- Esperar no cuesta -

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Él notaba una mirada en él, se le hacía extraño ese repentino sentimiento al verle cerca. Su sonrisa sincera, amable y elegante, lo admiraba desde lejos, desde la primera vez que le vio.

Sus ojos carmesí eran penetrantes y se veían preciosos, más de lo que uno se puede imaginar, más de lo que en una realidad estaría permitida.

Ese pequeño sentimiento lo había guardado, desde hace tanto tiempo que siquiera él mismo recuerda, desde que le enamoró lentamente, con cada mirada y con cada sonrisa.

El destino poco a poco los unió, sin muchos detalles ni una mínima esperanza de que eso iba a ocurrir, simplemente se vieron, uno al otro. Este por fin le había notado, por una vez le hablaba a él, y no a personas aleatorias que estaban a su alrededor.

Lentamente se acercaron, se hicieron amigos y los sentimientos se volvieron más fuertes. Con cada acercamiento, cada toque, cada ojeada y cada sonrisa que le dedicaba a él, solo a él.

Ya no se dedicaba a observarlo desde lejos, lo veía disimuladamente cada vez que se le presentaba la oportunidad, cada vez que estaban cerca, cada vez que ese se acercaba a él con intención de hablar.

Todo eso para que el destino hiciera de nuevo su trabajo.

La voz del pelirrojo resonaba en la cabeza del peliceleste todos los instantes de su vida, sobretodo cuando en su cerebro recordaba momentos donde estaban juntos, hablaban, comían y se divertían jugando baloncesto.

Le torturaba, sabía que nunca volverían a ser igual que antes, todos habían cambiado, sus amigos... él, todos. No volverían a ser los mismos nunca más, nunca sonreirían juntos de nuevo, no se reunirían y tampoco se mirarían el uno al otro con ese cariño especial, de ellos dos. 

Todos hablando de lo genial que es Kiseki no Sedai, tiros de tres puntos, la defensa perfecta, el número seis, la copia perfecta y el capitán que nunca pierde, mientras que todos se olvidan de la parte escondida, de la parte oscura, de la sombra. De la pequeña sombra que sufre por esos comentarios, que sufre al pensar en las últimas palabras que le había dedicado su amor secreto.

Decidió terminar con ese sufrimiento, se lanzó, se lanzó hacia el infinito y se olvidó de ese pasado. Comenzó con el número cero, subiendo poco a poco, junto con sus nuevos pilares, mientras que dejaba a lo lejos, sus amigos...

Y a Akashi.

Este sabía desde el fondo de su corazón el sufrimiento de su fantasma, sabía que no podía apoyarle como antes lo hacía, nada le impedía, pero a la vez todo le impedía volver a hablarle como antes.

Desde la primera vez que le vio, desde la primera vez que oyó su dulce y floja voz, desde la primera vez que vio los orbes celestes clavarse en los suyos.

Nunca había perdido de vista a su amado Tetsuya, sabía que era por su culpa, sabía que no podía volver a quererle como si nada hubiese sucedido.

En ese entonces, se había vuelto absurdo, se había vuelto idiota e imbécil.

Tenía que haber entendido el amor que tenía su Tetsuya por el baloncesto, por el trabajo en equipo y por el cariño que tenía entre él y sus amigos.

Pero los sentimientos repulsivos llamados celos no opinaban lo mismo, odiaba verlo con los otros, odiaba verlo sonriendo más con Aomine. Quería un Tetsuya solo para él.

Y eso lo llevó a cambiar, le hizo olvidarse de los verdaderos sentimientos, de su carácter real.

Quería solo estar con él, mientras que se arrepentía al ver sus lágrimas de dolor bajar, mientras  observaba cómo Kuroko respiraba con dificultad con el paso del tiempo. Solo corrió hacia él, cuando llegó y lo sujetó entre brazos, él ya había cerrado los ojos.

Miraba su rostro cansado, su rostro con el ceño fruncido y su cara aún mojada. 

¿Todo eso era por él, verdad? Se preguntaba, la respuesta siempre era que sí, aunque diera caminos diferentes con opciones totalmente distintas, la culpa siempre era suya.

Y eso no lo negaba, sabía perfectamente que no tenía que ser así, y entendía el porqué de su cambio repentino. Pero no quería, no quería cambiar de nuevo a ser el amable, no quería y no se lo permitía.

¿Quién querrá estar con un adolescente con problemas de amor, en vez de estar con un ser perfecto?

Quizá debería dejar todo atrás, como cuando observó el rostro feliz de su amado, sin él.

Decidió dejarlo, todo atrás, todo al más fondo de su ser.

Pero al verlo de nuevo, delante de él, con su cara entristecida... no pudo, no pudo ni siquiera dejar en un lado sus sentimientos.

Y por alguna razón.

Los dos se sonrieron de nuevo, sin palabras, sin disculpas.

Como si las miradas hablaran, como si la telepatía existiera.

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One shots - AkakuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora