Capitulo 11- Chicos robots.

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-Ven, acompáñame. –me pidió Guillermo mientras bajaba del auto.
Me preguntaba por qué me había llevado a un edificio lujoso, que en él decía: “Escuela de música”.

-Espera. ¿Por qué me has traído aquí? Esta escuela debe ser más que cara, no podré pagarla. –le dije asustada.

Guillermo rió y dijo – No quiero que vengas a esta escuela a aprender música. Quiero que aprendas lo contrario.

-Perdón, pero no te entiendo. –dije confundida.

-Ven, -me hizo un gesto invitándome a pasar adentro mientras abría la enorme puerta de entrada.

Curiosamente, entré. Quedé maravillada al ver la sala de entrada. Sus baldosas eran de granito blanco, paredes altas con columnas y en el centro una recepción.

Guillermo se aproximó a la recepcionista y la saludó. Ella nos preguntó a que clase asistiríamos pero Guillermo le respondió que venía solamente a ver.

-Lo sentimos, las clases son privadas. No podrán verlas, está prohibido, lo siento. – nos respondió.

-Bueno. Gracias igual. – Guillermo dijo mientras se daba media vuelta para irse.

Lo seguí y salimos de la edificación. – ¿Ya no hay mas sorpresa? – le pregunté inocentemente.

-Claro que sí. Pero esto no es la sorpresa. – me dijo con una tierna sonrisa. - ven, te quiero mostrar algo. – dijo mientras marchaba a la parte trasera del edificio.

-¡Espera! Dije asustada.

-¿Qué ocurre?

- Hay un cartel que dice: “No entrar.” “Perros guardianes. “ Lo siento, pero no me animo pasar la cerca.

Rió y prosiguió – Es solo para asustar. Es para que no entre nadie.

-No sabes. Quizá es verdad.

Guillermo chifló, y luego gritó – Rooockii. Taiiiisooon – dos rotweillers vinieron corriendo rápidamente. Ellos estaban del otro lado de la reja moviendo la cola. Guillermo tenía razón, parecían ser inofensivos.

Guillermo trepó el alambrado y pasó para el otro lado. Los perros se le subieron y le empezaron a dar besos. Parecían que ya se conocían desde antes, parecían íntimos amigos.

-¿Ya los conocías?

-Sí. Cuando era chico mis padres me obligaban a venir a esta escuela para que aprendiera a tocar el piano. Pasaba más tiempo con Rocki y Taison que tocando el piano con una profesora que era una vieja malhumorada. -dijo sonriendo. -¿Vas a venir? – me preguntó mientras acariciaba a los perros.

-Prométeme que no me van a morder.

-Mechi, te lo prometo. No te van a hacer nada. – me lo dijo mirándome a los ojos con una compasiva sonrisa.

Comencé a trepar la cerca pero cuando llegué a lo más alto no sabía cómo bajar. Temía caer.

Guillermo notó mi cara de temor y me dijo – Salta, yo te sujetaré.

-¿Es broma? Te aplastaría.

- Eres delgada, te voy a poder atajar. Confía en mí.

Cerré mis ojos, con temor a caer al suelo. Dejé caer mi cuerpo y que la suerte me acompañara. Apenas me tiré sentí unos fuertes brazos sujetándome sobre mi cintura. Me bajó lentamente permitiéndole a mis pies tocar el suelo. Luego nos quedamos mirando a los ojos. Las manos de Guillermo seguían sobre mi cintura. Comencé a ruborizarme. Al darse cuenta de la situación despertó y sacó rápidamente sus manos que se hallaban sobre mí.

-Ven, te quería mostrar esto. - Se aproximó a una ventana y me dijo – baja la cabeza, que no te vean.

Me acerqué a la ventana y noté unos cinco chicos tocando el violín.

-¿Qué opinas?- Me preguntó.

- Tocan espectacular. Cómo músicos profesionales.

- No, mira de nuevo.

No entendía que quería que respondiera. Así que me concentré más. Miré detalladamente a cada uno de la sala. Cuando mi mirada se dirigió hacia la tercer chica noté algo que me hizo reír a carcajadas.

-¡Shh! – me dijo tapándome la boca con su mano.

-Perdón es que aquella chica – dije señalando a Guadalupe- va a mi escuela y me causó mucha gracia que esté tocando el violín mientras que en la escuela es una perra superficial. ¡Me la imaginaba yendo de compras no tocando el violín! – dije riendo silenciosamente.

Guillermo rió.

-¿De qué te ríes tu?

-Nada, es solo que me causa gracia lo inmaduro que sonó ese comentario.

-¡Oye! – le dije pegándole un puñetazo.

-Es que me había olvidado que eras una niñita. A tu edad todas luchan por ser la más “popular” – se burló riendo a carcajadas.

- ¿Me estás diciendo hueca e inmadura?

-No sé. – siguió riendo.

-¡No es gracioso! Además haz silencio que nos van a ver.

-¡Oigan ustedes dos! ¡No pueden estar aquí! – gritó un guardia que venía corriendo tras nosotros.

Guillermo al ver al guardia furioso sujetó mi mano y me llevó corriendo tratando de escapar. Los dos corríamos lo más rápido que podíamos y al mismo tiempo reíamos de la situación. Me ayudó a trepar la reja y a bajarla. Seguimos corriendo con nuestra máxima velocidad hasta llegar a la camioneta.

Guillermo corría más rápido, por lo tanto llegó primero. Se sentó en la camioneta y prendió el motor .Me abrió la puerta gritando y riendo – ¡Sube, sube!

Subí al auto y enseguida marchamos. A las seis cuadras Guillermo detuvo la camioneta y me miró. Al mirarnos, los dos estallamos de risa.

-¿Viste cómo corría el guardia? Parecía que sus piernas se enredaban.- dijo Guillermo riendo.

-Después me dices a mí inmadura. Eres un niño. A tu edad por lo general los chicos obedecen las reglas.  – me burlé.

- Si yo soy un niño tú eres un bebé. Además no me digas que no te divertiste.

-No.- mentí haciéndome la madura.

-Siempre estas de viva. Igual sé que te divertiste. Tuviste una sonrisa permanente dibujada en tu rostro.

Me ruboricé. Era evidente que me gustaba pasar tiempo con él. Además de ser lindo era divertido.

-¿Mechi al final entendiste el propósito de porque te llevé a ese lugar?

-Sinceramente, no. – dije avergonzada.

- ¿Qué veías en los chicos que se encontraban tocando? Además de que tocaran “bien”.

-Estaban bien vestidos. Tenían buena postura. Eran elegantes. No lo sé…

-Bueno, te explico. Te llevé a ese lugar para mostrarte que la música no se debe tocar así. ¿A aquellos chicos los veías con una sonrisa o riendo?

-No para nada, lo contrario.

-¡Exacto! A eso quería llegar. La música es para expresarse, para liberarse. Ellos, son “chicos robots”, chicos sin sentimientos. La música es para divertirse. Evidentemente ellos están aburridísimos. Los jóvenes no disfrutan de estar en un banco sentados tocando música clásica. Sus padres gastan dinerales en aquellas clases que son les aporta nada a sus hijos. Te aseguro que al año sin haber practicado, esos chicos no van acordarse cómo se tocaba. Ellos aprenden las partituras de memoria, no utilizan los sentidos y sentimientos. Y por eso la sorpresa sigue…

Quedé impactada con lo que había dicho. Tenía tanta razón.

-Retiro lo que he dicho anteriormente. No eres inmaduro. – reí.

-Lo sé. – dijo crédulamente. Luego rió y aclaró que era broma. -Tú tampoco lo eres. Cualquiera de tu edad se hubiera reído con lo que he dicho. ¡Pasaste de ser un bebé a una niña, felicitaciones!

Al burlarse, le pegue un fuerte puñetazo mientras que le dirigía una mirada asesina y  lo único que causé es que siguiera burlándose: decía que pegaba como niña chica. Muy inteligente le cambié de tema para que parara de reír.  

- ¿Y ahora cuál es la siguiente sorpresa?

-Ya vas a ver, no seas impaciente .

-Más vale que sea un lugar para ir a comer. ¡Me muero de hambre!

Guillermo sonrió y puso en marcha la camioneta. 

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Hola a todos! Les agradesco mucho muuuuchoo por leer! Sin ustedes no sería nadie! Me harían muy feliz que comenten y voten,de verdad! Saludos a toodos!

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