CAPITULO 6

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(NARRA MIRIAM)

La morena estaba de frente al espejo, intentando quitarse las lágrimas que caían con fuerza por sus mejillas. Una puñalada duele menos que ver así a Ana y encima saber que es por mi culpa.

Me acerqué lentamente, hasta que aparecí en su campo de visión.

-Vaya… ¿ya te has aburrido de guarrear con Julia?- dijo mirándome a través del espejo.

-Ana por favor, tranquilízate, no ha pasado nada con Julia- intenté ponerle una mano en el hombro pero la canaria me la apartó.

-Pues no será porque no os habéis calentado lo suficiente…

-Para Ana por favor, no es como tu crees

-¿Tú me ves cara de gilipollas?- estaba enfadada, quitándose con rabia las lágrimas que no cesaban- os he visto, todo el tiempo Miriam. He visto como le agarrabas para acercarle a ti, he visto como bajaba la mano a tu culo y tu no se la has quitado, os he visto con las bocas a menos de 1 cm y si me hubiese quedado hubiese visto como le metes la lengua hasta la campanilla

-¡No Ana! Si te hubieses quedado hubieses visto como me apartaba y le decía que no podía pasar nada entre nosotras. No te voy a negar lo del baile, es verdad que le he dejado hacer y tocar lo que quisiese, es verdad que yo también le he tocado donde he querido, pero estaba enfadada ¡joder! Lo siento, ¿vale? Me he dejado llevar por la rabia, estaba muy dolida con lo que me habías dicho Ana.- yo tampoco podía contener las lágrimas.

-¿Me estás diciendo que es mi culpa que te hayas ido a zorrear con la única persona que sabes que me molesta? ¡No me jodas Miriam! Eres ya mayorcita para hacerte cargo de tus actos.- en ese momento no pensaba en lo que hacía, así que le agarré de la cintura y le giré para que me mirase.

-Tienes razón- Ana me miraba sorprendida por lo que acababa de hacer- soy mayorcita para hacerme cargo de mis decisiones- y sin más le besé.

Le besé con fuerza, agarrándole del pelo y subiéndole al lavabo. Ana tardó un poco en reaccionar, pero en seguida me siguió el beso, dejándome un mordisco en el labio inferior antes de meterme la lengua. Mis manos estaban enredadas en su pelo, mientras que las suyas agarraban con mucha fuerza mi culo. El beso era cada vez más intenso, era un beso con sabor a lágrimas y un poco a sangre que salía de mi labio después del mordisco de la canaria. Subió sus manos a mis pechos y comenzó a pellizcarme los pezones, sentía un dolor muy placentero. Me separé de su boca cuando necesité aire y aproveché para confirmar que el pestillo del baño estaba echado. La canaria había cambiado las manos por su boca y ahora chupaba y mordía mis pechos a su antojo. Yo fui dejando mordiscos en su cuello, que dejarían marca y le levanté el vestido, dejando a la vista las bragas negras de encaje que llevaba. Hice presión en la zona y solté un gemido cuando noté lo húmeda que estaba.

-Miriam, por favor- soltó entre jadeos.

-Dime Ana, ¿Qué quieres que te haga?- susurré en su oído, lamiendo su lóbulo de camino.

-Necesito- beso- que- beso- me folles- beso- ¡YA!

Me ponía muchísimo cuando me hablaba así, así que dejé de jugar y le quité las braguitas. Dejé unos cuantos besos por el interior de sus muslos, antes de dirigir mi lengua a su clítoris. Nuestros gemidos eran cada vez más ruidosos, pero esa era la última de nuestras preocupaciones ahora mismo. La canaria comenzó a mover las caderas, pidiéndome más, así que introduje dos dedos en ella sin dejar de jugar con su clítoris. Ana gritando mi nombre de esa manera era lo más excitante que podía existir. Cuando sentí que ya estaba cerca, metí otro dedo y aceleré el ritmo hasta que sentí que se contraía y dejó escapar un último grito.

Ana me agarró por la barbilla y me levantó la cabeza para besarme, esta vez un poco más suave.

-Espero que después de esto no vuelvas a tener ninguna duda, porque no hay nadie más a quien quiera escuchar gritar mi nombre cuando llega a un orgasmo, solo quiero estar contigo, no dudes nunca de eso.- le volví a besar y, después de arreglarme un poco los pelos y lavarme las manos y la boca, salí.

(NARRA ANA)

Cuando salió, repetí sus acciones y salí detrás, con una sensación totalmente opuesta a la que tenía cuando entré. Mi leona me había dejado claro que quería estar conmigo y lo había hecho de la mejor manera posible.

-Por esa sonrisa deduzco que los arañazos que tiene la gallega y vuestros pelos de locas se deben a una buena sesión de sexo y no a una pelea, ¿no?- me sobresalté cuando escuché la voz de Mimi a mi lado.

-¿Qué arañazos?- me giré para buscar a Miriam y efectivamente, tenía varias marcas en el brazo.

-Ha sido intenso, ¿no? Si es que lo de que el sexo de reconciliación es el mejor es la mayor verdad que se ha dicho nunca- dejé a mi amiga divagando y me fui preocupada hacia donde estaba Miriam.

-Miri, tus brazos- dije señalando las marcas un poco avergonzada- lo siento, no me he dado cuenta…

-No te preocupes- me interrumpió- es señal de que has disfrutado, ¿no?- dijo guiñándome el ojo- además, creo que tu cuello mañana va a tener la misma apariencia- me uní a su risa.- ¿bailas conmigo?

-Contigo siempre- dije dándole una palmada en el culo.

El resto de la noche fue tranquila, Julia no volvió a molestar y Miriam no se separó de mi en toda la noche. Me volvía loca la manera en la que me trataba, atenta y cariñosa, dándome la seguridad que sabía que necesitaba.

Me hubiese gustado acabar la noche con ella, en su casa, pero, estaban todos muy borrachos y Miriam, sacando su lado de mamá leona, se llevó a Mireya, Cepeda, Crislo y Roi a su casa, porque no se fiaba de que llegasen bien a las suyas. Yo me dedicaría a cuidar de Ricky y Mimi, que creo que eran los que peor iban.
Nos despedimos con un beso y la promesa de vernos el día siguiente.

PROMESAS (IN)CUMPLIDAS   Donde viven las historias. Descúbrelo ahora