y con su dedo índice elevó mi barbilla, haciendo que lo mirara. Sus ojos estaban algo rojos.
—No me puedes estar haciendo esto. Los dos tenemos que estar mas unidos que nunca, Carolina, no puedo vivir sin ti. —cogió mi cara entre sus manos y estampó sus labios con los míos, tomándome por sorpresa, parpadeé varias veces e intenté empujarlo, pero era inútil.
Maldita sea, sentir sus labios con los míos me sobrepasa. Le seguí el juego, pasé mis manos por su nuca y también lo besé, era como tener sed, no quería soltarlo, él me pegaba más a él, como si fuéramos uno solo, pero ésto no significa nada, ésto es un último beso. Kayler me subió hacia él, así que enrosqué mis piernas en su cintura. Sus labios eran tan adictivos que me era imposible detenerme.
Es un hombre lobo, me repetía mi conciencia. Es un hombre lobo.
Fui deteniendo el beso poco a poco hasta lograr separarme de él, nuestras frentes quedaron apoyadas, juntas, solo nuestras respiraciones agitadas se escuchaban.
—Bájame. —susurré. Pasaron unos segundos para que hiciera caso.
Mis pies tocaron el suelo y me alejé de él, en dirección a la puerta principal.
—Esto fue como una despedida. —murmuré, abriendo la puerta para él.
Se quedó ahí mismo, en la misma posición ¡Dios mío, no quiero hacer esto! Se dio la vuelta lentamente, pude ver que una lágrima iba rodando por su mejilla. Eso hizo que mi corazón se encogiera, ¿Kayler llorando? ¿y por mí? Se acercó a paso lento hacia mí, me quedó viendo con ojos suplicantes, sin decir nada. Una lágrima también se me escapó y él lo pudo ver.
—No hagas esto mas difícil. —aparté la cara.
—Perdón. —murmuró.
Lo miré.
—Es solo que ahora que te tengo conmigo, no me puedo separar de ti. —dijo—. Y tampoco quiero. Necesito que me des una oportunidad.
Verlo así, tan vulnerable, hace que quiera reconsiderarlo por un momento, pero luego recuerdo sus mentiras, lo que es y esa posibilidad se descarta.
—Lo siento, Kayler, necesito tiempo.
Pude ver en ese momento cómo sus ojos se oscurecieron más y apretó los puños.
—¿Acaso ya no me quieres? —espetó.
Me sorprendí mucho por el tono de voz que usó, tan macabro. Hasta me dio miedo ¿dónde quedó ese Kayler burlesco y egocéntrico que conocí? Es todo lo opuesto a éste.
—Sabes que no es por eso —respondí.
Su semblante se puso cerio, más de lo normal. Okay, me estoy asustando ahora mismo.
—Tranquilízate. —le dije, mientras me aferraba más a la puerta.
Pareció captar y sus ojos se pusieron normales, reaccionó en seguida y su cara volvió a ser la de antes, suplicante.
—No quiero estar sin ti. —susurró— pero está bien, te daré tu tiempo. Pero de una cosa estoy seguro, Carolina Lane, tú y yo, ya no podemos estar separados.
Y salió por la puerta. La cerré de inmediato, dejándome caer al piso, no, no quiero estar sin él pero tengo que tener orgullo, él me mintió con algo muy grave, así que tengo que ser fuerte, me enfocaré en la escuela, en cuidar a mi mamá y de paso a mí también. Nada más que ahora me siento más sola que nunca, desde que Kayler se fue por esa puerta, un vacío se instaló en mi pecho.
Tengo que ser fuerte. Concentrarme en otras cosas y olvidarme de Kayler, aunque parezca imposible. Me puse de pié y fui a la cocina por un poco de agua, la jarra del agua cayó al suelo, haciendo un ruido molesto, quebrándose en miles de pedazos el cristal; pues había escuchado un aullido, era él, porque ese aullido me llegó al corazón.

Enamorándome del lobo (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora