Capítulo IV

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La acostó en su cama no tenía otro lugar para dejarla, y tenía miedo de que al dejarla acostada en el sofá le pasara algo. Se arrascó la nuca mientras pensaba en qué debería hacer; "¿debo llamar a alguien? ¿mi madre se fue realmente o aún sigue afuera? ¿qué se hacía cuando una persona se desmayaba?" Se acordó del alcohol, fue hacia el baño para luego colocar un poco de alcohol en un trazo de algodón para ponérselo cerca de su nariz, eso debería funcionar.
—Vamos Mario, despierta. —mascullaba enojado hasta que la joven comenzó a mover la cabeza aquello lo alivió. Suspiró, ella estaba bien.

—¿Qué...? —preguntó mirando a todos lados e intentó levantarse pero su cabeza le daba vueltas.

—¿En qué andas Mario? —exclamó y ella volvió a moverse— Sabes que no te irás de aquí hoy, ¿no?

Ella se quejó— solo dame unos minutos, estaré bien —cerró los ojos y volvió a hacer inútil el intento de pararse sin sentir que el piso se movía— solo unos minutos y me volveré en esa demoniaca patineta. —hizo énfasis en demoniaca realmente él odiaba esa cosa.

Él se rió, ¿acaso esa chica nunca se rendía? ¿quería matarse a sí misma? ¿qué le pasa por su cabeza? — Escuchaste cuando dije que hoy no te irías de acá, ¿no? —él la volvió a mirar— demasiado te estoy dejando que toques mis cosas. ¿Me dirás en qué andas?

Ella sonrió ¿quién era él para obligarla a quedarse? ¿quién se creía para exigirle qué le pasa? — Creo que él que no escucho cuando dije que me iría en cuanto me sienta mejor, eres tú — masculló enojada— Ando estresada, ¿acaso las estrellitas nunca se estresan? —él se rió en su cara, no le creyó nada.

—Tenemos un contrato y debes cumplirlo, si yo te digo que hoy te quedas aquí lo harás. —ella rodó los ojos a los pocos segundos él volvió a hablar algo más serio— ¿Todo lo que has dicho es verdad? ¿realmente estás sola?

Ella tomó una almohada y se la revoleó no entendía, ¿que tipo de respuesta se supone que era eso? —¿Crees que he dicho todo eso para hacerme la víctima? —realmente le daba igual pelear con alguien que apenas conocía, él no tenía ni idea de todo lo que tuvo que vivir. — ¡No tienes ni idea de todo lo que he sufrido de pequeña!

—¿Quién sabe? —cuestionó haciéndola enojar aun mas— puedes mentir, solo tú sabes lo que es real o no. —él sonrió al ver la cara de frustración de la chica— de todas maneras te ayudaré a encontrar a tu hermano, Mario.

El celular de la joven vibró relojeo el remitente y abrió el mensaje, rodó los ojos para luego mostrarle el contenido del mismo al chico— tu ganas, me quedaré.

Jacob había pedido que compartan tiempo juntos, y que sepan cosas entre ellos. Porque cuando las preguntas de: ¿cómo se conocieron? ¿cómo la conquistaste? ¿hace cuánto salen? Y ambos titubeen a la hora de responder, todo quedaría en evidencia. —No te quedarás con esos harapos. —le dijo señalandola y haciendo cara de asco.

—¿Puedes dejar de menospreciarme? —le respondió y se miró su vestimenta, que había de malo en ella. Aquella ropa era la más nueva que tenía además un pantalón de jean junto con una camisa no era algo extraño de ver en una chica— yo soy así, ¿vale?

Él parecía no escucharla solo se paro abrió su placard y sacó una caja algo grandecita que tenía en el fondo — báñate y ponte esto —le exigió, y ella negó— no puedes andar con la ropa manchada con sangre. No hace falta que la devuelvas, era de mi hermana ella ya no lo necesita.

Shera le hizo caso al chico a regañadientes ¿por qué su manera de vestir le molestaba a todos? ¿nunca habían visto a una chica llevando ese vestuario? Parecería que no. Ethan recibió la llamada de uno de sus mejores amigos al cual le tenía demasiada confianza y le contó lo que tenía que hacer, Jack se le rió en su cara — ¿De qué te quejas? —le contestó— aunque sea un contrato, es una chica, y técnicamente es tu novia. Aprovecha.

—Sabes bien cómo soy y lo mucho que odio que se metan en mi vida, esta chica es un demonio —le respondió observando que Shera no salga del baño— además sé que tiene un secreto.

—¡Vamos Eith! —chilló— ¡no debe ser tan fea la tía! — se oyó la voz de Shera maldiciendo y Ethan contestando— ¿Está contigo? ¡Aprovecha hombre! Enamorala demuéstrale quien es realmente Ethan Lawrence.

—Gracias amigo —fue lo último que le respondió antes de cortarle la llamada. Tardó unos segundos en pensar en lo que le dijo aquel niño que extrañamente se había convertido en su amigo ¿sería una buena solución? ¿funcionaria? Quizás podría sacar provecho de eso después de todo ella es una chica. La observo de reojo y le costó a su cerebro comprender que ella era la misma de antes pero un poco arreglada.

—¡Es en serio! —chillo mientras su cara se le ponía roja de la rabia—¡¿No tienes un maldito peine?! — buscaba con la mirada algún cepillo, o algo que pudiera usar para desenredarse el cabello. Ethan se rió al verle la cabeza, le haría caso a su amigo le demostrará que meterse en la vida de Ethan Lawrence puede parecer fácil pero realmente no lo es

—¿Te has fijado en el mueble del baño? — le preguntó— solo digo... Es ahí donde la gente normal suele poner un peine.

Otra vez volvió a maldecir y fue en busca del peine. — Va, ya lo encontré. —respondió. Mientras se peinaba ella se acordó de su enfermedad, sabía que tendría que empezar su tratamiento cuanto antes, pero no podía pedirle dinero cuando apenas había comenzado a trabajar.

Ambos se sentaron en la mesa Shera no era mucho de mirar a la otra persona, solo miraba los pequeños detalles y sonreía mientras él pensaba en como una persona tan linda puede ocultarse tras esos harapos, quizás en el fondo no sea tan malo estar con ella— Escúchame Mario —le dijo y ella lo miró— ¡Qué raro...!

Lo miró confundida ¿raro? ¿qué era raro para él? – ¿Qué cosa? —le preguntó arqueando una ceja.

—Es raro que no te quejes cuando te digo "Mario" —ella levantó los hombros indiferente— uhm... Yo estaba en la calle y tú me chocaste con tu patineta endemoniada, ¿Te va esa historia?

—¿Endemoniada? —preguntó riendose sabía que odiaba a su patineta— Mi bebé no está endemoniada, su dueña si. —sonrió— Ok, yo te "choqué" ambos nos caemos y tú me confundes a primera vista con un chico, por eso me dices Mario.

Él comenzó a reírse ¡Claro! Todos piensan que es hombre, ¿Qué chica oculta su belleza vistiendose de esa manera, es maleducada, atrevida y extrovertida? — Okey Marianito —exclamó tentado— me invitaste una taza de café y hasta ahí es nuestra historia de cómo nos conocimos. ¡Más te vale que te la acuerdes!

Rodó los ojos ese chico era bipolar tiene todos los estados de ánimo en un segundo— ¿Yo olvidar? —se le rió en la cara— así como me ves, no me olvido nada.

—¿Me dirás porque aceptaste este trabajo? —le preguntó provocando el silencio absoluto de la chica, sabía que tratar de sacarle información estaría complicado por lo visto pero con intenterlo no perdía nada— ¿Qué es lo qué tramas?

— Quizás algún día te lo diga —le dijo mirándolo a los ojos— por ahora no. Soy una chica muy agresiva, impulsiva, y también muy sentimental, por lo que veo tu eres histérico, bipolar y cariñoso, ¿o me equivoco?

Él negó —me parece perfecto que hayas descubierto mis cualidades, Marianito. Pero aún hay más, mucho más.

Contrato para un noviazgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora