M (I)

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10 de octubre de 2018, miércoles.


Vika cerró el paraguas antes de entrar en el establecimiento. 

Su mejor amigo le había pedido quedar en la cafetería favorita de ambos, donde pasaban a menudo sus ratos libres. Según la conversación que habían mantenido por Kakao hacía un par de horas, Jimin tenía algo importante que decirle. La chica no dudó en acudir en cuanto intuyó que necesitaba su ayuda, y se sintió agradecida por que le hubiese contactado, ya que, en los últimos días, no había sabido nada del pelirrojo, y la preocupación comenzaba a hacer mella en su pecho.

Visualizó al chico de rostro anguloso en una mesa del fondo, al lado de las amplias cristaleras por las que la lluvia caía, tiñendo con hilos de agua la deformada imagen de la ciudad que había detrás. Aquel lugar simulaba una casita rústica con tonalidades blancas y marrones claro, haciéndola un sitio acogedor, con mucho encanto y, lo más importante, apropiada para mantener una charla tranquila.

Se acercó a Jimin mientras se quitaba su bufanda y se desabrochaba su chaqueta. La muchacha lo llamó cuando estuvo a unos escasos metros y levantó una mano, sonriente. Jimin parecía ensimismado, pero fue capaz de doblar sus labios en una diminuta sonrisa para darle la bienvenida a su amiga. Verla allí lo animó, y, de hecho, su presencia lo ayudó a recobrar un poco la compostura.

  — Hola, ¿llevas mucho tiempo esperando? —inició Vika, acomodándose en la silla que había en frente de él.

 — No, tranquila. He llegado hace nada.

En realidad, llevaba allí sentado diez minutos, pensando en cómo explicarle a su amiga lo que le pasaba. Vika había llegado puntual; era él el que se había propuesto comparecer con antelación en el punto de encuentro, porque no soportaba más estar en casa comiéndose la cabeza.

  — ¿Quieres que te pida tu batido de chocolate con nata montada y tarta de limón?

Jimin se dio cuenta de que Vika se olía algo. Ella sabía perfectamente que esos eran sus sabores favoritos y que siempre recurría a ellos cuando estaba bajo de ánimos. Que fuese tan atenta le conmovió, pero aquella actitud no era una novedad en lo absoluto. La joven siempre había sido muy buena con él, de la misma forma que Jimin fue cariñoso con ella desde el primer momento. Los dos se tenían en muy alta estima, y cada vez era más notorio.

  — Eso me gustaría mucho, sí —aceptó, con una voz que se antojaba tan relajada como adorable.

 — Bien. Enseguida vuelvo, Jiminnie —le avisó, la ternura deslizándose en cada palabra, y sus dedos rozándole el hombro con cariño y delicadeza.

Jimin observó cómo Vika se acercaba al mostrador y pedía el tentempié con el que se colmarían. Mientras esperaba, se dio el lujo de perderse entre sus pensamientos más disparatados. Imaginó que protagonizaba una escena crítica de esos dramas tan famosos que echaban en la televisión, con personajes casualmente muy apuestos, pero con vidas de lo más rutinarias. De la misma manera, fantaseó con versionar el estereotipo americano de la ruptura, el cual consistía en una chica quedándose en la comodidad del sofá de su casa, viendo películas tristes mientras se hinchaba a chocolate y helado. Pensándolo bien, él estaba haciendo algo parecido, con la diferencia de que se encontraba en un sitio público, en compañía y dispuesto a comerse un trocito de tarta.

El universitario se había obligado a sí mismo a concertar la quedada en un lugar donde hubiese mucha gente, porque así no le quedaría otra que aguantarse las ganas de llorar. Sabía que si hablaba con Vika en privado no podría resistirse y acabaría con un pañuelo bajo su nariz, limpiándose los mocos y llorando a mares. 

•Demons• II yoonmin! ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora